Investigando el tema, ‘El País‘ entrevistó a distintos expertos, entre ellos al psicólogo Francisco Estupiñá, secretario de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS), quien asegura que en la sociedad occidental se observa un mayor grado de empatía hacia el animal.
«Otros estudios sugieren que la empatía hacia otros seres humanos y a los animales son factores relacionados pero independientes. Alguien puede disponer de más empatía hacia humanos o hacia animales y eso no tiene por qué condicionar esas diferentes emociones, por lo que puede que desarrollemos más empatía hacia los animales que a los humanos», afirma Estupiñá.
«La historia de Cecil no sería noticia, por ejemplo, si viviéramos en una tribu o en la selva y los leones fueran los que nos roban la comida o nos matan. En ese contexto, matar a un león sería una heroicidad. Tampoco hubiese sido lo mismo de haberse tratado de un pobre cazador que se defiende de un león. Pero cuando alguien va con alevosía y paga por matar a un ejemplar reconocido como una pieza de trofeo, eso se ve como algo muy injusto y puede explicar la oleada de indignación», explica otro psicólogo, Eparquio Delgado.
Analizando el caso del león asesinado, se recordó un estudio llevado a cabo por sociólogos estadounidenses, donde se investigaba el impacto emocional por la muerte de un adulto, un bebé y algunos animales. Resultó que los encuestados sentían más dolor y pena por el bebé y los animales.
«Ese fenómeno se podría deber a que cuando vemos una noticia como la de Cecil pensamos que el león es un ser indefenso, absolutamente entregado a los deseos de la figura poderosa del cazador. Cuando se trata de muchas personas que mueren en un conflicto, a veces interpretamos que esas personas están ahí porque quieren, pues tienen forma de escapar. Esa indefensión que detectamos en ciertos animales no la vemos tanto en adultos como víctimas», dijo Delgado comentando el estudio.
Por otra parte, los expertos subrayan que la empatía por los animales no es igual con todas las especies. «Hay algunas a las que vemos más ‘achuchables’. De manera directa o indirecta, tendemos a prestar más atención a las especies que nos parecen más bonitas o tiernas, como los cachorros de león o del oso panda, que a, por ejemplo, una larva de efemeróptero, que sufre la misma amenaza de peligro de extinción», según el ambientólogo Andreu Escrivà.