Como todos los libros sobre la resistencia en dictadura y el exilio, “Historia del grupo musical ¡Karaxú! (1974-1978)… perder la paciencia” de Franklin Troncoso Muñoz, nos sumerge en una atmósfera opresiva y dolorosa, donde la férrea voluntad de hombres y mujeres es la única luz a la que aferrarse en medio del horror.
Franklin Troncoso, mirista y músico, hermano del destacado dirigente de ese Partido, Oscar Troncoso, se aboca a la tarea de reconstruir la historia de la primera etapa del grupo ¡Karaxú!, agrupación formada en Francia en 1974 por encargo de la Dirección Exterior del Mir, y compuesta originalmente por seis músicos liderados por Patricio Manns. La historia de un grupo urgente frente a la necesidad histórica, sometido a la rigidez de la militancia, del trabajo de revolucionarios-músicos profesionales; un grupo en medio de la vorágine, de los aciertos y errores de los derrotados por la Junta Militar.
El libro de Troncoso, en términos concretos, tiene la facultad de editar re-masterizado el primer disco de la agrupación (“Miguel Enríquez, bandera de lucha de los oprimidos”), que circulara en cintas clandestinas y del que se encuentran hoy distintas versiones en la red, así como las canciones no incluidas en dicha publicación (‘Elegía para una muchacha roja’, ‘Cuequita de los Collas’, del peruano Antonio Pantoja Vallejo, y ‘Su nombre ardió como un pajar’, canción de Manns para el Ché Guevara). Es decir, el libro incluye un disco compacto que, por sí mismo, justifica su adquisición.
Además, Troncoso adjunta una exhaustiva revisión a las distintas formaciones del grupo entre 1974 y 1978, un set de fotografías, la valiosa transcripción y reproducción de las letras y notas interiores de la primera edición bilingüe del disco, publicada en París en octubre de 1974 por Expression Spontanée, en 1500 copias de vinilo; y el detalle de las ocho (re)ediciones realizadas de manera más o menos coordinada en lugares como Estados Unidos, Italia y Venezuela. Por último, se anexa un listado de las principales actividades y las muchas giras del grupo.
Pero más allá, la importancia del libro de Troncoso está en develar una historia desconocida para la mayoría, con muchos elementos que sorprenden a quienes no conocemos directamente la urgencia de una época histórica donde la muerte perseguía.
Para empezar, ¡Karaxú! no nace por una pulsión artística, sino política y estratégica inevitable. Edgardo Henríquez y Nelson Villagra se encontraban en Cuba y, convencidos que un grupo musical sería la mejor herramienta para comunicar la ideas del Mir y fortalecer la solidaridad internacional, convocan a Manns y a Mariana Venegas. Troncoso es invitado como arreglista y coordinador. La formación inicial la completaría Eduardo Larraín, Eduardo Sauré y el galo Bruno Flety, quienes tras once días de ensayos debutaron en vivo el 11 de septiembre de 1974 en la capital francesa. Los mismos, un mes después, y a dos días de enterarse de la muerte de Miguel Enríquez en combate (el 5 de octubre del ’74), entrarían a grabar el primer disco, a la postre un homenaje “triste y furioso”.
Así, la historia del grupo es una historia de destierro, clandestinidad y malabares para sobrevivir en lugares desconocidos, elementos que afectaban severamente las relaciones interpersonales: ahí está el episodio de Andrés, un estrecho colaborador chileno afincado en Francia acusado injustamente de informante de los militares, o las visitas que les hiciera en la casa de Meudon el Chico Máximo (Juan Olivares), miembro del Comité Central (y músico) que volvería a Chile como parte de la Operación Retorno a fines de los setenta, muriendo dos años después. Vale decir que dicha estrategia del Mir suscitó conflictos al interior de la colectividad, ya que para muchos era enviar a los militantes directamente a la muerte, aunque el libro no ahonda en este tema.
Las anécdotas también abundan, desde el nombre de grupo, que tiene bastante de casual, pero que remite al vocablo quechua de indignación (“carajo”), a las interminables giras y encuentros; la puesta en escena (de incómodos ponchos pasaron a chalecos tejidos por las mujeres de la comunidad de Los Jaivas), la alta rotación de integrantes, que afectaba los compromisos del grupo; las paupérrimas condiciones técnicas en que grabarían su segundo disco (que nunca salió), entre otros episodios que dan cuenta de la dificultosa vida personal y artística de los miembros de la agrupación.
Más allá, los aspectos políticos que se develan son interesantes: El Mir como “invitado de piedra del establishment” de izquierda marginaba a ¡Karaxú! de muchas actividades; la abrupta salida del grupo de Larraín tras una vista a Alemania Oriental (“esto es peor que Pinochet”, fue su conclusión); o las divergencias en los discursos y estrategias de los distintos grupos musicales chilenos de izquierda, que llevarían, por ejemplo, a la Dirección a omitir el tema de Manns ‘Elegía para una muchacha roja’ por estar inspirada en Ramona Parra, militante comunista asesinada en 1946, y que obligaron a ¡Karaxú! a definir un repertorio esencialmente pragmático en sus primeros trabajos; no obstante, brillante en gemas como ‘Canción de Luciano’, ‘Trabajadores al Poder’ o ‘La dignidad se hace costumbre’.
El relato de Troncoso llega hasta 1978, pero la historia de ¡Karaxú! continuaría hasta 1990, retratando las distintas etapas y subjetividades en la lucha, donde temas como ‘Canción para una presencia’ del tercer disco – basado en la experiencia de Rosalía Martínez en su paso por los centros de la Dina- refleja un momento más testimonial.
“Historia del grupo musical ¡Karaxú! (1974-1978)… perder la paciencia” es un libro necesario para comprender un trozo de la historia del exilio. A cuarenta años de la génesis de dicho proyecto, en el que política y arte se fundieron en un todo a veces contradictorio, no queda más que valorar el tesón de miles de hombres y mujeres que transitaron humanamente por la voluntad y la desesperanza en tiempos demasiado oscuros.
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano