Este 15 mayo de 2023, el mundo recuerda el 75 aniversario de la Nakba o la «catástrofe», una campaña de limpieza étnica en la que al menos 750.000 palestinos fueron exiliados a la fuerza de sus hogares y sus tierras por las milicias sionistas.
Más de 450 pueblos y ciudades palestinos fueron destruidos durante la Nakba. En el proceso, las fuerzas sionistas cometieron atrocidades masivas, como las masacres de Deir Yassin y Tantura. Hasta el día de hoy se siguen desenterrando fosas comunes en Palestina.
En el transcurso de 1948, aproximadamente tres cuartas partes de todos los palestinos fueron privados de sus hogares, sus tierras, sus medios de subsistencia y, en algunos casos, de sus vidas. Quienes sobrevivieron fueron condenados a vivir en campos de refugiados en Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén y los países vecinos de Palestina.
Los acontecimientos que tuvieron lugar ese año se conocen como la Nakba, palabra árabe que significa «catástrofe».
Sin embargo, desde la Internacional Progresista, alertan que la Nakba nunca terminó, ya que 1948, el pueblo de Palestina ha perdido más del 85 % de su tierra a manos del Estado israelí en un proceso continuo de colonialismo de colonos y expansión.
La expropiación legalizada de tierras, los desalojos forzados y las demoliciones masivas de viviendas palestinas en Jerusalén, Masafer Yatta y el desierto de Naqab van acompañados de intimidación y hostigamiento por parte del ejército y los colonos israelíes, lo que hace insoportable la vida del pueblo palestino.
La violencia de los colonos se ha intensificado, y ataques como el reciente pogromo en la localidad palestina de Huwara se producen cada vez con mayor regularidad y con absoluta impunidad.
Desde la organización señala que estos actos de violencia encuentran respaldo en un régimen que ahora es abiertamente fascista, el cual haciéndose eco de las políticas de borrado aplicadas por los primeros arquitectos del sionismo, el ministro israelí de Finanzas, Bezalel Smotrich, declaró recientemente que «Huwara debe ser borrada. Y debe ser el Estado quien lo haga».
Por tal motivo, durante el 75 aniversario de la Nakba, la Internacional Progresista decidió lanzar una campaña internacional que une a sus miembros para apoyar al pueblo de Palestina y hacer que el régimen israelí responda por sus crímenes.
«Nuestra delegación ha sido testigo de esta Nakba en curso»
El Jefe de Delegación de Internacional Progresista, Pawel Wargan, compartió con El Ciudadano una carta pública en la que recuerda la ilegal creación del régimen de Israel en las tierras palestinas y el éxodo masivo de los palestinos de su patria por parte de los sionistas en mayo de 1948
A continuación, el texto íntegro:
Hoy, el pueblo palestino recuerda la catástrofe que ha marcado sus vidas durante tres cuartos de siglo.
En 1948, las milicias sionistas iniciaron un proceso de limpieza étnica que supuso la expulsión violenta de su tierra de al menos 750.000 palestinos y palestinas. El proceso se recuerda como la Nakba, palabra árabe que significa catástrofe.
Los líderes y lideresas del movimiento sionista aseguraron que no desposeerían al pueblo palestino. Pero, como escribe Fayez Sayegh en su estudio seminal sobre El colonialismo sionista en Palestina, «abundan las pruebas de que, en realidad, su objetivo era nada menos que la sionización y la desarabización completas de Palestina desde el principio; y, cuando surgió la oportunidad en 1948, los sionistas no perdieron tiempo en empujar a lxs árabes a través de las fronteras».
De hecho, documentos desclasificados accidentalmente muestran que David Ben Gurion apoyó la «aniquilación» de pueblos palestinos, y un ministro de su gobierno confesó haber ignorado los crímenes cometidos durante la Nakba: «Digamos que se produjeron casos de violación… Puedo perdonar casos de violación». Hasta la fecha, las organizaciones palestinas encuentran fosas comunes abandonadas tras las masacres perpetradas hace 75 años.
Aquí en Palestina, nuestra delegación ha sido testigo de esta Nakba en curso.
En Silwan, Jerusalén, aproximadamente la mitad de las casas son objeto de demolición. A las familias se les da la oportunidad de rescatar su casa: pagar un rescate para que siga en pie. Pero, una vez pagado, las excavadoras siguen llegando. Entonces, la familia desalojada recibe una factura por los soldados y los perros que la desalojaron de su casa, y por las máquinas que la derribaron.
En Belén, residentes del campo de refugiados Aida son objeto de humillaciones rutinarias a manos de las autoridades ocupantes. Cada pocos meses, camiones militares israelíes rocían el barrio con excrementos. De vez en cuando, soldados revientan las paredes de las casas con explosivos, traumatizando a las niños y niños. Cuando llegó nuestra delegación, las familias fueron agredidas con gases lacrimógenos mientras presentaban sus respetos a sus familiares fallecidos en el cementerio de la comunidad. Cuando nuestra delegación visitó el mismo cementerio esa misma noche, también fuimos amenazados con armas de fuego.
La impunidad que se permite ante observadores internacionales habla de los horrores que tienen lugar en su ausencia. Una noche antes de que llegáramos al campo Aida, soldados israelíes dispararon a dos jóvenes con balas explosivas prohibidas internacionalmente. Uno perdió una pierna. Al otro le reventaron los intestinos del abdomen. Ambos sobrevivieron a pesar de que las tropas israelíes los dejaron moribundos al borde de la carretera.
En Hebrón está en marcha un proceso más sutil. Las fuerzas de ocupación israelíes han cerrado 1.350 comercios palestinos en 23 años, vaciando la vida económica de la ciudad y sembrando la miseria y la desesperación entre sus habitantes. Desde un asentamiento en constante expansión —fuertemente vigilado por puestos de control de alta tecnología operados en parte por la empresa de seguridad británica G4S—, colonos israelíes atacan las tiendas que quedan con descargas diarias de piedras, orina o ácido. El corazón palpitante de la ciudad se va apagando poco a poco.
En un poema titulado Éxodo, el poeta palestino Taha Muhammad Ali traza los ritmos huecos de una ciudad que se vacía de su gente. El poema es una meditación sobre otro doloroso capítulo de la Nakba en curso: la masacre de miles de refugiadxs palestinxs y civiles libaneses perpetrada en 1982 en Beirut por las milicias respaldadas por Israel.
La calle está vacía
como la memoria de un monje
y los rostros estallan en las llamas
como bellotas—
y los muertos se agolpan en el horizonte
y los portales.
Ninguna vena puede sangrar
más de lo que ya lo ha hecho
ningún grito se elevará
más alto de lo que ya se ha elevado.
Ali termina cada estrofa del poema con un desafiante recordatorio del derecho inalienable de los palestinos a resistir: «¡No nos iremos!»
En este día de conmemoración, te invitamos a unirte a la lucha por una Palestina libre, a denunciar la Nakba en curso y a romper el pacto de impunidad que une al proyecto sionista a tantos gobiernos e instituciones de todo el mundo.
En solidaridad,
Pawel Wargan, Jefe de Delegación de la Internacional Progresista.
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