¿Qué sucede en Bruselas para que la capital belga y flamenca, europea y de la OTAN, sea lo más parecido a un estado policial, con centros públicos y transportes cerrados y tanquetas por el centro? A tenor de las pobres informaciones divulgadas por las autoridades, no gran cosa. Este domingo a las doce y media de la noche el Ministerio Fiscal ha anunciado una cascada de detenciones –una más– sin desvelar todavía ninguna relación de éstas con los atentados de París. El nivel máximo de alerta se mantiene en la capital desde el sábado.
Desde la masacre del viernes 13 de noviembre y salvando la operación de anoche, que se ha saldado con de momento 16 detenidos en seis distritos, en las cárceles bruselenses solo quedan tres arrestados. De uno no se sabe siquiera su identidad. Bruselas ha ocupado, junto con París por motivos obvios, la primera línea mediática por la procedencia de muchos de los terroristas del distrito de Molenbeek. Durante varios días, centenares de periodistas de todas partes llegaron alocadamente al barrio a hablar con los vecinos.
Pero la eficacia de las operaciones no ha sido clarificada. Empezaron el sábado posterior a los ataques de París en el mismo Molenbeek, se intensificaron durante la semana coincidiendo con las críticas del presidente François Hollande a los servicios de seguridad belgas y han concluido nueve días después de madrugada haciendo de Bruselas una ciudad tomada por policías y militares, extremo al que no ha llegado la ciudad del Sena. Una situación que no ha sido explicada por el Gobierno más allá del incontestable «riesgo grave e inminente» de atentados.
Al caer la tarde del domingo, el proceso ha alcanzado su clímax: policía y ejército han desalojado la Grande Place y aledaños y han acordonado la muy cercana Rue de Midi. Durante las redadas se pidió a los medios de comunicación que dejaran de hacer un seguimiento en directo de los acontecimientos, y éstos lo acataron. Se rogó lo mismo a los ciudadanos que tuiteaban bajo el hashtag #BrusselsLockdown y estos respondieron inundando la red con ese eslogan junto a la imagen de un gatito, una buena muestra de humor. Humor belga.
Antes de la medianoche se hablaba de seis detenidos y de un herido. Previamente, el primer ministro, el liberal-conservador francófono Charles Michel, que el pasado jueves anunció una batería de 18 medidas muy controvertidas en materia antiterrorista, alegó basarse en la evaluación del Centro de Crisis para prolongar la excepcionalidad un día más, a este lunes.
Al final, las detenciones han sido 16 y ninguna de ellas se ha producido en el centro de Bruselas, adonde apuntaban los focos: todas han acaecido en barrios periféricos como Molenbeek, Anderlecht, Jette, Schaerbeek, Woluwé-Saint-Lambert y Forest, además de tres arrestos más en esa ciudad posindustrial y deprimida que es Charleroi. Se han desarrollado 19 operaciones en total. No hay armas ni explosivos por ninguna parte.
¿Y el herido? Según ha explicado la Policía en una rueda de prensa en la que no se han admitido preguntas, uno de los arrestados embistió con su coche a un vehículo policial apostado en Molenbeek. Del choque vendrían las heridas.
Además de no pasar las preguntas de los periodistas, los escuetos comunicados de prensa que envía el Ministerio Fiscal de Bélgica llevan el siguiente lema: «Ninguna información adicional será notificada acerca de la identidad de las personas comprometidas». De los tres detenidos, dos de ellos –Hamza Attou y Mohamed Amri– transportaron al terrorista Saleh Abdeslam de París a Bruselas, como ellos mismos han afirmado a petición del propio Saleh. «Estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado», ha recalcado un amigo de Attou y Amri a Le Nouvel Observateur defendiendo la inocencia de ambos. El tercer detenido fue apresado el pasado viernes en Bruselas y su identidad está por determinar.
Entretanto, escenas surreales empiezan a descubrirse en Bruselas. Un individuo que aparcó mal su coche en la zona de Art-Loi, entre el Parlamento Europeo y la Comisión, vio cómo las autoridades desmenuzaban el vehículo en busca de explosivos. Por Twitter y por las redes se han denunciado múltiples casos de detenciones y cacheos indiscriminados, pero también de peticiones de cordura. Se han cancelado algunos actos previstos en las instituciones europeas, que han incrementado al máximo los controles de acceso. En las oficinas de la UE y en algunas empresas se ha recomendado trabajar desde casa en lo posible.
Más de una veintena de personas han sido interpeladas y posteriormente liberadas tras nueve días de psicosis en Bruselas.