Premio Nobel de la Paz: «Cuando Europa llora por los migrantes muertos, llora con lágrimas de cocodrilo»

Cuando parece que el mundo está a punto de olvidarlos, impactantes imágenes regresan para recordarnos la tragedia de los migrantes en el Mediterráneo.

Premio Nobel de la Paz: «Cuando Europa llora por los migrantes muertos, llora con lágrimas de cocodrilo»

Autor: Patricio Araya

_90965330_c8759566-36f3-475a-bdc0-394bbb55ffecCuando parece que el mundo está a punto de olvidarlos, impactantes imágenesregresan para recordarnos la tragedia de los migrantes en el Mediterráneo.

Pero, aunque el éxodo continúa,poco parece quedar ya de la ola de solidaridad alguna vez generada por visiones e historias como la del pequeño Alan.

Ahmed ben Tahar Galai, sin embargo, está dispuesto a seguir dando batalla.

Y a eso va al Hay Festival de Querétaro, que se celebra en México esta semana.

Aunque el vicepresidente de la Liga Tunecina de Derechos Humanos –una de las cuatro organizaciones del Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez reconocidas el año pasado con el Nobel de la paz– asegura que no va a darle lecciones a nadie.

Al Cuarteto se le acredita haber evitado que Túnez se precipitara en el mismo abismo que Libia ,Yemen o Siria luego de lo que se conoció como «la primavera árabe», y para Galai su trabajo es un buen ejemplo de la importancia del diálogo y el consenso.

«Pero no me gusta usar la palabra lecciones. Se puede sensibilizar sobre una experiencia, pero no se pueden exportar lecciones», le dice a BBC Mundo en vísperas del festival.

Lo que no significa que el activista tunecino se muerda la lengua al abordar el tema de los migrantes.

Usted va al Hay Querétaro para hablar de migración en general y de la crisis de los migrantes de Medio Oriente que tratan de entrar a la Unión Europea. ¿Qué tiene que decirle a los latinoamericanos sobre el tema?

Hay mucho que decir sobre el tema, porque hay que sensibilizar a todo el mundo sobre este problema, que es muy actual, muy urgente y muy dramático: por causa de lo que pasa en el mundo -de las guerras, las privaciones y la pobreza- hay mucha gente que se está viendo obligada a abandonar sus países. Y la mayoría lo hace por vías anormales, como inmigrantes clandestinos, lo que implica mucho drama y mucho sufrimiento.

Por eso, una de las cosas que voy a decir es que ese es un problema que hay que abordar desde una óptica de derechos humanos, no desde la seguridad o desde el rechazo. Porque incluso si uno rechaza a esas pobres gentes, que están muriendo en las costas o están siendo colocados en centros de detención, eso no resuelve los problemas, solamente los agrava.

Y también voy a denunciar la política de hipocresía de ciertos países, especialmente de la Unión Europea: hay muchos tunecinos, libio, sirios, mucha gente que tiene que emigrar contra su voluntad y están encontrando las puertas de Europa cerradas, muriendo a las puertas de Europa. Y, para mientras, la UE tiene un acuerdo con Turquía que es un verdadero regateo de los derechos humanos.

En resumen voy a insistir sobe la necesidad de un enfoque humanitario y no de seguridad, de políticas más humanas y más transparentes por parte de países que en realidad tienen la posibilidad de atender a esos migrantes. Porque si uno compara el costo social e incluso financiero, el número de migrantes a Europa no es un número extraordinario que no sería difícil de manejar.

Nosotros en Túnez, después de la revolución, cuando estábamos en una situación muy difícil, recibimos más de un millón de migrantes y refugiados subsaharianos que huían de la guerra en Libia. La misma población les abrió las puertas a pesar de los problemas económicos. Así que lo que hace falta (en Europa) es voluntad política, un enfoque basado en los derechos humanos.

¿Y qué cree que explica la actitud europea?

Europa está muy condicionada por sus intereses económicos. Es fundamentalmente por causa de la economía, aunque también por el tema de la seguridad.

Es verdad que los estados tienen también la necesidad, y el derecho, de pensar en la seguridad de su población, especialmente ahora con el aumento del terrorismo y los actos violentos en todo el mundo. Y nosotros no estamos en contra de eso: por supuesto que los estados deben protegerse de ese mal, de ese terrible fantasma que ataca no se sabe cuándo y no se sabe dónde.

Europa, sin embargo, tiene una agencia de seguridad militar y policial para proteger las fronteras de Europa -Frontex- que agrava las cosas, que está armada pero no resuelve el problema, porque a pesar de las barreras la gente igual tiene que abandonar sus países.

Además Europa podría repartirse a esa gente, a repartir el esfuerzo y el costo entre sus miembros, y buscar soluciones con otros países, en lugar de obligar a estados como Túnez, por ejemplo, o antes Libia, en la época de Gadafi, a jugar a los policías y a hacer su propio trabajo militar, mientras ella se presenta como un adalid de los derechos humanos.

Como yo digo en mis conferencias y seminarios en Europa, incluso delante de dirigentes europeos, cuando miles de personas que van en busca del edén europeo mueren a las puertas de ese edén, y ellos lloran por esas muertes, las suyas no son sino lágrimas de cocodrilo, de hipocresía social, hipocresía política.

Hay que acabar con esa hipocresía.

¿Y en qué consiste exactamente esa hipocresía?

¿Qué es la hipocresía? Hipocresía es mostrarse como uno no es de verdad, es actuar de una forma y decir lo contrario. Y la Unión Europea es la gran proponente de los derechos humanos: ahí está la Corte Europea de Derechos Humanos, la Convención Europea de los Derechos Humanos, los grandes textos europeos, los filósofos de la ilustración, Rousseau, Montesquieu, Hobbes… Europa tiene una gran historia en materia de derechos humanos y una gran cultura humanista y de derechos humanos que es verdadera y a la que uno se apega, pues se trata de valores universales.


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