Mojados y enlodados tras cruzar la frontera con México, los niños inmigrantes cuentan que se acostaron o sentaron en el piso frío de las celdas a donde fueron llevados por las autoridades migratorias de Estados Unidos. Todo es producto de la política de «tolerancia cero» del gobierno de Donald Trump.
«Era difícil dormir con la luz prendida toda la noche y los guardias pateando nuestros pies», cuentan. Se acostaban con hambre después de recibir lo que dijeron eran emparedados congelados y «comida apestosa».
Los más pequeños lloraban en espacios cercados, en donde estaban apiñados con adolescentes, e imploraban que los llevaran con sus padres. Los inodoros estaban sucios y el agua corriente era poca, cuentan. Esperaban, inseguros y asustados, por lo que les deparaba el futuro.
“No sabía dónde estaba mi mamá”, dijo Griselda, una guatemalteca de 16 años que ingresó a Estados Unidos con su madre por la zona de McAllen, Texas. “Vi a niñas preguntar en dónde estaban sus madres, pero los guardias no les decían”.
Documentado ante una corte de Los Ángeles
Las descripciones que hicieron los niños de varias instalaciones de detención están incluidas en un voluminoso documento presentado esta semana en una corte federal de Los Ángeles, como parte de un proceso sobre si la administración Trump está cumpliendo con un añejo acuerdo que regula el trato que deben recibir los niños inmigrantes.
Decenas de abogados, intérpretes y otros voluntarios recorrieron el suroeste del país en junio y julio para entrevistar a más de 200 padres y menores migrantes sobre las condiciones en las celdas, centros de detención y albergues juveniles.
Los activistas dicen que el Gobierno ha incumplido con el acuerdo Flores de 1997, que dicta las condiciones de detención y requisitos de liberación para los niños inmigrantes.
Los privan del sueño y de alimentación digna
“Se han expresado en voz alta y clara, y lo que han dicho es que experimentan hambre forzada, deshidratación forzada, privación del sueño forzada”, dice Peter Schey, un abogado de los niños que ha pedido a la corte designar un supervisor especial para que se cumpla con el acuerdo. “Están aterrorizados y creo que es hora de que las cortes y el público escuchen sus voces”.
El Departamento de Seguridad Nacional, encargado de la inmigración y el control fronterizo, no ha respondido por el momento a solicitudes de comentario. Pero en sus propios documentos presentados a la corte en junio, los supervisores del Gobierno dijeron que las autoridades inmigratorias cumplen con las condiciones establecidas en el acuerdo.
La letanía de quejas compiladas por los abogados se ha dado a conocer después de que la indignación global orillara al gobierno de Trump a dar marcha atrás en la separación de familias inmigrantes en la frontera. Bajo otra orden de la corte, las autoridades ahora reunifican a los padres y niños separados, y dicen que intentarán mantener a las familias juntas durante su proceso en cortes de inmigración, aunque, según el acuerdo Flores, los niños inmigrantes deben ser dejados en libertad en aproximadamente 20 días.
Muchos de los niños describieron las condiciones en las instalaciones a donde fueron llevados y en donde fueron procesados los primeros días después de cruzar la frontera. En los reportes sólo fueron identificados con sus nombres de pila.
Testimonios de los niños
Timofei, un ruso de 15 años que pidió asilo con sus padres en la frontera, por ser testigos de Jehová, contó que la noche y día se fusionaban en el cuarto cerrado y atestado donde estuvo detenido con otros menores de edad. Tenía una sola ventana con vista a un pasillo vacío, no había jabón en el baño y sólo recibió en ocasiones un cepillo de dientes desechable.
Le ofrecieron ducharse al llegar al centro de San Ysidro, California, pero no lo hizo y no se le permitió en los dos días que siguieron, según contó.
Algunos niños fueron enviados después al albergue Casa Padre de Texas para los niños inmigrantes que viajan solos o fueron separados de sus padres. El centro opera bajo contrato con el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Los jóvenes cuentan que ahí pasaban hambre y no les daban suficiente tiempo para hablar con sus padres por teléfono.
Kenneth Wolfe, vocero de la Administración para Niños y Familias del Departamento, dijo que la agencia no comentaba casos específicos, pero que si un contratista no cumple con los procedimientos de la agencia, se atiende el problema.
También en Texas, Keylin, una hondureña de 16 años dijo que viajó al norte con su madre después de que amenazaran de muerte a esta última en su país. Ambas se entregaron en la frontera en McAllen y fueron llevadas a una instalación que llamó “hielera” de lo fría que estaba.
Un día después fueron llevadas a un centro de reclusión con áreas cercadas al que describió como “perrera”. Ahí fueron separadas y sólo se les permitió hablar una vez por 10 minutos en los siguientes cuatro días.
En ambos lugares, la comida estaba congelada, olía mal y no la pudo comer, contó. Las guardias les gritaban a ella y a las otras niñas, obligándolas a desnudarse para mirarlas lascivamente antes de ducharse, dijo.
“Todo el tiempo tuve mucho miedo y estaba deprimida. Tenía miedo de las guardias y miedo de que me deportaran sin mi madre”, dijo, y agregó que después fueron reunidas y enviadas a un centro de detención familiar.
Ángel, un niño de 13 años que llegó de México con su madre, dijo que los guardias les dijeron a los niños en su celda de McAllen que iban a ser adoptados y que ya nunca verían a sus padres. Después fue enviado a un centro de detención familiar con su mamá, en donde dijo que pasaron la revisión de asilo y esperan ser liberados.
“Estoy emocionado de salir de aquí y acabar con esta pesadilla”, señaló.