Serguéi Anánov empezó su aventura en la provincia de Moscú, sobrevoló casi toda Rusia, el océano Pacífico, Estados Unidos y Canadá y estaba muy cerca de cumplir su objetivo en el momento del accidente. Le faltaban poco más de 4.000 kilómetros cuando en un tramo entre Canadá y Groenlandia se rompió una de las correas que conectaban el motor del helicóptero con las hélices y la aeronave no pudo seguir manteniendo el equilibrio.
Sobrevivir a la situación en que se vio después de que el helicóptero cayera al mar fue un acto de valentía. El ruso logró salir del aparato y escaló un bloque de hielo, donde tuvo que sobrevivir durante un día y medio.
«Cuando estaba en ese bloque de hielo me imaginaba cómo me rescataban; la imagen de un helicóptero al que me subiría me pasó muchísimas veces por la cabeza«, dijo el viajero durante una visita a los estudios de RT. Anánov agregó que lo único que tenía en mente era ganar tiempo para que lo rescatasen con vida. Y eso sucedió, aunque solos después de que lo visitaran sucesivamente tres ejemplares del depredador más temido del Ártico: el oso polar.
A los tres los consiguió espantar poniéndose de pie con los brazos levantados y rugiendo. «Entonces los osos se ponían nerviosos, corrían pero se daban la vuelta para ver si yo seguía ahí«, relató Anánov.
«Mi mayor enemigo no fue el frío o los animales, sino la niebla. Dificultó la operación de rescate desde el principio. El primer equipo de rescate, el canadiense, vino cuatro horas después del accidente, estuvieron volando una hora por encima de mí. Yo los podía ver, pero no me encontraron«.
Mientras esperaba, el viajero comía las pocas provisiones que le quedaban y bebía el agua derretida del mismo bloque de hielo en el que estaba esperando ayuda. Los rescatistas, con ayuda de los guardacostas de Canadá, tardaron 36 horas en descubrir su paradero exacto.
Aunque pasó por una experiencia que podría haberle costado la vida, Serguéi sonríe y afirma que no se quedará con los brazos cruzados y volverá a intentar batir el récord.