La ONG Proyecto Migrantes Perdidos registró hasta el 21 de diciembre de 2018 un total de 376 muertes en la frontera de México con Estados Unidos. Sin embargo, en muchos casos no queda constancia de los fallecimientos, pues suceden en el desierto
Valeria era una niña salvadoreña de tan solo 23 meses de edad y es la protagonista de una trágica historia que pone en perspectiva la dura realidad a la que se enfrentan millones de ciudadanos centroamericanos diariamente para sobrevivir.
La imagen de ella junto a su padre, ambos boca abajo, ahogados en el río Bravo -que divide la mencionada frontera- no es un caso fortuito, lamentablemente, sino una situación que se vive a diario en el mundo y, que en esta oportunidad fue capturado por el lente de la corresponsal de la agencia AP, Julia Le Duc.
Cada imagen que se publica causa el rechazo de la población mundial. Así ha sido en laos últimos años. Se pueden mencionar la foto del cuerpo sin vida del niño sirio-kurdo de tres años Aylan Kurdi en una playa turca; y la instantánea del fotógrafo del Miami Herald, Patrick Farrell, quien captó a un niño haitiano desnudo con un coche luego del huracán de 2008.
Todas han recordado que la lucha de poder está por encima de la vida. Niños ahogados, infantes separados de sus familiares, otros que mueren por desnutrición, pequeños migrantes con sus padres y/o familiares que no aguantan las condiciones atmosféricas del desierto, son solo algunas de las realidades a las que se enfrentan los pequeños diariamente.
En este sentido, hay líderes como el presidente estadounidense, Donald Trump, quien frente a la imagen del río Bravo manifiesta su pesar, pero no se evidencian políticas estructurales que vayan dirigidas a acabar con flagelos que ponen en riesgo la vida, no solo de niños sino de la población en general.
Ante la desgarradora imagen de Valeria y su padre ahogados, el Jefe de Estado norteamericano se limitó a decir que odió la instantánea, pero aseveró que ante esta situación son los Demócratas los que tienen que reaccionar, y no él.
«La odio. Y sé que eso podría detenerse inmediatamente, los demócratas necesitan cambiar las leyes, entonces ese padre que probablemente era un hombre maravilloso con su hija, cosas como esas no ocurrirían en un viaje a través del río, no pasaría esa peligrosa travesía», afirmó el presidente en respuesta a la pregunta sobre si la foto hacía que repensara algo su política migratoria, difundió El Diario.
Estados Unidos se lava las manos
Mientras unos juegan a que toman acciones, el día a día demuestra que realmente no dan soluciones a largo plazo y simplemente utilizan el dolor de la muerte de un niño para culpar o desprestigiar a un partido o a un político especifico de lo que ocurre.
Prueba de ello fue lo sucedido con la imagen del niño sirio-kurdo de tres años Aylan Kurdi, utilizada por muchos para atacar al Gobierno de Siria,y desprestigiar a Bashar Al-Assad.
Sin embargo, el problema más grande estaba en otra región: tres mil personas de diversas nacionalidades -incluidos niños- habían corrido con la misma suerte en el mar Mediterráneo en 2015, año en el que falleció Aylan.
Según la Unicef, en 2018 al menos 23.000 niños refugiados y migrantes llegaron por mar a Grecia, Italia y España. La gran mayoría huía de la guerra, de la extrema pobreza y de la persecución.
En señal de «ayuda», países como Alemania y Austria «abrieron» sus fronteras, y dejaron entrar a unos cuantos. La Unión Europea informó a través de sus portavoces que ejecutarían un reparto de los refugiados, sin embargo, dos años después, en 2017, más de 500 pequeños habían muerto en el Mediterráneo, publicó El Diario.
El detalle fue que esos 500 niños no tuvieron un lente que capturara su desgarrador final. Pero no por eso no existen, la realidad es que sí estuvieron ahí, frente a la comunidad internacional y es una situación que se sigue repitiendo, porque la política es un juego en el que el interés económico y el poder son preponderantes.
«Tolerancia cero» desde la Casa Blanca
En América Latina la situación no es distinta, Trump se lava las manos y acusa a los demócratas, mientras siguen falleciendo personas que únicamente buscan un futuro mejor.
La ONG Proyecto Migrantes Perdidos registró hasta el 21 de diciembre de 2018 al menos 376 muertes en la frontera mexico-estadounidense. Sin embargo, en muchos casos no queda constancia de esas muertes, pues se suscitan en el desierto.
Mientras tanto, la Casa Blanca ha endurecido su política migratoria. Los detractores sugieren que si imprimiera la misma fuerza en acciones de cooperación con naciones hermanas, no se necesitaría un plan migratoria tan severo.
Un informe presentado por la Unicef cita estadísticas oficiales del Gobierno mexicano, las cuales contabilizaron más de 30 mil niños y adolescentes de Honduras, Guatemala y El Salvador detenidos en centros de reclusión en 2018.
Los pequeños que no tienen el destino de Valeria o Aylan llegan con el trauma de la travesía del viaje y con la incertidumbre de lo que les tocará vivir.
A través de las redes sociales se evidencia el rechazo mundial ante las imágenes de niños muertos o al borde de perder la vida. Éstas estallan con etiquetas y mensajes de solidaridad., demandando justicia.
Lo más triste es que para calmar ese reclamo masivo, los políticos y organismos se limitan a emitir comunicados o colocar pañitos de agua caliente mientras se olvida lo sucedido.
A la par, millones de migrantes desconocidos siguen enfrentando un sistema que no les ofrece oportunidades. Eso sin contar los desplazados, pues este año la Organización de las Naciones Unidas ha registrado 70,8 millones de personas que huyen de guerras, persecuciones o conflictos, cifra que representa un aumento con respecto al 2018 de 2,3 millones.