Una realidad inobjetable tiene hoy al mundo en una incertidumbre sobre su existencia misma: la existencia de miles de cabezas nucleares y la expansión del armamentismo.
La producción de estos medios letales, su uso, la cantidad de dinero que se gasta en ellos, son solo parte de una madeja bien enredada por intereses hegemónicos. Y en todo caso, los gastos en armas van en detrimento de lo que se necesita para alimentar, curar y educar a más de mil millones de seres humanos que lo necesitan.
Y, lo más peligroso de todo, es la competencia desafiante entre un complejo militar norteamericano, ambicioso y con poder real; y un presidente vulnerable, cuyas promesas a favor de la paz han tropezado una y otra vez con los grupos que apuestan a la confrontación bélica.
No parece cierto que Barack Obama, el mismo que hasta fue investido con el Premio Nobel de la Paz, sea el autor de las siguientes palabras: “Así que hoy declaro claramente y con convicción el compromiso de Estados Unidos de buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares”.
Ese discurso lo pronunció en Praga, capital de la República Checa, cuando llevaba tres meses como presidente de los EE.UU.
La historia posterior tiene reiterados ejemplos del gran trecho que dista entre lo que dice y lo que hace un mandatario en esa nación. No transcurrió mucho tiempo para que en un editorial del diario The New York Times se criticara fuertemente a Obama, ya que entre sus planes se encuentran la adquisición de 12 submarinos, hasta 100 bombarderos, 400 misiles instalados en tierra y la renovación de ocho plantas y laboratorios para la producción de las más letales y modernas armas.
Es el mismo presidente que continuó las guerras de Irak y Afganistán emprendidas por su antecesor George W. Bush, y que bombardeó Libia; apoya militar y económicamente a los grupos terroristas contra Siria y ordena a sus drones (aviones no tripulados) realizar bombardeos contra supuestos objetivos terroristas en varios países del Oriente Medio, causando la muerte de cientos de civiles.
No pocas críticas se han hecho al mandatario porque, lejos de reducir su arsenal nuclear, está invirtiendo miles de millones de dólares para modernizarlo.
De acuerdo con datos del Departamento de Estado de abril del 2014, Estados Unidos tiene 4 804 ojivas nucleares en sus reservas, cifra que, aunque inferior a la de décadas pasadas, es más que suficiente para destruir totalmente al planeta, es decir el apocalipsis.
Vale recordar que en el año 2010 Estados Unidos y Rusia firmaron el llamado tratado New Start, que contemplaba la reducción en un 30 % del arsenal estratégico de ambos países.
Sin embargo, aquella acción que se presentaba ante la opinión pública internacional como algo racional y serio, no pudo concretarse en su más completo contenido, ya que los republicanos del congreso norteamericano obligaron al mandatario a aceptar antes, la implementación de un multimillonario plan para renovar el arsenal existente. Es decir, eliminar armas nucleares de generaciones atrasadas y en su lugar producir otras más modernas.
El auge del desarrollo nuclear estadounidense se produce en medio de una tendencia ascendente de los gastos militares mundiales en el 2014, superando el billón y medio de dólares, de acuerdo con reportes de la agencia AFP.
Otro componente que se agrega a ese peligro real de una confrontación nuclear, es el hecho de que Rusia, amenazada por la hegemonía y los planes belicistas norteamericanos, haya tenido que reformular planes y presupuestos dedicados al desarrollo de este y otro tipo de medios militares imprescindibles para poder enfrentar al enemigo que la acecha.
En lo interno, corresponde también a Estados Unidos ser el país con más armas por habitante, cuestión esta que, además de causar reiterados asesinatos en escuelas, centros culturales y otros, no ha podido concretarse su solución en la agenda del mandatario.
Al respecto, agrupaciones encabezadas por la Asociación Nacional del Rifle, se apoyan en la segunda enmienda de la Constitución que se manifiesta a favor de que para la seguridad de un Estado libre, es derecho del pueblo poseer y portar armas sin restricciones.
En respuesta a algunas pretensiones de Obama para limitar el uso de las armas, David Keene, presidente de la citada Asociación declaró que su organización tiene suficiente apoyo en el Congreso para rechazar cualquier proyecto sobre el control de las armas.
También la doctrina militar norteamericana conminó a la OTAN para que en su última Cumbre de hace apenas un mes, aprobara un crecimiento del presupuesto militar a un mínimo del 2 % del Producto Interno Bruto de sus países integrantes, que, como se sabe, viven inmersos en una profunda crisis económica, social y sistémica.
Este abultado presupuesto se basa en la lógica “ilógica” de “acercar la OTAN a Rusia”, bajo el supuesto de una amenaza de Moscú a la democracia occidental a la que se ha afiliado Ucrania.
Sin regodeo de ningún tipo, la OTAN aprobó la creación de una fuerza especial de respuesta rápida dirigida contra Moscú. Este componente bélico y desestabilizador se agrega al llamado escudo antimisiles instalado por el Pentágono y la alianza atlántica en países muy cercanos a territorio ruso.
Fuente: Periódico Granma