En una conversación telefónica, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump reiteró su intención de adquirir Groenlandia, lanzando una clara advertencia a la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen: si el territorio autónomo no se vende, Washington podría imponer sanciones arancelarias a Copenhague. La amenaza de Trump, un gesto que parece reminiscente de tácticas de presión económica y diplomática, ha sido recibida con desconcierto y rechazo en Dinamarca, profundizando las tensiones entre ambos países.
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Frederiksen informó que la llamada, de 45 minutos, se centró en la negativa de su gobierno a cualquier negociación sobre la venta de Groenlandia. «Groenlandia no está en venta, y son sus habitantes quienes decidirán sobre su futuro», declaró la primera ministra, reafirmando la soberanía del territorio y el compromiso de Dinamarca de asumir una mayor responsabilidad en la seguridad del Ártico. A pesar de la invitación de Frederiksen para que Trump visite Dinamarca, no hay planes concretos sobre dicha visita, lo que sugiere que las relaciones entre ambas naciones podrían deteriorarse.
La insistencia de Trump en comprar Groenlandia, además de sus declaraciones previas sobre no descartar el uso de sanciones económicas o incluso la fuerza, ha generado preocupación. Su vicepresidente electo, J.D. Vance, intentó matizar sus comentarios, pero el mensaje fue claro: Estados Unidos está dispuesto a endurecer su postura para controlar este territorio estratégico, con valiosos recursos minerales y una ubicación geopolítica clave en el Ártico.
Aunque Frederiksen busca manejar la situación «de la forma más inteligente posible», el desafío es evidente: un Estados Unidos dispuesto a usar su poder económico para presionar a Dinamarca, mientras Groenlandia, con una economía dependiente de Copenhague, navega las complejidades de su autodeterminación.
Este episodio revela el enfoque agresivo de la administración Trump en sus ambiciones territoriales y económicas, en un momento en que el Ártico adquiere cada vez más importancia estratégica por sus recursos y rutas comerciales. Mientras Groenlandia explora nuevas áreas de cooperación con Estados Unidos, especialmente en el sector minero, la presión de Washington amenaza con llevar estas relaciones a un punto de quiebre, alterando el delicado equilibrio entre Dinamarca, Groenlandia y Estados Unidos.
Frederiksen se reunirá esta semana con ejecutivos de multinacionales danesas para discutir los efectos potenciales de las tensiones con Estados Unidos, en medio de un panorama internacional que cada vez más parece marcado por la política de «máxima presión» de la administración entrante. Mientras tanto, Groenlandia sigue firme: no está en venta, y su destino estará en manos de sus ciudadanos.
Foto: Redes
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