Para nadie es un secreto que Estados Unidos (EEUU) se encuentra comprometido en diversos conflictos alrededor del mundo, ahora más con Donald Trump en el poder. Guerras militares, económicas y bloqueos financieros que también trascienden al escenario diplomático y geopolítico, todo con un mismo objetivo: generar invasiones contra otros territorios soberanos para dar golpes de Estado, deteriorar sus democracias y alinearlos a sus intereses.
Todo esto lo realiza Washington mientras promociona, financia y crea grupos paramilitares con fines terroristas para ampliar las ganancias que le generan la industria de la guerra e incluso los altos dividendos que les genera tener el control de la poderosa y multimillonaria industria del narcotráfico.
Desde el 20 de enero de 2017, cuando el magnate y empresario Donald Trump comenzó a ejercer la presidencia estadounidense desde la Casa Blanca la conflictividad de EEUU ha llevado al país norteamericano a enfrentarse no sólo con sus «enemigos» históricos como Rusia, China, Irán y Venezuela; sino también contra sus propios aliados entre ellos Alemania, Francia, la Unión Europea y hasta Israel.
Pareciera entonces que para la Casa Blanca todo dentro de su país está en muy buenas condiciones y para nada es preocupante lo que sufren sus ciudadanos a diario. Es así como escasas veces la estructura mediática -diseñada para relatar lo que hace y deja de hacer EEUU fuera de su territorio- narra lo que realmente sucede en su propio fuero interno.
Millones de pobres en aumento que a su vez se suman a condiciones de miseria, personas que se quedan sin techo debido a hipotecas y alquileres impagables que terminan por sobrevivir en carpas y carros en los alrededores de autopistas y adyacencias de las ciudades, incremento brutal de ciudadanos que se convierte en adictos a drogas duras y fármacos opiáceos, miles de ellos muertos producto de sobredosis, sin mencionar las graves cifras de desempleo, exclusión y racismo, son sólo algunos de los problemas que casi nunca están en los titulares y portadas de las corporaciones mediáticas que promocionan la línea editorial dictada por el Pentágono.
Distinto sucede cuando se trata de atacar y generar matrices de opinión manipuladas e incluso falsas para desprestigiar a otros gobiernos y pueblos, sobre todo aquellos que son contrarios a los intereses de Washington y enarbolan las banderas de la autodeterminación, la independencia y la soberanía. Pero para la administración Trump no sólo basta ser aliado a sus estrategias geopolíticas, económicas, militares, entre otras, también se debe ser enteramente complaciente y sumiso, sino existe el muy probable riesgo de entrar en su lista de sancionados, comenzar una dura tensión diplomática y entrar en la guerra de los aranceles.
Es así como EEUU no sólo se pelea abiertamente contra China, Rusia, México, Irán, Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Siria, Nicaragua, Libia, Bolivia, Afganistán,Yemen, Somalia, Níger, Irak -por mencionar algunos- también lo hace con Alemania, Francia, y otros países de la Unión Europea (UE) que intentan deslindarse de la hegemonía estadounidense como Italia, Grecia, Turquía, España, entre otros.
EEUU y su enredo: las guerras que no puede ganar y de las que no puede salir
Solamente en Afganistán las tropas invasoras de EEUU tienen 18 años intentando dar una imagen que le resulte favorable a la Casa Blanca. Los millones de asesinatos, crímenes de lesa humanidad cometidos y las innumerables violaciones a los derechos humanos sobre todo contra mujeres, niños y ancianos, son apenas una parte de los delitos cometidos por los militares estadounidenses en territorio afgano, un país que ha multiplicado la exportación de heroína y cultivos de opio desde que las fuerzas militares norteamericanas controlan el país a pesar de no haber ganado la guerra que enfrentan contra los ejercitos patriotas rebeldes que aún defienden su nación a pesar de la ocupación.
Lo mismo ocurre en Siria, Libia, Yemen, Somalia, Níger, así como en la mayoría de las guerras civiles y conflictos armados de África, Medio Oriente y Asia. Son entonces los conflictos armados una especie de trampa de la que el propio gobierno no puede salir, primero porque no logran ganar, segundo porque no quieren quedarse con la marca de la derrota y tercero porque tampoco hallan cómo terminarlas ilesos, tal y como ocurrió en Vietnam.
Algunos analistas consideran que EEUU nunca ha ganado una guerra en la que ha entrado, al menos en los últimos años.
Entrevistado por la BBC en 2017, el profesor de Ciencias Políticas Dominic Tierney, autor de varios libros sobre las contiendas estadounidenses, como The Right Way to Lose a War: America in an Age of Unwinnable Conflicts (el modo adecuado de perder una guerra: Estados Unidos en la era de los conflictos que no se pueden ganar), publicado en 2015, explica que -desde 1945- los estadounidenses “no han ganado ninguna gran guerra más allá de la del Golfo de 1991, debido a que la naturaleza de los conflictos ha cambiado”.
“Es mucho más fácil entrar en una guerra que salir de ella. Estados Unidos pasó cinco años negociando la paz en Vietnam (…) Es extremadamente difícil marcharse porque EE UU no quiere perder, no quiere admitir el fracaso y se queda atrapado indefinidamente”, agrega Tierney.
De acuerdo al último informe no clasificado del Pentágono sobre el uso de la fuerza militar, entregado en 2017, EEUU tiene entre personal activo y reservistas, 227.000 soldados estadounidenses destacados de forma permanente en el extranjero, cifra que no incluye las tropas de operaciones especiales, los cerca de 14.000 efectivos en Afganistán y otras que forman parte de acciones encubiertas y que están dentro de la «información clasificada».
«América primero»
Bajo el lema «America First» (América Primero), Trump fundamenta todas las estrategias de su política exterior, una especie de reedición de la doctrina Monroe que permeó toda la política belicita de EEUU con la frase «América para los Américanos», pero considerando «americanos» sólo a lo que le interesa -económica y geopolíticamente- al gobierno estadounidense.
Bajo esa premisa, Trump renueva las acciones de caracter imperialista de Washington contra el resto de los países: se hace, se dice y se actúa de acuerdo a lo que diga EEUU, todo lo contrario es considerado enemigo y en ese sentido debe ser atacado y aniquilado.
Así sucede contra Venezuela, Nicaragua, Cuba, México y Bolivia, sólo por considerar algunos de los países que dentro del continente americano aún mantienen gobiernos soberanos ajenos a la doctrina estadounidense y que aspiran a llevar a sus pueblos al mayor estado de felicidad posible a través de modelos sociales soberanos distintos a lo que pretente imponer EEUU en la región.
Por tal razón, son estos gobiernos considerados enemigos de EEUU, eso sin contar a México, que aún no entra del todo en esa lista pero seguramente va en camino. Prueba de ello es el empecinamiento de Trump en construir el muro fronterizo que -según él- deberán pagar los propios mexicanos.
Ya Trump amenazó a Venezuela con una invasión militar y todos los días los voceros de la Casa Blanca reiteran esa opción bélica. De igual forma, se aumenta el bloqueo financiero y diplomático contra Caracas, con el objetivo de derrocar al presidente Nicolás Maduro, al promocionar la creación de un Estado paralelo para controlar sus riquezas energéticas, minerales y naturales como petróleo, oro, coltán, gas, hierro, diamantes, agua, tierras para cultivo, entre otras.
Al mismo tiempo Nicaragua -liderada por el presidente sandinista Daniel Ortega- también es sancionada, mientras que Cuba recibe mayor presión a través del bloqueo que sufre su pueblo desde hace más de medio siglo. Otros países en mira son la Bolivia de Evo Morales y el México de Andrés Manuel López Obrador.
En ese mismo sentido, Trump se enfrenta a los gigantes de Asia y Europa: China y Rusia. La guerra contra estas naciones van dirigidas hacia el deterioro de sus negocios comerciales con la imposición de aranceles contra sus productos y la imposición de sanciones por ser supuestos países que violan los derechos humanos y las libertades.
Las relaciones con Rusia en lo diplomático han alcanzado sus niveles más bajos. Casi lo mismo ocurre con China, Irán y ahora también pretende incluirse a La India, luego que este país incrementara sus vínculos económicos y comerciales con Venezuela en los ámbitos de energía, salud y ciencia.
Administración Trump y el deterioro de relaciones diplomáticas y aumento en conflictos
Bajo la administración Trump, el número de tropas estadounidenses en Afganistán aumentó de 8.500 a 14.000 a partir de enero de 2017. El argumento utilizado por Trump fue «obligar a los talibanes a negociar un acuerdo político».
En 2016, antes que Trump llegara a la presidencia, Israel asumió una postura contraria a su candidatura. El ministro del Interior de Israel, Aryeh Dery, se mostró preocupado por la asunción de Trump como presidente. Las manifestaciones de Trump acerca de no permitir la entrada de musulmanes en su país fueron repudiadas por el gobierno israelí por no respetar la libertad religiosa y las instituciones relacionadas al tema repudiaron las expresiones de Trump por considerarlas «discriminatorias y contrarias al espíritu y los valores de su nación».
Durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016, los medios de comunicación de Israel manifestaron su preocupación por una eventual victoria del magnate. La prensa israelí lo describió como el peor candidato de la historia; antidemocrático, racista, misógino y xenófobo, y señalaban que según las embajadas israelíes, Trump carecía de una política coherente en relación al conflicto árabe-israelí.
Sin embargo, durante su gobierno, Trump ha asumido una postura a favor del gobierno de Israel y en contra de la lucha Palestina, al punto que llegó a declararse como «un gran admirador de Israel». Tan elevada ha sido su postura proisraelí, que el 6 de diciembre de 2017 dijo que Jerusalén era la capital de Israel y ordenó trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén, hecho que fue rechazado por la mayoría de los líderes mundiales y generó protestas en varios países musulmanes, especialmente en la nación Palestina.
Con Corea del Norte Trump ha tratado de mantener unas relaciones diplomáticas en baja, aunque en 2017 llegaron a unos niveles muy fuertes de tensión. En agosto de 2017 Trump dijo que habría «fuego y furia como el mundo nunca ha visto» tras las pruebas nucleares que realizó Corea del Norte, luego que EEUU aumentara la presión contra el gobierno de Kim Jong Un. Las relaciones bilaterales se encuentran en la actualidad en términos de respeto.
Con Irán pasa todo lo contrario. La administración Trump ha aumentado las sanciones y la presión. Desde su asunción comenzó a criticar el acuerdo nuclear con Irán, al punto de inhabilitarlo el 18 de mayo de 2018 al decidir la salida unilateral del tratado que incluye a otras potencias nucleares: Rusia, China, Reino Unido, Francia y la Unión Europea.
De igual manera ocurre con La India. EEUU ha dedicido aumentar las presiones contra ese país, luego que Venezuela comenzara a aumentar su exportación de crudo y la venta de 500.000 barriles diarios que antes distribuía a empresas estadounidenses y que producto del cruento bloqueo económico y financiero contra Petróleos de Venezuela (PDVSA), ahora debe recolocar en el mercado indio.
EEUU también tiene incluida a La India en su guerra comercial al incrementar los aranceles contra sus productos.
En el caso de China la guerra de EEUU traspasa lo comercial y llegó incluso al espacio ultraterrestre. Desde marzo de 2018, Trump ha incrementado las sanciones unilaterales contra la economía china al imponer aranceles por el orden de los 50.000 millones de dólares, utilizando el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974 y argumentando «prácticas desleales de comercio» y «el robo de propiedad intelectual».
En respuesta, la República Popular China también aprobó aranceles a más de 128 productos estadounidenses, incluyendo en particular la soja, una de las principales exportaciones de EEUU a China. Sin embargo, la guerra entre ambas naciones, mismas que se disputan el poderío económico global, se encuentran enfrentadas en la carrera espacial.
En 2018, Trump rescató la idea de crear un ejército para controlar el espacio ultraterrestre, lo llamó United States Space Force, que estará activa a partir de 2020. Esta acción irrumpe contra los tratados de paz sobre el espacio del planeta Tierra, que impide a cualquier nación apoderarse del espacio y sobre todo amenazar a otra desde ese ámbito.
Rusia, China, entre otros naciones mostraron su preocupación ante esta amenaza estadounidense y manifestaron estar preparadas y dispuestas para evitar cualquier intención bélica desde el espacio. De hecho, Rusia y China mantienen proyectos activos para la cooperación y desarrollo de los países y el resguardo de la paz.
Las peleas de Trump contra Alemania, Francia, la UE y la OTAN
Otro punto importante son las peleas de Trump contra Alemania, Francia y la Unión Europea. Con el bloque de países europeos, el principal conflicto de EEUU trasciende al ámbito militar y al apoyo que Washington aspira quitarle a la Organización del Atlántico Norte (OTAN), al considerar que su «contribución» es mayor a la de los demás países, lo que ha salpicado a Francia, Alemania, Japón, Italia y demás miembros de la OTAN.
Para Trump es una opción que EEUU abandone la OTAN o disminuya su inversión a la organización, incluso dándole la espalda a su más fiel socio en el viejo continente: Inglaterra. Esto produjo reacciones de Francia y Alemania, que consideran que sus aportes a la OTAN son válidos y que en el mejor de los casos deberían armar una organización militar netamente europea, sin la presencia de EEUU.
De hecho, en el ámbito diplomático las relaciones entre los gobiernos de Trump y de Emnanuel Macron en Francia están en niveles muy bajos, tal y como ocurre con la Alemania de Ángela Merkel.
Y es que la pelea con Alemania también tiene antecedentes en la imposición de aranceles, mismos que aumentaron los conflictos de Trump con Merkel son de larga data, así como los desplantes y berrinches hechos delante de cámaras por parte del magnate estadounidense durante reuniones con la UE y la OTAN.
Trump decidió imponer sanciones contra las exportaciones de acero y aluminio de Alemania en marzo de 2018. En ese momento, Alemania rechazó las «medidas unilaterales» estadounidenses y dijo que traerían «consecuencias dolorosas para el comercio internacional».
En ese mismo contexto la UE lamentó «profundamente» la decisión de Washington y manifestó que no se quedarían «sentados sin hacer nada mientras nuestra industria es golpeada con medidas injustas que ponen en riesgo a miles de empleos europeos».
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