Aunque parezca una pregunta muy simple, la respuesta no lo es tanto. El secreto, tal como lo asegura la Sociedad Química de Estados Unidos (ACR, por sus siglas en inglés) en un video educativo.
Los perros tienen un olfato muy desarrollado, se estima que es entre 10, 000 y 100, 000 veces más sensible que el olfato humano. Y cuando dirigen sus hocicos al trasero de otro perro, lo que hacen es recolectar un montón de información sobre el otro animal, desde lo que come hasta su género o su estado emocional, así lo publica BBC Mundo.
Pero, ¿cómo se produce este proceso tan curioso de recolección de datos? ¿qué químicos intervienen? A cada lado del anillo anal (ano) de los perros, hay dos bolsas llamadas sacos anales que excretan los químicos que los perros utilizan para obtener información.
La glándula sudorípara apocrina es la mayor responsable de lo que los perros huelen pero también la glándula sebácea desempeña un rol en este proceso.
George Pretti, del Monell Chemical Sense Center en Filadelfia descubrió que el principal compuesto químico que produce el aroma de los perros es la trimetilamina además de una serie de ácidos de cadena corta.
Cuando los perros olfatean las secreciones de este saco anal la información que obtienen es muy acertada. Sin embargo, la genética, la dieta y el sistema inmunológico producen cambios químicos que hacen que el olor se modifique.
Por si esto fuera poco, los perros tienen un segundo sistema de olfato gracias al llamado «órgano de Jacobson» (órgano auxiliar del sentido del olfato en algunos vertebrados) específicamente diseñado para la comunicación química. El órgano es usado también cuando los perros marcan territorio con la orina.