El nuevo mundo según el Presidente Putin

Es este discurso en el seno del foro de Valdai, donde aparece con más nitidez su pensamiento y propuestas para que el mundo transite hacia una nueva configuración mundial que logre el objetivo de una seguridad global y condiciones para un desarrollo equitativo entre los pueblos.

El nuevo mundo según el Presidente Putin

Autor: El Ciudadano

Por Carlos Gutiérrez P.

El presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, participó este 7 de noviembre en la sesión plenaria del XXI Foro Internacional de Discusiones Valdái, que arrancó el lunes 4 en la ciudad rusa de Sochi.

Este año, el foro celebró su 20° aniversario y contó con la asistencia de 140 expertos de más de 50 países que han llegado a Sochi para discutir el tema principal del evento: “Paz duradera: ¿sobre qué base? Seguridad global e igualdad de oportunidades para el desarrollo en el siglo XXI”.

Por lo menos desde el año 2007, en la conferencia de seguridad realizado en la ciudad de Munich, y especialmente en febrero del año 2022 con el inicio de la Operación Especial en Ucrania, y posteriormente en distintos eventos internacionales, como el encuentro RusiaÁfrica del año 2023 y la cumbre de los Brics, ahora recientemente, se ha podido realizar un seguimiento de la reflexión y la postura del liderazgo de Putin en relación a la situación actual del sistema internacional, sus problemáticas y el nuevo rumbo por el que este debiera encauzarse.

Ya en el discurso ante los Brics, y particularmente en el largo documento de acuerdos, se señala una visión crítica con lo actualmente existente y los posibles hitos fundamentales que debieran ser parte de las transformaciones.

Pero es este discurso en el seno del foro de Valdai, donde aparece con más nitidez su pensamiento y propuestas para que el mundo transite hacia una nueva configuración mundial que logre el objetivo de una seguridad global y condiciones para un desarrollo equitativo entre los pueblos.

1) Sobre la caracterización del mundo actual

El presidente Putin dice con toda franqueza que la formulación sobre “nuevas reglas de juego o un juego sin reglas” describe el actual punto de inflexión en que el mundo se encuentra, y esta ha sido la denominación privilegiada por la comunidad occidental sobre el actual sistema basado en reglas, las que por supuesto, emanan desde el centro unipolar que es Estados Unidos.

La tesis sobre los acelerados cambios que vive el mundo no son nuevas, y es fácil darse cuenta de ello en los campos de la política, la economía, la vida social, las tecnologías sociales, de la información y la producción.

Plantea que en el mundo actual se han acumulado numerosas contradicciones, para lo cual no se dispone de una red de seguridad confiable y que dé garantías tanto a escala global como regional. El sistema ha sido seriamente debilitado, fragmentado y deformado conllevando una difícil vida para las instituciones internacionales.

Este sistema que emanó después de la Segunda Guerra Mundial, se basaba tanto en el balance de fuerzas y el derecho de los vencedores como en las relaciones respetuosas entre los líderes de entonces que buscaron permanentemente el acuerdo.

No es posible destruir este sistema existente, sin construir algo en su reemplazo, de lo contrario no habría otro instrumento que no sea el uso de la fuerza bruta. Lo que se necesita es una reconstrucción racional y adaptarlo a las nuevas realidades del sistema de relaciones internacionales.

Pero, ha sido Estados Unidos quien se declaró vencedor de la Guerra Fría e impulsado la idea de que no había necesidad de un nuevo sistema equilibrado. Hoy lo que se ve es un sistema con una aguda y profunda desestabilización. Ha sido junto a sus aliados, especialmente otanistas, las que han impuesto sus propias recetas haciéndolas pasar por opinión de toda la comunidad internacional.

El concepto de soberanía nacional se ha convertido en algo relativo. La fórmula que domina es “cuanto mayor lealtad al solo centro de poder mundial, tanto mayor será la legitimidad de este o aquel régimen de gobierno”.

Y si es que existe alguien que se rehúsa a este modelo las medidas son ya muy conocidas: uso de la fuerza, presión económica y propagandística, injerencia en asuntos internos, apelación a cierta legitimidad supralegal, derrocamiento de regímenes, chantaje a los líderes.

Este comportamiento agresivo y unilateral produce efectos contrarios, como el aumento de los conflictos, escalan en intensidad, diseminación del caos, y potenciamiento de grupos que van desde los neofascistas hasta el radicalismo islámico.

Ahí están las realidades recientes sobre el apoyo estadounidense a los talibanes en la lucha contra la Unión Soviética; las dos guerras contra Irak; la destrucción de Libia; la guerra contra Siria; el apoyo al Estado Islámico.

Este periodo de dominación unipolar ha demostrado claramente que el dominio de un solo centro de poder no lleva al aumento de la gobernabilidad de los procesos globales. Al contrario, esta endeble construcción ha mostrado su incapacidad para luchar contra amenazas tales como los conflictos regionales, el terrorismo, el narcotráfico, el fanatismo religioso, el chauvinismo y el neonazismo. Al mismo tiempo el unipolarismo ha abierto un ancho camino para un hipertrofiado orgullo nacional, manipulando a la opinión pública para consentir que el fuerte acose y suprima al más débil. Esencialmente el mundo unipolar es simplemente un medio para justificar la dictadura sobre los pueblos y los países.

Una de las acciones más usadas por Occidente han sido las sanciones. Estas están socavando el comercio mundial, las normas de OMC y los principios de la inviolabilidad de la propiedad privada, golpeando fuertemente el propio modelo liberal de globalización, cuyos máximos beneficiarios son los propios países occidentales. Esto resta la confianza en el resto del mundo y señalan la desilusión acerca de los frutos de la globalización.

2) Sobre el mundo futuro

Es indudable que los factores humanos: la educación, la ciencia, la sanidad, la cultura jugarán un papel creciente en la competición global. Esto, por su parte, impacta fuertemente sobre las relaciones internacionales, porque la eficacia de este soft power («poder blando») dependerá en gran medida de los logros reales en la formación del capital humano más que en sofisticados trucos de propaganda.

Al mismo tiempo, la formación del llamado mundo policéntrico en y por sí mismo no mejora la estabilidad; de hecho, lo más probable es lo contrario. El objetivo de lograr un equilibrio global se transforma en un complicado rompecabezas, en una ecuación con muchas incógnitas. Pero, es indudable que la aspiración a construir un sistema con estas características es más auspicioso que el actualmente vigente.

Debe crearse un sistema claro de obligaciones mutuas y acuerdos, mecanismos de manejo y resolución de crisis.

Hoy muchos países están optando que su garantía de seguridad es crear su propio arsenal atómico. Estamos por disminuir estos arsenales, porque eso es más beneficio para todo el sistema, pero sin que existan trampas ni dobles estándares al respecto.

Hay una amenaza en aumento, y es relativa a conflictos étnicos, religiosos y sociales que son peligrosos en sí mismos, pero también porque crean zonas de anarquía y caos, donde florecen grupos terroristas y criminales, con una afectación tremenda hacia la población civil.

Sin embargo, es evidente que el éxito y un resultado real solo será posible si los participantes clave de la vida internacional pueden armonizar sus intereses básicos, sobre la base de una lógica autolimitación, y den un ejemplo de liderazgo responsable y positivo. Hay que definir claramente hasta dónde pueden llegar las acciones unilaterales y dónde y cuándo deben aplicarse mecanismos multilaterales. Y para mejorar la efectividad del derecho internacional debemos resolver el dilema entre las acciones de la comunidad internacional para garantizar la seguridad y los derechos humanos y el principio de la soberanía nacional y la no injerencia en los asuntos internos de los países.

Añade a lo anterior que las relaciones internacionales deben construirse sobre el derecho internacional, en cuya base deben estar principios morales tales como la justicia, la igualdad y la verdad. Quizás lo más importante sea el respeto al socio y sus intereses. Es una fórmula obvia, pero que si se sigue puede cambiar de raíz la situación en el mundo.

A la luz de los cambios fundamentales en el ambiente internacional, la creciente ingobernabilidad y las diferentes amenazas nos obligan a forjar un nuevo consenso entre las fuerzas responsables. No se trata de cualquier acuerdo local, o de una separación de esferas de influencia al estilo de la diplomacia clásica, o de la dominación completa y global de algún actor. Creo que se necesita una nueva versión de la interdependencia. No hay que tenerle miedo. Al contrario, es un buen instrumento para armonizar posiciones.

Esto es particularmente relevante si se toma en cuenta el fortalecimiento y crecimiento de determinadas regiones del planeta, lo que comporta la exigencia objetiva de institucionalizar la existencia de dichos polos, creando potentes organizaciones regionales y elaborando normas para su interacción. La cooperación entre estos centros otorgaría una fuerza considerable a la seguridad mundial, a la política y la economía. Pero para conseguir éxito en tal diálogo hay que partir del supuesto de que todos los centros regionales y los proyectos de integración nacidos a su alrededor deben tener idéntico derecho a desarrollarse, de modo tal que puedan complementarse mutuamente y nadie pueda forzarlos a incurrir en conflictos u oposiciones artificiales. Acciones destructivas de este tipo romperían las relaciones entre estados, y ellos mismos atravesarían por situaciones muy difíciles, incluso llegando hasta su propia destrucción.

El pensamiento y las propuestas del presidente Putin están dichas explícitamente y sin ambages, y tienen una composición mayoritaria muy realista y cruda de nuestra actual situación mundial, pero también muy positiva de los caminos posibles para una nueva construcción y convivencia internacional, aprendiendo de los aciertos y errores del mundo post guerra mundial, y que hoy exige una nueva mirada civilizatoria.

Por Carlos Gutiérrez P.

Carta Geopolítica 23. 19 de noviembre de 2024.

Centro de Estudios Estratégicos – Chile [[email protected]]

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Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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