“Desde oficinas hasta Disney world” titula un artículo de New york Times respecto a los puestos de trabajo afectados por las decisiones de la gestión de Donald Trump. Es que el fin al estatus , que regularizaba la situación de miles de inmigrantes haitianos, salvadoreños y nicaragüenses llegó a su fin. A la angustiosa situación de miles de personas que se preparan para un exilio forzado o esperan una vida en la ilegalidad supeditados al fantasma de la deportación, se suma la perdida de una porción importante de la fuerza de trabajo.
El fin de la situación regular de los trabajadores inmigrantes, incluidos aquellos jóvenes que son calificados como “dreamers”, a quienes también se les ha negado la posibilidad de mantener sus permisos de trabajo, podría desemplear a cerca de 1 millón de personas en cosa de meses.
Esta reducción explosiva en su personal pone en jaque a cientos de empresas que consideran muy valioso el trabajo inmigrante. Víctor Moran, director ejecutivo de Total Quality emplea a 228 personas con Estatus de Protección, “Si te deshaces del 26 por ciento de mis empleados supongo que tendré que clausurar otros contratos” eso “a menos que quiera quebrantar la ley” dijo en entrevista con el New York times.
Stan Marek, dueño de una constructora en Houston, se refirió en el mismo medio a la importancia que tiene el trabajo inmigrante para la reconstrucción de su ciudad luego del huracán Harvey, destacando que no hay estadounidenses para ese trabajo. Destacó además lo que significa para ellos el hecho de tener que despedir a sus trabajadores para mantenerse dentro de los márgenes de la ley “Si pierden su estatus, pues, bum, tendremos que despedirlos, y eso no es nada divertido; decirle a alguien que tiene tres hijos en el colegio, todos nacidos en Estados Unidos, que lo van a liquidar”. “Son buenas personas, muy buenas personas” agregó.
La preocupación se mantiene respecto a la situación de miles de personas, que más allá de perder sus puestos de trabajo y sus documentos, arriesgan quedar expuestos condiciones en extremo vulnerable, tanto en Estados Unidos como en sus países de origen.
Fuente: The New York Times