El envejecimiento rápido de la población de Japón y su disminución en número han motivado que el Parlamento japonés aprobara, que a partir del 30 de abril y por los próximos cincos años, entren al país 300 mil trabajadores extranjeros, un número nunca antes visto en la nación nipona.
La inminente crisis demográfica no es una sorpresa, la situación es conocida por las autoridades hace décadas, sin embargo, los distintos gobiernos se resistieron a tomar medidas drásticas, por lo que ahora el problema se ha vuelto mucho más urgente.
A ello se suma otros factores, como niveles nunca antes vistos de turistas y los preparativos para los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020. Hechos que demandan más trabajadores para poder cubrir las vacantes existentes hasta ahora.
Reducción demográfica
El número de japoneses nativos está disminuyendo. La población cayó en casi un millón de personas entre 2010 y 2015. El año pasado se redujo en más de 227.000.
En paralelo, el número de residentes con más de 65 años que representa el 27% de la población total, de acuerdo con estimaciones, llegará al 40% en 2050.
En mayo 2018, la tasa de disponibilidad de empleos alcanzó el nivel más alto en 44 años, 160 por cada 100 trabajadores; lo que significa que existen muchas plazas disponibles debido a que son actividades que no pueden realizar los adultos mayores japoneses y que no resultan atractivas para los jóvenes .
Iniciativa polémica
Japón es un país que se caracteriza por ser tradicionalista, durante años ha evitado la inmigración. Razón por la cual, la propuesta del primer ministro, Shinzo Abe, de recibir a centenas de miles de personas para ocupar puestos de trabajo hasta 2025, a cambio de salarios bajos, es altamente polémica.
Algunos consideran que la aprobación a inicios de diciembre por parte del Parlamento, de la entrada de más de 300 mil inmigrantes, podría significar un impacto negativo para el país durante generaciones.
De acuerdo con la nueva ley, los trabajadores de baja cualificación podrán permanecer en la nación nipona por cinco años. Mientras que los cualificados obtendrán un visado renovable, con el que podrían traer a sus familias. Para los críticos de Abe estas condiciones facilitarían la residencia permanente.
Asimismo, existe la preocupación que la ola de empleados llegue a las ciudades y no a las áreas rurales, donde son más necesarios.
Hasta ahora, el país sorteó la necesidad de traer trabajadores extranjeros usando un «programa de entrenamiento técnico interno temporal». Iniciativa que permite a jóvenes sin experiencia, o que se encuentran cursando estudios, poder desempeñar cargos de bajo salario por un período de tres y cinco años.
No obstante, el programa ha sido fuertemente cuestionado por considerar que se explota al personal a cambio de bajos sueldos y malas condiciones laborales.
El año pasado, la prensa informó sobre caso de un vietnamita de 24 años inscrita en la iniciativa y a quien le tocó manejar basura nuclear radiactiva como parte de la limpieza en la ciudad de Fukushima. Esta situación acrecentó las críticas e hizo que muchos lo calificarán como “servidumbre disfrazada».
Época de cambios
Japón, es una nación insular que ha sido ferozmente aislacionista hasta mediados del siglo XIX. Aquellos que entraban o intentaban salir del país podían ser castigados con la muerte. Ahora, se considera un país homogéneo, con una fuerte identidad cultural.
Los últimos registros reseñan que actualmente viven 1,28 millones de trabajadores extranjeros, una cifra récord si se compara con los 480 mil que habitaban en 2008. Los inmigrantes representan apenas el 1% de la población japonesa. El 30% de la fuerza laboral extranjera proviene de China, mientras que el resto procede de Vietnam, Filipinas y Brasil.
Las necesidades más urgentes están en sectores como la construcción, la agricultura y la construcción naval. La hostelería y las industrias de venta al por menor también exigen cada vez más el inglés y otras habilidades lingüísticas, ya que el turismo continúa creciendo.
Las áreas de enfermería y de asistencia a domicilio también siguen al alza, lo que demanda más trabajadores para cuidar de la creciente población de ancianos.
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