En la matanza ocurrida el día de ayer en la ciudad de Peshawar fallecieron 132 niños, la mayoría de ellos tenían entre 12 y 16 años. Hoy, se emiten las imágenes de las familias en duelo y muchos se encuentran afligidos por la gran pérdida, mostrando su compasión por el pueblo. El ataque ha dejado al mundo petrificado por la crueldad mostrada, y la agresión ha sido condenada incluso por clérigos radicales en Pakistán, que dicen que yihad no incluye el acto de matar a niños y mujeres.
Sin embargo, la masacre no vino sin precedentes, durante los últimos cinco años la educación paquistaní se encuentra en la línea de fuego entre los talibanes y el gobierno. Organizaciones internacionales, entre ellas Human Rights Watch y el International Crisis Group (ICG), informan que al menos 1,000 escuelas han sido atacadas por los talibanes en Pakistán desde el año 2009.
Hasta ayer, la agresión más famosa ha sido el intento de homicidio a Malala Yousafzai. En el año 2012 la blogger paquistaní fue atacada por un grupo de talibanes que le disparó en el cuello y la cabeza. La activista, de entonces 12 años, sobrevivió y hace unas semanas fue galardonada con el premio Nobel de la Paz por su trabajo por el derecho a la educación de mujeres y niñas
El ataque que se realizó en Peshawar por el grupo taliban Tehrik-i-taliban (TTP), se dirigió contra una escuela donde muchos hijos de militares realizan sus estudios, y la agresión fue declarada un acto de venganza contra el ejército regular, el involucramiento de EEUU en la política de Pakistán, y el bombardeo aéreo por parte de EEUU en el país. Sin embargo, los talibanes han dirigido sus ataques sistemáticamente contra escolares y profesores en Pakistán durante los últimos años.
“Las escuelas se han convertido en blancos, porque [los talibanes encuentran que] ‘promueven la decadencia occidental y las enseñanzas no islámicas’,” explicó el ICG en un informe a principios de este año.
Según el reporte, los talibanes consideran los colegios como “blancos blandos”, sitios donde pueden combatir sin arriesgar amplias derrotas, y destacar unos de sus fundamentales convencimientos: la educación formal es un concepto occidental degenerado, y especialmente las mujeres deben abstenerse a instituciones que proveen enseñanza secular.
En diciembre del año 2008, una rama del grupo TTP amenazó a varios colegios por permitir a una totalidad de 120,000 niñas matricularse en el. El TTP señaló que iba a bombardear los cerca de 1,600 colegios donde se permite a niñas cursar estudios, y llevaron a cabo sus amenazas mediante la destrucción de aproximadamente 400 de estos colegios, entre ellos, el 70% eran escuelas exclusivamente de niñas.
Además, la educación paquistaní se encuentra en una crisis de fiscalización, hay una división entre escuelas formales seculares y colegios religiosos llamados “madrasah”. Debido a la falta de control por parte del estado, muchos de los colegios imponen su propio plan de estudios, algo que conduce a institutos religiosos donde se enseña ampliamente la intolerancia sectaria y elementos de extremismo.
Hay partidos paquistaníes que tratan de regular esto, pero sus esfuerzos se han combatido con referencias a la amenaza de occidente, principalmente la intimidación y la destrucción por parte de EEUU.
“Nuestra patria está en peligro. Drones estadounidenses nos están bombardeando, y tenemos que defendernos de las Fuerzas Armadas de EEUU. Bajo estas circunstancias ¿como puede ser un pecado enseñar la ideología de yihad a nuestros jóvenes?,” señaló un político del partido islamista, Jamaat-i-Islami, en una entrevista con el ICG.
La intervención extranjera contra los talibanes se encuentra en un círculo vicioso, el bombardeo de territorios con muchos grupos armados alimenta el sentimiento de intimidación, algo que resulta en justificación de la enseñanza extrema (y actos dirigidos a blancos que se perciben como occidentales), y finalmente socava el argumento de la educación secular, la cual se encuentra en conflicto tanto a nivel político como militar.
Esto resulta en la autocensura de los colegios seculares, por miedo a represalias. A modo de ejemplo, el libro escrito por Malala Yousafzai fue prohibido en aproximadamente 40,000 colegios a lo largo del país y las autoridades aún no condenan la censura. Uno de los personajes principales de los partidos Islamistas señalaron que la joven es una herramienta del Occidente, y que debe dejar ser parte de sus conspiraciones.
“Ellos [los poderes de Occidente] les están echando sal en las heridas de los musulmanes, utilizando Malala Yousafzai contra sus hermanos musulmanes,” declaró un comentador citado por ICG.
Conflictos bélicos y educación
Sin embargo, los talibanes en Pakistán no son los únicos que enfocan sus operaciones militares contra las academias. El ataque de ayer vino a fines de un año que ha demostrado mucha violencia contra institutos de educación en todo el mundo, especialmente en los conflictos armados se ha dirigido deliberadamente agresiones contra colegios y universidades. En los últimos cinco años hemos visto actos de guerra contra escuelas en 70 países diferentes, y un patrón primordialmente distinguible en territorios asolados por conflictos armados. Uno de los países más afectados es Siria, donde unas 1,000 escuelas han sido convertidas en cárceles y centros de tortura. A parte de Siria, países como Afganistán, Colombia, Pakistán, Somalia y Sudán sufren de alta ocurrencia de hostilidades y operaciones militares contra las academias. En Nigeria, el grupo armado, Boko Haram, regularmente dirige ataques violentos contra universidades y colegios, el caso más famoso de ellos es el secuestro de más de 250 niñas de una escuela en abril de este año.
Esto es un acontecimiento extremadamente preocupante, no sólo porque se está atacando a los más vulnerables de la sociedad, pero también porque se está negando el derecho de los niños a tener un acceso a espacios que deben ser un lugar seguro que facilite la rutina y un sentimiento de “normalidad” en zonas desgarrada por la guerra. Las escuelas también son puntos claves y débiles en conflictos bélicos, puesto su función en mantener el tejido social.
Sandra Segall
El Ciudadano