El historiador israelí Yuval Noah Harari, una de las personalidades intelectuales más influyentes de los últimos años, sostiene que la tormenta del Coronavirus pasará, sobreviviremos pero será otro planeta, dado que muchas de las medidas actuales de emergencia tendrán que establecerse como rutinas fijas: “tal es la naturaleza de las emergencias, aceleran los procesos históricos en fast forward” .
Harari publicó en el diario inglés Financial Times una exhortación a los gobiernos más poderosos del planeta, destinada a sacudir a la ciudadanía: no son tiempos para pensar en términos de nacionalismos ni ventajas sanitarias monopólicas, sino de actuar más globalmente que nunca, reseñó el diario Clarín.
Advierte el escritor que “las decisiones que tomen los gobiernos y pueblos en las próximas semanas probablemente darán forma al mundo que tendremos en los próximos años.
No solo formatearán nuestros sistemas de salud, sino también nuestra economía, la política y la cultura; debemos actuar con presteza y decisión”, sostuvo el autor de “De animales y dioses. Una breve historia de la humanidad”
Yuval Noah Harari encarna la nueva estirpe de intelectuales de alta divulgación, eficaces para recorrer de manera transversal todas las instituciones, influyendo en políticos, audiencias y académicos a la vez, con un discurso y conceptos suficientemente llanos y significativos.
Es docente en la Universidad Hebrea de Jerusalén y el conferencista mejor pagado del mundo (se presenta por sumas de seis dígitos y una estrategia de comunicación sofisticada que incluye visitas a otras personalidades), fue imponiéndose como una referencia seria en las universidades de todo el mundo a partir de ese canal propio, que son sus libros.
De hecho, es autor de un éxito editorial único. En los ensayos De animales a dioses: Breve historia de la humanidad, postula que la historia tiene un sentido, y que este se despliega como relato de la progresiva unificación de las distintas ramas de la especie humana, amalgamadas por su espíritu de cooperación y los mitos que ha podido crear gracias al lenguaje.
Para Harari, nuestro mito dominante actual y desde hace varios siglos es el de la libertad, que funda, entre otras instituciones, la democracia occidental.
De hecho, existe hoy un cambio de paradigma profundo a partir de la llegada de los algoritmos. Para Harari, sin embargo, seguimos cautivos de nuestra biología y genética; no estamos tan lejos de aquel Homo sapiens que con tanta belleza concibió Stanley Kubrick. Estamos amarrados a nuestra genética pero necesitamos el relato de nuestra libertad.
En «El mundo después del coronavirus», Harari advierte que el primer dilema es entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano; el segundo desafío es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global.
“Las decisiones que en tiempos normales llevan años de deliberación se toman en pocas horas -explicó-. Las tecnologías peligrosas e inmaduras entran rápidamente en vigor porque los riesgos de la inacción son peores. Países enteros funcionan ya como conejos de indias de experimentos sociales a gran escala.
¿Qué pasa cuando todos trabajamos en casa y solo tenemos comunicación a distancia? Qué ocurre cuando todas las escuelas y universidades trabajan online?”. Esas son preguntas que la población mundial se hace a estas horas, desde el médico hasta el oficinista, desde el empresario hasta el maestro.
Hablamos de un control biológico a esta altura, según él, una “vigilancia subcutánea” para detener la epidemia. Por primera vez en la historia, hoy los gobiernos tienen la capacidad de monitorear a toda su población al mismo tiempo y en tiempo real, dispositivo que ni la KGB soviética consiguió en un solo día.
Los gobiernos de hoy lo consiguen con sensores omnipresentes y poderosos algoritmos, tal como lo demostró China, al monitorear a la población a través de los celulares y las cámaras de reconocimiento facial.
La pregunta, nos alerta, es si los datos de sus reacciones serán luego empleados políticamente para saber cómo responden las emociones del electorado a ciertos estímulos: en otras palabras, para manipular a grandes masas.
Ahora diversas apps en China advierten al portador de un celular que se encuentra cerca de un infectado: ¿de qué supuesto peligro podrían alertarnos también? Este tipo de tecnologías no se limitan a Asia.
Recuerda Harari que recientemente el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanhayu, autorizó a la Agencia de Seguridad a emplear tecnología antes restrictiva para combatir terroristas a rastrear enfermos de coronavirus; lo hizo a través de un terminante “decreto de emergencia” que desestimó de cuajo las objeciones de la oposición en el Parlamento.
En otras palabras, la tecnología de vigilancia masiva que antes espantaba a muchos gobiernos podría ser de empleo regular: ya no un control “sobre la piel”, sino “debajo de la piel”. Los políticos tendrán mucha información ante qué cosas nos provocan tristeza, hastío, alegría y euforia. Eso representa un poder sobre las poblaciones inédito y riesgoso.
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