El inspector general especial de la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR), John Sopko, ha vuelto a advertir sobre problemas de corrupción con los fondos de «ayuda militar» que EEUU destina al país de Medio Oriente.
Según AntiWar, el Ejército afgano es conocido por inflar el número de soldados para abultar el aporte de la OTAN y los contribuyentes en América, sin fiscalización por parte del gobierno.
El problema de los «soldados fantasmas» se expande también a policías, profesores y autoridades gubernamentales ficticias, por los cuales se invierten cifras cercanas a los $300 millones en salarios, manifestó SIGAR.
«Los sueldos individuales de los empleados del gobierno afgano son bastante reducidos, particularmente para reclutas militares, motivo importante para que esa nación pelee por llenar sus filas con gente real. Que los comandantes puedan llenar sus bolsillos con la diferencia aumenta el incentivo para inventar nombres y ‘pagarles'», escribe Jason Ditz.
El fenómeno, puntualiza Ditz, genera «estadísticas inexactas sobre cuántas tropas defienden cada punto de control y ciudad», hecho que a la larga provoca incertidumbre sobre el avance de los talibanes en el territorio.