«Escuchen a éste, el mundo hablará de él», dijo Wolfgang Amadeus Mozart refiriéndose a Ludwig van Beethoven, en un encuentro organizado por Archiduque Maximiliano Francisco.
Hoy, 26 de marzo, se conmemora otro aniversario de la partida de uno de los pianistas, compositores y directores de orquesta más prolíficos de la historia musical, nacido el 16 de diciembre de 1770, en Bonn, Alemania, y quien seguiría los pasos de su abuelo (director de capilla de la corte Bonn) y de su padre Johann van Beethoven (cantante y músico).
Hurgando en trayectoria, con siete años, Beethoven se presentó por primera vez en público en Colonia y a partir de allí empezó a tocar órgano con el afamado Gottlob Neefe (1748-1798). Cuatro años más tarde, en 1782, con 11 años de edad, Beethoven publicó su primera composición: 9 Variaciones sobre una Marcha de Erns Christoph Dressler (WoO 63) y en 1783 Neefe resaltó públicamente en una revista sus capacidades: «Si continua así será el nuevo Mozart».
En 1792, Beethoven trabajó en Viena (considerada la capital de la música en el mundo) con Joseph Haydn (1732-1809) y Antonio Salieri (1750-1825), dándose a conocer como compositor y pianista en un concierto realizado en 1795. Un año después, la sordera empezó a causar estragos en su vida, hasta 1815 cuando perdió su audición.
La ópera Fidelio, integrada por ocho de sus primeras sinfonías, tres de sus conciertos para piano y uno para violín; la Sinfonía nº 9, la Missa Solemnis y los cuartetos de cuerda y sonatas para piano, son algunos de sus logros más destacados, pese a sus intentos de suicidio y constante depresión.
A finales de 1826 enfermó y decidió refugiarse en casa de su hermano, donde murió el 26 de marzo de 1827, a los 56 años de edad. «Aplaudan amigos, la comedia ha terminado», dicen que fue una de sus últimas frases antes de partir de este plano.
Su fallecimiento ocurrió durante una tormenta eléctrica y la autopsia reveló hígado descompuesto por el alcohol y cirrosis avanzada.