Gracias a la lucha continua de Ambientalistas y ciudadanos presentes en los seis continentes contra la incineración de residuos y reclamando el cese de estos procedimientos contaminantes, las Naciones Unidas hizo un llamado a la comunidad internacional a firmar el convenio de Estocolmo del año 2001, proclamándose así el Día Mundial Contra la Incineración, el 18 de junio del año 2002.
Con la celebración del Día se insta a las autoridades sanitarias a vigilar el cumplimiento del convenio en el que se estipula la minimización de la descarga de doce de las sustancias más tóxicas, entre ellas las dioxinas y los furanos que provocan malformaciones genéticas, problemas reproductivos, daños al sistema inmunológico y cáncer.
Como dato es de saberse que se estima que la incineración de residuos es responsable del 69 por ciento de las emisiones mundiales de dioxinas y demás contaminantes.
Una vez que penetran en el organismo, se fijan al tejido graso, donde quedan almacenadas. Se calcula que su semivida en el organismo oscila entre 7 y 11 años. En el medio ambiente, tienden a acumularse en la cadena alimentaria.
La incineración de residuos es un proceso de cremación que implica la combustión de sustancias orgánicas contenidas en los materiales de desecho. En algunos países, los incineradores construidos a menudo no incluyen la separación de materiales para eliminar los materiales peligrosos, voluminosos o reciclables antes de la combustión.
Estas instalaciones son un riesgo para la salud de los trabajadores de la planta y para la ecología.
La incineración de los materiales de desecho convierte la basura en cenizas, gases de combustión y calor.
Los gases de combustión se deben limpiar de gases y partículas contaminantes antes de que se dispersen en la atmósfera. En algunos casos, el calor generado por la incineración puede ser utilizado para generar energía eléctrica.