El ejército de Estados Unidos bombardeó posiciones del Daesh (Estado Islámico) en la ciudad libia de Sirte, ciudad costera convertida en feudo de los terroristas hasta el pasado mes de mayo.
El ataque, que se llevó a cabo sin la autorización del Congreso norteamericano y sin ningún debate previo, tuvo el apoyo del Gobierno de Acuerdo Nacional libio presidido por Faiez Serraj, que cuenta con el respaldo internacional pero se disputa con otros dos Ejecutivos paralelos el control del país, que vive inmerso en una situación de caos y desgobierno desde la caída de Muammar Gaddafi impulsada por la OTAN y liderada por Washington en octubre de 2011.
La intervención representa una escalada significativa en la guerra de EEUU contra el Daesh, que ahora se desarrolla mucho más allá de las fronteras de Siria e Irak. El New York Times calificó el plan de «muy preocupante» y dijo que representa un «avance significativo de una guerra que fácilmente podría extenderse a otros países del continente».
«Queremos atacar al Estado Islámico en cualquier lugar donde levante cabeza. Libia es uno de esos lugares», declaró el portavoz del Pentágono, Peter Cook. Según él, los ataques aéreos «continuarán siempre y cuando [el Gobierno de Libia] los pida» y no tienen «un punto final en este momento particular».
“El Consejo Presidencial, como Comandante Supremo del Ejército, decidió solicitar a EEUU que realizara ataques aéreos específicos contra el Daesh […] Quiero asegurarles que estas operaciones serán limitadas a un calendario específico y no traspasarán Sirte y sus suburbios”, declaró, por su parte primer ministro Serraj desde Tripoli.
Esta no es la primera vez que los estadounidenses lanza un ataque aéreo contra instalaciones del Daesh en Libia. El último de ellos tuvo lugar el pasado mes de febrero en la ciudad de Sabrata, al oeste del país. Para llevar a cabo las intervenciones es fundamental la coordinación con el Gobierno libio ya que una clara mayoría de la población rechaza categóricamente una acción militar extrangera unilateral.
A pesar de que hace unos meses parecía que las milicias gubernamentales habían recuperado el control de la ciudad, aún se concentran importantes flancos yihadistas en la zona. Uno de los principales focos de ataque del Daesh fueron las instalaciones petrolíferas libias, hecho que provocó una reducción considerable de la producción de crudo. Antes de la guerra civil de 2011, Libia producía 1,5 millones de barriles diarios, pero en los últimos años no llega a una media de 300.000.
Rusia llama a respetar el derecho internacional
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso declaró este martes en un comunicado que la lucha contra el grupo terrorista debe llevarse a cabo en estricta conformidad con el derecho internacional.
«Rusia siempre ha abogado por la necesidad de una acción decisiva para destruir al Estado Islámico y otros grupos terroristas, dondequiera que se encuentren, en estricta conformidad con las normas del derecho internacional. En este sentido, creemos que el establecimiento de una sólida coordinación entre todos los Estados que participan en la lucha contra el terrorismo es de fundamental importancia», señaló la Cancillería rusa.
El posicionamiento del Kremlin llega después de que este lunes cinco militares rusos murieran cuando un helicóptero fue abatido en el norte de Siria.
Desde Moscú explicaron que el aparato regresaba luego de una misión sobre la ciudad de Alepo, hoy epicentro de una de las batallas más disputadas entre los rebeldes sirios y el régimen de Bashar Al-Assad, que cuenta con el apoyo de Moscú.
Con estos, ya son ocho los soldados rusos muertos en Siria desde el pasado 30 de septiembre, cuando el presidente Vladimir Putin ordenó la intervención militar para respaldar a su aliado Al-Assad.