El candidato opositor a las elecciones presidenciales de Venezuela por los partidos Avanzada Progresista (AP), Movimiento al Socialismo (MAS) y Copei, Henri Falcón, sustenta parte de su campaña electoral en la dolarización como única salida para apalear la hiperinflación. Nicolás Maduro, actual presidente, lo considera anticonstitucional y en su lugar propone fortalecer el bolívar, moneda nacional.
De cara a las elecciones presidenciales del 20 de mayo, Falcón asomó «un plan de estabilización macroeconómica, cuya principal ancla es la dolarización, como garante para detener la hiperinflación», dijo, asegurando que «un elemento clave para que se pueda volcar la mirada de la inversión internacional hacia nuestro país deviene de que tengamos instituciones serias, creíbles, confiables, autónomas e independientes».
Más allá de lo simple, es importante preguntarse cómo podrá competir, en materia de exportaciones en el mercado internacional, una industria como la venezolana, siendo esta acción la única salida para obtener divisas más allá de las que genere la venta petrolera, de la que no se podría seguir dependiendo.
Los ingresos obtenidos por la producción de crudo serán los únicos con los que se podría recurrir para pagar la deuda, obras públicas, importaciones y salarios que, en vista de un constante subir y bajar de precios, supondría una disminución de este último, generando desempleo pues el dinero no alcanzaría para cumplir con las necesidades del Estado y adiós a los programas sociales.
Soluciones mágicas son las que aprovechan el clima de incertidumbre generado por la caída de los precios del petróleo, el boicot a la economía, desabastecimiento y bloqueo bestial por parte de Estados Unidos para calentar la oreja y minar de esperanzas a los más ingenuos.
Pero que nadie se engañe, las conductas especulativas y la corrupción heredada de la Cuarta República podrían mantenerse como acciones negativas en el nuevo mercado y, lo más importante, se perdería la soberanía monetaria, pues se dependería de la Reserva Federal de EEUU (instancia externa que manipularía el control de la economía y a la que, por cierto, habría que pagar señoriaje, que es un porcentaje por cada billete emitido, controlando el circulante, y por ende, el control sobre la economía).
En este sentido la Constitución Bolivariana de Venezuela establece en su artículo 318, que «las competencias monetarias del Poder Nacional serán ejercidas de manera exclusiva y obligatoria por el Banco Central de Venezuela. El objetivo fundamental de éste es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria. La unidad monetaria de la República Bolivariana de Venezuela es el bolívar».
Aunque parezca un tema simple, un Estado solo puede regular su actividad monetaria si genera circulante para cubrir necesidades internas, ordenar el presupuesto y regular en la economía interna, trabajo que ejecuta el Banco Central, órgano que desaparecería con la dolarización, amplía la Misión Verdad en su sitio web.
De esta forma la incapacidad del Estado de emitir moneda dejaría en manos de las exportaciones la posibilidad de un ingreso extra y volvemos al punto uno: cómo compite una industria golpeada.
Habría que ver con lupa la experiencia de los países en Latinoamérica que han dolarizado su economía: Ecuador (1999), El Salvador (2001) y Panamá (1904).