Si los republicanos fueran serios en su amor por la Constitución y las leyes, entonces Estados Unidos sería un lugar un poco más racional y un poco más agradable para hacer política. Y es que está vigente una norma aprobada incluso por la misma Corte Suprema de Antonin Scalia, que permitía al presidente Barack Obama nombrar a un ministro durante el periodo de receso del Senado, que finalizó este pasado lunes.
Varios medios de comunicación de Estados Unidos se han hecho eco de esta posibilidad concreta, entre ellos el Washington Examiner y Mother Jones. El tema es que la muerte de Scalia fue lo suficientemente sorpresiva para dejar al Senado en una situación que Obama podría haber aprovechado perfectamente. Una norma aprobada hace un par de años estableció que es atribución del Presidente nombrar a una persona en cargos que necesitan de aprobación del Senado, si el mandatario las realiza en un periodo de por lo menos 10 días de receso. Como dijo un asesor de alto nivel del Partido Republicano, Obama «podría haber nombrado al Vicepresidente Biden esta noche si hubiera querido».
Sin embargo, cuando el Presidente ejerce su atribución por decreto para nombrar cargos, éstos generalmente duran una fracción del tiempo que la ley garantiza, teniendo que abandonarlo más tempranamente. Es lo que pasa con los embajadores o secretarios de alto nivel de los ministerios. Por ese motivo, Obama o los posibles candidatos prefieren pasar por el proceso de ratificación del Senado, para asumir «en forma».
Todo comenzó en 2012 cuando Obama nombró a tres personas del Directorio Nacional de Relaciones Laborales, durante un receso del Senado. Los republicanos respondieron con una lucha legal que zanjó la Corte Suprema, institución que ratificó en 2014 que Obama tenía el derecho a nombrar funcionarios en cualquier periodo de receso de al menos 10 días. Pero dejó al Senado la atribución para decidir cuándo éste se encontraba legalmente “en receso”. La Cámara Alta, controlada por la derecha, ha decidido entonces evitar recesos al máximo, manteniendo siempre una mínima actividad formal en tiempos de cierre, para evitar cualquier movimiento de Obama de escapar del bloqueo que le han impuesto.
Pero durante la muerte de Scalia, el Senado se encontraba en una de esas raras ocasiones en que realmente estaba en receso. Es decir, Obama tuvo la atribución de haber nombrado al reemplazante del fallecido Scalia hasta el lunes 22 de febrero pasado. De haberlo hecho, el ministro no habría sido vitalicio, sino que hubiera expirado su mandato en diciembre de 2017.
En contexto…
Aunque el posible ministro hubiera durado solo un par de años, Obama hubiera hecho una jugada magistral, proyectando al juez hasta bien entrado el primer año de gobierno del próximo presidente, un golpe político que le habría permitido aprobar varias medidas que corren riesgo de ser revertidas o bloqueadas este año, especialmente en el tema de inmigración y derechos electorales.
La Administración de Obama jugó, en ese sentido, a la moderación. Y sin duda la negativa de ratificar al ministro de la Corte Suprema agregará una tensión extra a la carrera electoral, y puede dañar al Partido Republicano al aparecer como obstruccionista e irracional. Quizás el gobierno del Partido Demócrata puso eso en consideración. De haber nombrado al ministro de la Corte Suprema por decreto, hubieran sido los republicanos quienes habrían pasado a la lucha frontal por la «inconstitucionalidad» del acto de Obama.
Esta consideración no la han tenido los republicanos, que no dudaron en otra movida extrema y de alta crisis política, dejar sin fondos al gobierno federal del mandatario, que tuvo que cerrar sus operaciones en octubre de 2013 por dos semanas, medida que perjudicó a millones de personas que dependen de los servicios del gobierno y de su calidad de empleador.
Pero en el corto plazo, el no haber tomado ventaja de la ventana que tenía para llenar el puesto de Scalia le puede costar caro al Presidente Obama, a su agenda, y a su legado. Los republicanos continúan ratificando que no aceptarán ni siquiera darle audiencia a un posible candidato para la Corte Suprema, rompiendo una tradición de más de 100 años. Veremos hasta que punto los republicanos siguen “amando” su Constitución…