La popularidad del presidente francés, Emmanuel Macron, va en picada, a un año de haber iniciado su carrera presidencial.
El 7 de mayo de 2017, Macron ganó la segunda vuelta de las elecciones con un 66,1% de los votos, convirtiéndose, con 39 años de edad, en el presidente más joven en la historia del país. Siete días más tarde, el 14 de mayo asumió el poder como vigésimo quinto presidente de la República Francesa, copríncipe de Andorra y gran maestre de la Legión de Honor.
Desconocido hoy por el gran público, se le ha tildado de monárquico y se ha criticado el ritmo frenético a su programa reformista que da mayor importancia al sistema fiscal que al plano social. Enfocado en hacer carrera en la política internacional, tampoco ha conseguido liderazgo ni apoyo por parte de Alemania para reformar la Unión Europea, uno de sus objetivos claves.
Proveniente de los círculos más altos de la élite clásica francesa se ha encontrado con dificultades y paros como los del sector ferroviario, educativo, sanitario y de transporte aéreo. Solo en abril Air France, la principal aerolínea del país, canceló vuelos mientras que la Sociedad Nacional de Ferrocarriles retrasó y canceló la salida de trenes de alta velocidad y regionales.
Los primeros reclamaban una subida salarial del 6%, frente al 1% propuesto por la empresa, mientras que los segundos se quejaban de la modificación del estatuto laboral de los trabajadores ferroviarios.
Solo la última encuesta efectuada por el instituto demoscópico Ifop-Fiducial advertía que seis de cada diez franceses están en su contra. La misma se llevó a cabo entre los pasados 12 y 16 de abril, momento en el que París apoyó el ataque a Siria, aliándose con Londres y Washington. Siete de cada diez encuestados le considera autoritario y solo un 30% coincide en que se preocupa por la mayoría.
Pese a esto, en el informe expone que el 57% de los franceses estiman que Macron ha cumplido los compromisos adoptados durante la campaña electoral, en la cual prometió reducir 120.000 empleos en el sector público, recortar el gasto público en US$65.000 millones y reducir la tasa de desempleo a menos de 7%. Además, se comprometió a combatir el cambio climático y a luchar contra el terrorismo, no solo en Francia sino también en el mundo.
Su carisma y confianza se desvanecen, pues son pocos los encuestados que coinciden en que ha resuelto la situación en los hospitales (18%), el poder adquisitivo (26%), la reforma de las pensiones (27%) y el control de la inmigración (29%).
De allí que las huelgas contra su gobierno continúen en contra del paquete de reformas. Otro que le dio la espalda fue Pierre de Villiers, jefe de las Fuerzas Armadas, que renunció a su puesto en julio de 2017, tras el recorte presupuestario impuesto al sector.
Mientras todo esto ocurría Macron se centró en reanudar sus lazos con África y reunirse con el presidente ruso Vladimir Putin y con su homólogo estadounidense Donald Trump, estableciendo con este último un vínculo más estrecho.
Considerado «encantador de serpientes«, «implacable», «dispuesto a utilizar el rodillo sin miramientos», la supresión del impuesto sobre las grandes fortunas (excluido el patrimonio inmobiliario) y del llamado exit-tax, creado para frenar la fuga de millonarios, han beneficiado ciertamente a los ricos.
A nivel comunicacional, la prensa francesa ha perdido un espacio conquistado por la maquinaria del Elíseo capaz de producir sus propios mensajes y utilizar con eficacia las redes sociales.
La fundación Jean-Jaurès, también había llevado a cabo un sondeo que dividía a los franceses en tres categorías: un 39% de franceses están asqueados, un 33% encantados con él y un 28% manifiesta sentimientos encontrados.