Las armaduras más extravagantes del mundo

Yelmos de peces erizo, armaduras de cuero de raya, una espada hecha de pez sierra y húsares con alas. Resulta difícil encontrar armas más raras, pero todo ello tiene su explicación.

Las armaduras más extravagantes del mundo

Autor: Ángela Barraza

El portal ruso Moya Planeta, dedicado a la historia y los viajes, ha recopilado algunos de los tipos más extraños e inexplicable de armas y armaduras, tanto por su uso como por el material con que fueron fabricados.

Yelmo de pez erizo

Para los miembros de una tribu belicosa de una isla en el Océano Pacífico, la piel de un pez erizo era el mejor material para fabricar yelmos. Los guerreros de la nación insular de Kiribati han utilizado pez erizo para este fin desde tiempos remotos.

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La producción de este tipo de armadura conllevaba un gran riesgo, ya que la piel y las entrañas de este pez están impregnadas con un veneno 1.200 veces más fuerte que el cianuro. Para hacer un yelmo como este había que pescar peces erizo hinchados (en momentos de peligro estos peces se hinchan de agua adquiriendo la forma de una bola) y enterrarlos en la arena.

Al pasar una semana el pez se convertía en un esqueleto que luego se reforzaba con coque de cáscara de nuez. El casco resultante servía de excelente protección contra espadas fabricadas a partir de dientes de tiburones, hasta hace poco el arma principal de algunas tribus del Pacífico.

Armadura de piel de raya

La tribu Kiribati ha sacado el máximo provecho a los ‘recursos naturales’, pues, además de yelmos, sus ingeniosos guerreros utilizaban una armadura hecha de piel de raya. Las corazas de este material se componían de dos piezas cosidas entre sí por hilos de cabello. Una doble cuerda de fibra de coco iba destinada a sujetar la armadura elástica con más fuerza.

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Del mismo material hacían también almohadillas gruesas sobre las manos y los pies. Junto con el yelmo de pez erizo, formaba un kit completo de uniforme de guerrero Kiribati. La raya no solo servía como material para la armadura, ya que los isleños fabricaban a partir de su cola puñales que ocultaban en los techos de sus casas de paja.

Espada de cráneo de una pez sierra

Esta espada, que fue fabricada en 1698 usando como material la parte delantera del cráneo de un pez sierra, perteneció al Elector de Baviera Maximiliano II. El Museo Histórico Alemán dispone de otro artefacto de este tipo, de tamaño más modesto, ya que la longitud de su hoja alcanza los 114,5 centímetros en comparación con los 148 cm. de la primera espada.

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Lo más probable es que el material de la hoja llegara a Europa como resultado del comercio con los países del Océano Índico. La espada tenía un valor únicamente ceremonial, ya que hubiera resultado totalmente ineficaz en una batalla contra un guerrero con armadura.

Yelmo con cuernos del rey Enrique VIII de Inglaterra

Este yelmo, junto con la coraza (que hoy en día se da por perdida), fue regalado al joven rey Enrique VIII de Inglaterra por el emperador Maximiliano I en 1514. Obra del conocido armero de la época: Konrad Seusenhofer, el casco está forjado en forma de rostro humano con mucho detalle, pues presenta relieves de cejas, barba de tres días y… arrugas.

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Al yelmo incluso se le podía ‘cambiar la cara’, pues en los bordes de las placas estaban montadas cerraduras especiales. Por desgracia, las ‘máscaras’ de quita y pon no se han conservado.

Después de la muerte de Enrique VIII pasó a manos de su bufón William ‘Will’ Sommers. Actualmente permanece en el Arsenal Real en Leeds.

Las alas de los húsares polacos

Los húsares polacos surgieron en el siglo XVI y se granjearon su fama en batallas contra el Kanato Tártaro, los otomanos, los suecos y el Gran Ducado de Moscú. Parte de su fama se debe también a su apariencia, ya que presentaban dos alas sujetas a su espalda que causaban temor a sus enemigos.

¿De dónde surgió esta ‘prenda de vestir’ tan voluminosa e incómoda y para qué les servía? La respuesta hay que buscarla en el principal enemigo de los países europeos en ese momento: los turcos.

El Imperio Otomano la utilizó con éxito en las batallas de la caballería ligera ‘Akıncı’, que tuvo la fama por sus jinetes valientes y feroces, cuya función principal en las batallas era desmoralizar al enemigo y obstaculizar sus movimientos. Utilizaban tácticas de guerrilla y causaban confusión y shock en el enemigo. Los ‘akıncıs’ solían llevar ropa colorida para impresionar y confundir sus adversarios y presentaban alas de águila a sus espaldas (tradición más tarde imitada por las tropas de caballería ligera polaca), cascos con cuernos de toro, abrigos de piel de leopardo… etc. Debido a su aspecto y a su valor, a veces casi suicida, se les apodaba en público como ‘deliler’ (los locos).

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La misma práctica ‘decorativa’ fue adoptada más tarde por algunas unidades de Serbia y Hungría, países que lucharon contra turcos. En 1500 varios destacamentos serbios pasaron al servicio del entonces rey polaco y de ahí el mismo modelo fue adoptado por la caballería polaca.

Corazas de la Primera Guerra Mundial

Aunque la Primera Guerra Mundial generó nuevos tipos de armas (gas venenoso) y una gran cantidad de innovadoras armas de combate (aviación, submarinos, tanques), también reavivó atributos en el olvido de los guerreros medievales, en concreto- la armadura y la cota de malla.

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Para romper el punto muerto de la guerra de trincheras el Ejército alemán propuso varias soluciones, y quizá la más eficaz y famosa fue la creación en 1915 de pequeñas unidades de élite, grupos de asalto (antepasado directo de las fuerzas especiales actuales). En sus intentos por abrir el paso a las unidades del ejército a través de trincheras en la guerra en Francia, los soldados de estos destacamentos usaban para protegerse de la ‘lluvia’ de balas enemigas una armadura de cuerpo entero, muy similar a una armadura medieval.

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