La Haya, la capital de la Justicia y sede del gobierno de Holanda, se ha ganado el calificativo de «Ciudad Yihad» entre los holandeses.
Y con motivo: lleva cuatro años consecutivos marcando el récord de envío de extremistas a Siria e Irak.
Según datos oficiales, al menos 220 holandeses abandonaron los Países Bajos en dirección al «califato» declarado por el autodenominado Estado Islámico y, del total, más de la mitad procedía de la región de La Haya.
En el céntrico barrio de Schilderswijk, conocido como el más conflictivo de la ciudad, la presencia de yihadistas es un secreto a voces.
«Allí vive Abu Masoud, allí vive Abu Ayoub, y Abu Hasan (nombres de guerra) y muchos más», le asegura a BBC Mundo Farid, residente de este suburbio desde hace más de 30 años y que prefiere no dar su apellido.
«Todos los conocemos y claro que pueden actuar en cualquier momento», advierte.
Cinco vecinos del barrio, hombres y mujeres, de entre 30 y 50 años, confirman la existencia de retornados de la yihad en el barrio.
Piden mantenerse en el anonimato por miedo a represalias. Uno de ellos lamenta que hay «muchos» Salah Abdeslam y Abdelhamid Abaoud (los extremistas que perpetraron los ataques en Paris en noviembre pasado y que estaban fichados por la policía con anterioridad).
«Se sabe que estuvieron luchando con Estado Islámico pero nadie los detiene«, se lamenta.
«Sólo se les puede mantener bajo vigilancia, aunque personalmente no creo que vayan a actuar. Volvieron porque lo que vieron en Siria e Irak no era lo que se esperaban. Quiero creer que esa decepción los mantendrá lejos de los extremistas», dice Farid.
«Muy conflictivo»
Sin embargo, desde el Ministerio del Interior niegan tener conocimiento de la existencia de estos retornados. Aunque reconocen que el barrio es «muy conflictivo» y es «difícil saber todo lo que ocurre» en sus calles, donde apenas se oye hablar en holandés. Es el propio gobierno quien ha fomentado la radicalización dando su respaldo a la mezquita salafista y cooperando con ella Mustafa Barbouch, Visión juvenil
Carnicerías de comida «halal», decenas de fruterías regentadas por holandeses de origen marroquí o turco, locutorios, agencias de viajes con paquetes a Tánger, Ankara o Marrakech, tiendas de vestidos despampanantes para bodas y bautizos y más de una decena de mezquitas en un solo barrio compiten entre sí por atraer a los musulmanes de la zona.
A esto se añaden grupos de niños corriendo por las calles en horario escolar.
«Estos niños no deberían estar en la calle. ¿Dónde están sus padres? Sus hijos son carne de cañón de los innombrables«, exclama una mujer marroquí, Saida, de 40 años, que apura hacia el zoco (el mercadillo) de Schilderswijk, conocido por sus reducidos precios.
Se refiere a los islamistas radicales, a las que muchos en este barrio prefieren no llamar por ningún nombre concreto.
Abderrahim Kajouane, concejal de origen marroquí del barrio más conflictivo de la ciudad, apoya las quejas de Saida y coincide con ella al culpar a los padres. Muchos vecinos buscan alejarse de las acusaciones que relacionan al barrio con el extremismo.
Pero concuerdan al señalar que el gobierno recoge hoy los frutos de la marginación histórica que ha sufrido este distrito céntrico de La Haya, el cual está dividido en dos zonas conocidas como las pequeñas «Casablanca» y «Estambul».
«Miedo»
El radicalismo es un hecho. Aquí se han llevado a cabo concentraciones autorizadas en apoyo al yihadismo. (La policía) tiene miedo de los residentes del barrio, les reprime en lugar de mantenerlos como aliados porque son los que conocen todo lo que pasa en el barrio Farid. En la plaza principal del barrio de Schilderswijk, un grupo de 40 extremistas juraron lealtad a Daesh (el acrónimo en árabe de Estado Islámico) hace poco más de un año.
«Las concentraciones fueron autorizadas por el propio alcalde; yo mismo le pedí que no lo hiciera. Quiero pensar que su intención fue que la policía tuviera fichados a los implicados, aunque de ellos, algunos ya se fueron a Siria y otros están detenidos», le confirma el concejal Kajouane a BBC Mundo.
En diciembre, nueve residentes de Schilderswijk fueron condenados a seis años de cárcel por su participación en grupos extremistas.
Y en marzo el rey de Holanda, Guillermo Alejandro, visitó el barrio en un gesto de apoyo a la lucha contra el radicalismo y pidió que la «la sociedad se una contra esa lacra».
Pero la gente del barrio ve el problema en otra parte.
La impresión general es que la policía ha arrojado la toalla. «Tiene miedo de los residentes del barrio, los reprime en lugar de mantenerlos como aliados porque son los que conocen todo lo que pasa en el barrio», dice Farid que, según explica, está elaborando un programa de «desradicalización» para el gobierno.
El ayuntamiento, afirma, delega la tarea de mantener el orden en instituciones como la mezquita salafista de As Sunnah, muy criticada tras su papel en uno de los eventos más dramáticos de la historia del país: el asesinato en 2004 delcineasta y crítico del islam Theo van Gogh.
El brutal homicidio fue cometido por Mohammed Bouyeri, un radical islamico que pertenecía al grupo Hofstadt (antiguo nombre de La Haya).
Fue en la mezquita As Sunnah donde se había inspirado en las prédicas de un imán sirio, Fuaz Jneid, quien en varios de sus sermones instigó a matar a los críticos del islam.
«Dolor de muelas para los holandeses»
«Es el propio gobierno quien ha fomentado la radicalización dando su respaldo a la mezquita salafista y cooperando con ella», denuncia ante BBC Mundo Mustafa Barbouch, presidente de la asociación Visión juvenil, que reintegra a jóvenes de Schilderswijk.
«Ellos no son parte de la solución, son el problema, especialmente si tenemos en cuenta los delitos que han cometido, como el casamiento de niñas o la promoción de la poligamia«.
Kajouane, funcionario del gobierno, confirma tener conocimiento de que la mezquita haya celebrado varios matrimonios de adultos con chicas menores de edad, pero asegura que «eso ya no ocurre y las cosas están cambiando».
El imán Jneid ya no ejerce en ese centro religioso, pero sigue activo en las redes sociales y lleva a cabo rezos en algunas mezquitas.
«As Sunnah siempre ha sido un dolor de muelas para los holandeses», le dice a BBC Mundo Jan Jaap de Ruiter, especialista holandés en extremismo.
«Nunca ha mantenido un discurso moderado y ahora tampoco, pero la municipalidad de La Haya se ve en la disyuntiva de colaborar con ellos y saber qué ocurre dentro, o mantenerlos como enemigos«.
No obstante, Farid insiste en que esa relación con los salafistas permanece. Asegura que incluso «voluntarios de la mezquita han ejercido la tarea de mantener el orden en el barrio en momentos como la Navidad o las fiestas religiosas, una situación que el templo aprovecha para imponer la radicalización» entre la gente.
«El problema es que no se sabe cuál es la agenda de la mezquita salafista ni tampoco sus verdaderos contactos», afirma De Ruiter, también arabista de la Universidad de Tilburg.
«Lo que sí sabemos, por ejemplo, es que esa mezquita es cercana a los jóvenes holandeses que se han ido a Siria«.
Guetos
La semana pasada, lo que iba a ser una multa de la policía a un vehículo mal aparcado, acabó en una trifulca en la que llegaron a las manos un agente y un residente de la zona.
Una muchedumbre rodeó la zona, y toda la escena dió la impresión de que se trataba de un barrio fuera de control.
Sin querer dar más importancia a este tipo de sucesos y manteniendo la versión oficial, Kajouane intenta destacar lo positivo del Schilderswijk.
Se refiere a las aceras arregladas, los edificios recién levantados, una biblioteca nueva y apartamentos de vivienda social «para fomentar la integración de estas familias y hacerles entender que no están marginadas«.
No obstante, él mismo reconoce que «no es suficiente mientras la gente siga sin educar y sin tener trabajo».
Mientras señala a un grupo de hombres apoyados en un muro, explica: «Aunque lleven 30 o 40 años en el barrio, muchos siguen sin hablar holandés porque ni salen de Schilderswijk ni se comunican con los los locales».
El resultado son «unos guetos de los que no hay manera de sacarlos y a los que no se puede acceder» para saber qué ocurre allí, concluye el concejal.
La sombra de las mezquitas de Schilderswijk sigue siendo alargada en un caos organizado entre las calles de La Haya.