Los vientos de los escándalos de corrupción soplaban en contra. Los de la economía alternaban ráfagas débiles a favor con otras en la dirección opuesta. Parecían malos tiempos para el conservador Partido Popular.
Sin embargo, esta formación de centroderecha y su líder Mariano Rajoy ganaron este domingo las elecciones en España por tercera vez consecutiva. El PP obtuvo casi 8 millones de votos, un 33,03% del total, y 137 escaños, 52 más que su rival más cercano, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que se quedó con 85 diputados.
Los datos económicos pintan un país que poco a poco emerge de su peor crisis económica en décadas: frente a la previsión de crecimiento del 2,8% este año, la deuda pública, en un 100,5% del Producto Interno Bruto (PIB), alcanza récords históricos y, pese al descenso del desempleo en los últimos meses, casi 4 millones de españoles no tienen trabajo. Además, el Partido Popular es uno de los partidos más salpicados por los escándalos de corrupción que han estallado en España en los últimos años.
Por citar sólo dos: 9 de sus 10 ediles en Valencia fueron imputados en marzo por presunto blanqueo de capitales y el caso Gurtel, una red de corrupción política que afectó a numerosos cargos del partido, sobre todo en Madrid y Valencia.
En este contexto, muchos observadores del país europeo -tanto distantes como cercanos- se preguntan hoy cuál es el secreto electoral del PP y si realmente es inmune al desgaste que producen los casos de corrupción. El doble ciclo electoral ha beneficiado al PP porque ha podido vender con más credibilidad la mejora económica del último año.
«En primer lugar hay que cualificar esa resistencia: cuando uno observa la evolución de votos del PP desde 2011, observa una caída de cerca un tercio. El castigo existe, pero hoy el PP considera un éxito obtener un el 30% de los votos. Históricamente es un resultado bajísimo», señala.
El pasado domingo el Partido Popular recogió algo menos de 8 millones de votos. En 2011 fueron casi 11 millones. Pero, pese al desgaste, la celebración en el balcón de la sede del PP en la calle Génova de Madrid fue de victoria total: Mariano Rajoy no tuvo un gran resultado, pero el de sus rivales fue peor.
ELECCIONES EN ESPAÑA
137 escaños
para el Partido Popular (PP)
- 85 para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
- 71 Partido Unidos Podemos
- 32 Ciudadanos (C’s)
En un contexto marcado por las turbulencias económicas y políticas, muchos votantes aceptaron el mensaje de estabilidad que el PP vendió a lo largo de la campaña y la anterior legislatura.
Y la victoria del partido gobernante que aplicó las medidas de austeridad durante la crisis no es excepción en Europa. Tanto en Irlanda como en Portugal, los partidos que llevaron a cabo ese tipo de políticas resultaron vencedores en los últimos comicios.
«La incertidumbre asociada al Brexit, al colapso de las bolsas, a la falta de dirección del proyecto europeo… Esa sensación de inestabilidad ha movilizado al votante conservador, incluso a aquel que pueda ser crítico con su gobierno», apunta Albertos.
Ese efecto de repliegue de los votantes conservadores hacia una opción «segura» fue clave en la caída de los apoyos a Ciudadanos, un nuevo partido de centro derecha que hace de la lucha contra la corrupción una de sus banderas, y que se había erigido como casi única alternativa al PP por la derecha.
«En las elecciones anteriores, algunos votantes conservadores apoyaron a Ciudadanos y ahora volvieron al PP. El votante de derechas ha castigado a Ciudadanos porque tras las elecciones del 20 de diciembre llegaron a un acuerdo con el PSOE frente al PP», le dice a BBC Mundo el politólogo Arturo Gómez, del Colegio de Politólogos y Sociólogos de Madrid.
La brecha generacional es otro de los factores que hacen que el suelo electoral del PP sea tan alto.
Mientras que entre los jóvenes caló el discurso de los nuevos partidos, el PP sigue teniendo un apoyo elevado entre los mayores de 50 años.
«Como sucedió en el caso del Brexit, los mayores de 50 años condicionaron el resultado electoral», señala Gómez. España es uno de los países más envejecidos del mundo. Mientras que en México, el porcentaje de población mayor de 55 años es de apenas un 14%, en Argentina un 20% o en Colombia algo más del 15%, en España supera el 29%.
«En este ciclo hemos visto una segmentación de los electorados. Ciertos discursos políticos que transmiten bien el descontento en ciertos entornos, en otros, son menos efectivos. Por ejemplo, los entornos más jóvenes y dinámicos son muy críticos con los escándalos de corrupción, pero en ese segmento el PP ya era minoritario. En los lugares donde tiene más apoyos, en zonas rurales y entre mayores de 65, ese discurso tiene un recorrido más limitado», agrega Albertos.
Entre esos electores, que representan un gran porcentaje de la población española, las propuestas de cambio tienen menos éxito que las de permanencia.
«Una parte del electorado es muy temerosa y teme que las turbulencias propicien un cambio a peor. La gente es muy crítica con la crisis y el aumento de las desigualdades pero le da miedo pensar en cambios bruscos del sistema político», concluye Albertos. La polarización de la campaña planteó los comicios como una elección entre lo viejo conocido y los nuevo por conocer. Y más de un tercio de los electores prefirió la primera de las opciones.