Al menos 300 sacerdotes católicos en el estado de Pensilvania, en Estados Unidos, emplearon la propia fe de sus presas (chicos y jóvenes seminaristas) para abusar sexualmente de ellos y silenciarlos. Incluso, profanaron los propios símbolos del catolicismo, como los crucifijos para perpetrar sus ataques. Así lo revela un informe de 1.400 páginas.
En otros términos, resulta escalofríante el juego macabro utilizado a nombre de la religión para perpetrar barbaridades.
Curas despiadados
Entre los casos relatados en el informe se encuentra el de un cura que ató a una de sus víctimas con una soga dentro un confesionario en «una posición de oración». Cuando el menor se negó a mantener relaciones sexuales, el sacerdote furioso empleó un crucifijo de 18 centímetros para agredirlo sexualmente.
Otra víctima contó cómo un religioso usó una cruz de metal para golpearlo. En la rectoría de una parroquia, cuatro curas hicieron que un chico se desnudara y posara como Jesucristo en la cruz mientras le tomaban fotos. «Contó que todos se reían y decían que las imágenes serían utilizadas como referencia para nuevas esculturas religiosas en las parroquias», dice el informe.
Dos de los curas implicados en esos hechos cumplieron más tarde penas de prisión por abusar sexualmente de dos monaguillos.
Una familia entera abusada
El informe también revela que cinco hermanas de una misma familia, una de ellas una bebé de 18 meses, fueron abusadas por el mismo sacerdote. En otro caso, un cura embarazó a una joven y luego le arregló el aborto.
Los sacerdotes también humillaban sus víctimas y las hacían arrepentirse de sus pecados. Hubo curas que colaboraban para producir y distribuir pornografía infantil y hasta compartían las víctimas entre sí.
Los crucifijos de la maldad
George, el chico al que hicieron desnudar y posar como Jesús en la cruz, contó que cada uno de estos curas tenía un grupo de chicos favoritos a los que se llevaba de viaje. Los niños recibían regalos, específicamente crucifijos de oro.
El jurado descubrió que estas cruces doradas tenían otro propósito que el premio: eran la insignia visible que señalaba a chicos como víctimas de abuso sexual. Eran una señal para otros depredadores de que esos niños habían sido desensibilizados para el abuso sexual y eran óptimos para futuros abusos.
Muchas de las víctimas luego terminaron como drogadictos o alcohólicos. Algunas se suicidaron.
Abusos escondidos por la jerarquía eclesiástica
Los investigadores creen que hay muchas más víctimas que no se han atrevido a contar su tormento. Posiblemente miles. El informe detalla también las maneras sistemáticas y consistentes de la Iglesia para tapar el abuso y trasladar a los abusadores a diferentes diócesis, alegando falsas razones.
«Los sacerdotes abusaron de niños y niñas pequeños y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no hicieron nada, ocultaron todo», dijo el fiscal general de Pensilvania, Josh Shapiro, al presentar los resultados del trabajo. «El encubrimiento fue sofisticado», señaló. «Mientras tanto, los líderes de la iglesia registraron los abusos y los encubrieron«.
Era común, según los documentos investigados, que la iglesia alegara «licencia por enfermedad» o «licencia por motivos de salud», para justificar el retiro de un sacerdote vinculado a un caso de abuso. Y ahí se terminaba el asunto.
No fue a la cárcel sino a Disney
Eso fue lo que ocurrió con el reverendo Edward George Ganster. En su «legajo» figura el término «licencia por enfermedad» al menos tres veces. Sin embargo, su historia no termina ahí. Ganster buscó «refugio» de sus abusos en el lugar «más feliz del mundo»: Disney.
El pedófilo, según informa el diario USA Today, trabajó en Disney World durante 18 años después de su alejamiento del sacerdocio en 1990. Por los menos tres personas lo acusan de abuso sexual cuando eran menores. Peor aún, la diócesis le escribió la carta de recomendación para que vaya a trabajar a Disney.
De acuerdo a la investigación, Ganster se llevó de viaje a un chico de 13 años. «Lo lastimó y se metió en la cama con él» en ese viaje de una noche a la playa, relató la madre.
La investigación, realizada durante dos años, en seis de las ocho diócesis de Pensilvania -Allentown, Erie, Greensburg, Harrisburg, Pittsburgh y Scranton- es la más amplia realizada nunca sobre abusos de sacerdotes católicos en Estados Unidos, según los defensores de las víctimas. Más de 1.000 menores, y posiblemente muchos más, fueron asaltados desde la década de 1940, según el informe.
Los más probable es que nunca haya una condena penal para estos casos. Las víctimas menores de abuso sexual pierden la capacidad de demandar en el fuero civil al cumplir 30 años, y en el penal después de los 50. Vale decir, los casos prescribieron.
Según el fiscal, algunos de los curas acusados fueron promovidos y al menos dos obispos que no informaron de los abusos se convirtieron en cardenales. A la vez, los miembros de las comunidades afectadas no fueron informados.