Entre los documentos más sorprendentes destaca una nota fechada en junio de 1967 que relata un encuentro con Gary Underhill, un capitán retirado de inteligencia militar de EEUU. Según los informes, Underhill, quien se encontraba visiblemente agitado, huyó de Washington inmediatamente después del asesinato de Kennedy. Durante su refugio en Nueva Jersey, compartió con sus amigos una teoría inquietante: el presidente había sido asesinado por una «camarilla de la CIA». Underhill apuntaba a una red secreta de agentes implicados en actividades de tráfico de armas y drogas, y que operaban a espaldas del gobierno de Estados Unidos.
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El destino de Underhill no fue menos sombrío. Seis meses después de sus declaraciones, su cuerpo fue encontrado sin vida, y aunque las autoridades lo catalogaron como un suicidio, los documentos desclasificados sugieren que pudo tratarse de un asesinato encubierto.
Los nuevos archivos también destapan detalles sorprendentes sobre el involucramiento de la CIA en el tráfico de armas, una actividad que se remonta a las semanas posteriores al asesinato de Kennedy. Según los documentos, la agencia facilitó el transporte de pistolas «Magnum» a través de la embajada de Japón, en un contexto de creciente preocupación sobre el control de armas en la región.
Este tráfico no era un incidente aislado. En 1961, el asesor del presidente, Arthur Schlesinger Jr., advirtió que la CIA estaba desarrollando una agenda propia, lo que generaba un creciente sentimiento de desconfianza en el gobierno. Las preocupaciones de Schlesinger no eran infundadas, como ahora demuestran estos archivos.
Finalmente, los documentos desclasificados arrojan dudas sobre la versión oficial del asesinato, que sostiene que Lee Harvey Oswald actuó solo en el crimen. A través de informes de inteligencia, se señala que Oswald no era el tirador experto que la historia oficial nos presenta. En sus disparos desde más de 80 metros, se consideraba un tirador mediocre, lo que pone en tela de juicio la certeza de las investigaciones originales.
Incluso fuentes del KGB sugieren que Oswald no estaba vinculado a Moscú, aunque estuvo bajo vigilancia durante su estancia en la URSS. Este dato refuerza las preguntas sobre si su papel en el asesinato fue realmente el de un solitario atacante, o si hubo fuerzas más poderosas detrás del trágico evento.
A medida que los documentos desclasificados de la CIA siguen siendo analizados, el misterio del asesinato de Kennedy persiste. Con cada nuevo archivo, surgen más preguntas sobre las conspiraciones que rodearon su muerte. Mientras Estados Unidos y el mundo continúan buscando respuestas, el legado de Kennedy sigue marcado por la incertidumbre y la controversia.
Foto: Redes
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