El arma química «no letal» que mata a los palestinos

Akkram Huessni, un joven del campamento dijo a Mondoweiss que el jueves por la noche las fuerzas israelíes irrumpieron en el campamento de refugiados de Aida en el sur de la ciudad cisjordana ocupada de Belén

El arma química «no letal» que mata a los palestinos

Autor: Arturo Ledezma
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Un manifestante lanza gases lacrimógenos de retorno a las fuerzas israelíes. La práctica es difícil y peligrosa. Una vez que se pone en marcha el bote es probable que el manifestante tenga que recuperarse por algún tiempo hasta que se disipa la nube del gas sin que le haga efecto. (Foto: Abed al Qaisi) 

Akkram Huessni, un joven del campamento dijo a Mondoweiss que el jueves por la noche las fuerzas israelíes irrumpieron en el campamento de refugiados de Aida en el sur de la ciudad cisjordana ocupada de Belén. Los jeeps cayeron sobre el campamento por todas las entradas disparando indiscriminadamente ráfagas de gas lacrimógeno.

Las familias se apresuraron a cerrar las ventanas tratando de poner paños en cualquier grieta que pudiera permitir que se filtrase el gas nocivo, una práctica que habitual en los hogares de todo el territorio ocupado de Cisjordania.

Mientras Aida es conocido por ser políticamente activo, las fuerzas israelíes en general se centran en los manifestantes, pero el jueves las fuerzas parecían hacer caso omiso de los manifestantes y fueron a por la comunidad en su conjunto, disparando grandes cantidades de gases lacrimógenos, dijo Huessni.

«Todo el campo estaba lleno de gas», recordó. «Tuvimos que mantener a las personas con máscaras de gas en todo el espacio del campo para sacar a la gente que quedó atrapada fuera de las nubes blancas»

 En medio del asalto, el ejército y la policía de fronteras israelíes emitieron por sorpresa un mensaje a los residentes a través del altavoz. Un joven grabó todo el mensaje en video.

«Pobladores del campo de refugiados de Aida, somos el ejército de ocupación», la voz del oficial de policía fronteriza resonó en árabe en todo el campamento. «Si ustedes lanzan piedras, los envolveremos con el gas hasta que todos estén muertos, jóvenes, niños, ancianos, todos morirán».

«Todos ustedes morirán», dijo el oficial. «No vamos a dejar a ninguno vivo. Hemos arrestado a uno de ustedes, está con nosotros ahora, nos lo llevamos de su casa y le vamos a sacrificar y matar mientras ustedes deciden si siguen tirando piedras. Vayan a sus casas o los gasearemos hasta que mueran, sus familias, sus hijos, todos. Les mataremos», continuó el mensaje.

Según los informes el agente de la policía fronteriza que emitió el mensaje fue suspendido de sus funciones, informaron los medios israelíes. Mientras el mensaje captado en video fue impactante por muchas razones y dejó bien sentada al menos una verdad importante, los gases lacrimógenos matan.

Al día siguiente la amenaza se hizo realidad cuando un bebé de ocho meses, Ramadán Thawabta, se asfixió y murió por inhalación de gas lacrimógeno durante los enfrentamientos en la aldea de Beit Fajjar, al sur de Belén. Así lo testimoniaron los médicos a la agencia de noticias palestina Maan news.

Un poco más de una semana antes, un activista por la paz de 54 años afectado de una enfermedad cardiaca inhaló el gas y murió. Los médicos confirmaron que lo mató la inhalación de gas lacrimógeno y no su condición anterior, según Maan.

Un arma química «no letal»

El gas lacrimógeno es un arma química supuestamente no letal muy utilizada por las fuerzas israelíes en la ocupada Cisjordania y otras áreas del territorio palestino. El gas pertenece a un grupo de agentes químicos conocidos como «agentes lacrimógenos», de la palabra latina «lacrima», es decir lágrima.

El nombre, sin embargo, es engañoso por dos razones. En primer lugar, el gas lacrimógeno no es un gas, sino más bien una sustancia química sólida hecha en un aerosol que flota en el aire cuando se suelta. El gas se asienta sobre las superficies, incluyendo la ropa, y puede reactivarse si una superficie impregnada con gases lacrimógenos entra en contacto con la piel días más tarde.

En segundo lugar, el gas lacrimógeno afecta mucho más que los ojos, también la piel y las vías respiratorias son igualmente sensibles a la sustancia química.

 Un niño cierra los ojos con fuerza esperando a que pasen los efectos del gas lacrimógeno para avanzar. El niño sabe bien que tocarse la cara,podría empeorar los síntomas. (Foto: Abed al Qaisi)

Cuando hay exposición a gases lacrimógenos, los primeros afectados son los ojos ya que el gas comienza a picar y hace que sea difícil ver. Tocar los ojos o poner agua en la zona afectada sólo empeora la situación. El segundo efecto es sobre el sistema respiratorio, el gas hace sentir como si el pecho de la víctima se contrajera y se hace difícil, si no imposible, respirar.

El gas lacrimógeno también provoca picor e inflama las partes de la piel sensibles o húmedas, como la cara, el cuello y la parte interna de los brazos. La exposición intensa a veces puede dar lugar a quemaduras o ampollas y el sudor o el agua pueden activar el gas en las horas siguientes a la exposición.

Si hay sobreexposición, especialmente los niños, los ancianos y las personas con problemas respiratorios como el asma, el gas «no letal» puede ser mortal.

Las defensas de los palestinos

Estuvo prohibida la utilización del gas lacrimógeno durante la guerra bajo la Convención de Armas Químicas, que fue adoptada en la Conferencia de Desarme en Ginebra en 1992. Según las Naciones Unidas el 98 % de la población mundial ha firmado el acuerdo, incluido Israel.

No se sabe si los productos químicos en los utilizados gases lacrimógenos causan efectos a largo plazo, ya que ha habido muy pocos estudios realizados sobre el tema.

Independientemente de su supuesta ilegalidad y los efectos secundarios desconocidos, sería difícil encontrar un hogar en el territorio palestino ocupado que no sepa cómo combatir los síntomas del gas debido a su uso frecuente y masivo por las fuerzas israelíes contra los palestinos.

En un día cualquiera en las aldeas, ciudades y campos de refugiados de los territorios palestinos ocupados, donde los enfrentamientos se han convertido en un hecho cotidiano, los palestinos luchan contra el arma química.

En el campamento de refugiados de Aida tres adolescentes yacen en el piso de una casa que no es la suya. Mientras una joven mujer sostiene un ventilador encima de los jóvenes, la madre de la familia toma una cebolla pelada preparada en la mesa de la sala y comienza a frotar trozos de la raíz sobre las caras de los jóvenes que sufren.

Los lugareños utilizan cebollas, perfume, vinagre y alcohol para combatir los síntomas, aunque poco se sabe de por qué estos métodos parecen ofrecer alivio.

Cuando un joven parece gravemente afectado un médico es convocado desde la calle exterior. El médico, un voluntario que ha pasado casi todas las noches desde el comienzo de octubre ayudando a los heridos durante los enfrentamientos diarios, viene rápidamente en ayuda del joven.

El médico comienza golpeando suavemente sobre el pecho del adolescente, pidiéndole varias veces que trate de hablar. Otro médico entra en la habitación, abre un paquete de algodón con alcohol y limpia la cara del adolescente de la sustancia química. Finalmente el joven puede volver a respirar. Tiene la cara roja y permanece exhausto en el suelo hasta que los efectos desaparecen por completo.

De acuerdo con la agencia de noticias Maan, la Media Luna Roja informó de que 5.399 palestinos fueron tratados por excesiva inhalación de gases lacrimógenos durante el mes de octubre, un promedio de 174 personas al día.

Además de las lesiones causadas por el gas, las latas del gas lacrimógeno por sí mismas a veces golpean a los manifestantes, hiriéndoles con el tubo de metal por la fuerza con que se arrojan al aire, así como por el calor del metal. Las latas por sí mismas pueden quebrar la piel, romper ventanas y prender fuego a árboles y campos, todas cosas que han sido durante mucho tiempo una realidad cotidiana para los palestinos.

Fuente: http://mondoweiss.net/2015/11/chemical-killing-palestinians

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.


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