El conflicto ucraniano atraviesa un momento contradictorio. Moscú y Kiev han firmado una tregua, frágil y provisoria, claro está; pero, finalmente, los tiros cruzados han cesado esta semana en las regiones separatistas. Paradójicamente, el precario entendimiento bilateral entre los presidentes Vladimir Putin y Petró Poroshenko no evitó el actual desentendimiento diplomático entre los miembros de la Unión Europea a la hora de consensuar una estrategia de boicot comercial contra el Kremlin por su hipotética incursión militar en el ex granero soviético.
Bruselas y el comando militar de la OTAN anunciaron diez días atrás al mundo entero que la poderosa artillería rusa violó espacio soberano ucraniano para auxiliar a las milicias secesionistas que libran una guerra abierta contra las fuerzas armadas regulares de Poroshenko. La denuncia de las potencias occidentales, respaldada por diarios influyentes como The New York Times con la publicación de fotos que supuestamente documentaban la avanzada militar extraterritorial rusa, precipitó, en un principio, la decisión europea de romper radicalmente lazos económicos con el vecino gobierno ruso. De esa manera, en la cumbre de la OTAN desarrollada en la ciudad galesa de Cardiff, se escucharon declaraciones rimbombantes de varios líderes europeos, envalentonados por la medida colegiada de instalar más bases militares en el hemisferio oriental del Viejo Continente, contra “la agresión militar de Putin”.
Paralelamente, la troika europea aseguraba que profundizaría las sanciones comerciales contra el Kremlin. Sin embargo, la última cita de los cancilleres europeos en Bruselas, fijada para consensuar cómo romper lazos con Moscú, visibilizó las grandes diferencias existentes entre sus socios en este punto. Muchas naciones del Viejo Continente entienden que, si bien Rusia no es un socio geopolítico estratégico, la billetera rusa no puede despreciarse teniendo en cuenta los fuertes lazos existentes en el área bilateral de negocios energética y militar. Más concretamente, jefes de Estado, como el primer ministro húngaro Viktor Orban, están planteando a sus pares más encrespados con la decisiva participación de Moscú en el conflicto territorial ucraniano que “no seamos hipócritas, con las sanciones comerciales contra Rusia nos estamos pegamos un tiro en el pie”.
La diplomacia comercial rusa buscó, desde un principio, hacerle entender a Europa que su país no se amedrentaría con las sanciones impuestas desde Bruselas y que, en todo caso, Moscú buscaría nuevos socios para diversificar las rutas de sus exportaciones. El primer capítulo de la actual tensión entre la eurozona y el gobierno de Vladimir Putin benefició, impensadamente, a los países miembros de la Unasur. Cuando la Unión Europea anunció, un mes atrás, una disminución en la compra de productos agrícolas rusos para intentar disminuir el compromiso de Rusia con las milicias separatistas ucranianas, el Kremlin contraatacó asegurando, luego de una astuta negociación abrochada en la reciente cumbre del Brics en Brasilia, que, de ahora en más, el gobierno ruso colocaría sus bienes primarios en el mercado latinoamericano.
Para reforzar esa hoja de ruta, el primer ministro ruso Dimitri Medvédev, ex jefe de Estado y mano derecha de Putin, advirtió el último lunes que el castigo comunitario europeo podría desencadenar una decisión de Moscú de prohibir a las aerolíneas europeas sobrevolar el espacio ruso. Por otro lado, el número dos del Kremlin aseguró que estaba en carpeta aplicar en el corto plazo fuertes medidas, como un veto a las importaciones de productos automovilísticos provenientes de Europa y un impulso de la industria aeronáutica nacional para sortear las compras a las importantes firmas Airbus y Boeing. “Tendremos que responder asimétricamente si Europa endurece su postura”, señaló con un gesto parco Medvédev a la agencia de noticias Russia Today. Automáticamente, el pétreo mensaje de Medvédev repercutió en Bruselas y profundizó las fisuras domésticas abiertas sobre el tipo de relación a desarrollar con el incordioso vecino ruso. “Fuentes diplomáticas aseguran que fueron muchos los países que expresaron en la última cumbre los posibles perjuicios que este enfrentamiento con Moscú puede tener en el proceso de tregua. Alemania se contaba entre ellos, aunque también República Checa y Eslovaquia, dos países del este que, contrariamente a Polonia y los países bálticos, más críticos se han mostrado con las sanciones”, tomó nota del disenso interno manifestado en Bruselas Lucía Abellán del diario madrileño El País.
Indudablemente, Europa detesta la arrogancia gestual de Putin y la sostenida presencia internacional de Moscú pero, en un plano más realista que ideológico, muchos países de la eurozona entienden que la complementariedad comercial con Moscú no se puede desconocer. El ejemplo más claro es el capítulo energético, ya que el gigante estatal Gazprom es el principal proveedor gasífero de la UE. Contrariamente, Estados Unidos, al no tener una agenda comercial prolífica con Rusia, azuza a sus socios europeos para cortar amarras con Moscú y, de paso, promocionar la matriz energética del fracking como sustituto de los hidrocarburos convencionales, donde Bruselas es muy vulnerable, porque está a años luz de conseguir la autosuficiencia energética. Por ese motivo, Washington y la UE tienen acuerdos parciales y provisorios en su estrategia diplomática contra Rusia en el conflicto ucraniano.
Por otro lado, si bien el Pentágono está más que dispuesto en avanzar posicionalmente en zonas del ex anillo soviético que, supuestamente, están vedadas por los acuerdos post fin Guerra Fría, el declive militar de Kiev contra las formaciones irregulares separatistas hace dudar a Bruselas sobre el grado de compromiso militar a desarrollar. “Incluso, en una reunión celebrada a puertas cerradas el pasado domingo 31 de agosto, el alto mando de la OTAN llegó a la conclusión de que militarmente el conflicto está perdido para Kiev como lo notifica la revista alemana Der Spiegel. Uno de los participantes en la reunión aseguró al medio teutón que el único camino que le queda al presidente ucraniano es el de las negociaciones para poder sacar con vida a sus hombres de las tenazas de las autodefensas del este”, sostiene, en ese sentido, el analista Sergio Rodríguez Gelfenstein del portal Barómetro Internacional. Mientras tanto, continúa el alto el fuego entre Moscú y Kiev. Se trata de un acuerdo intermitente, tan frágil y precario como el inestable consenso europeo en su guerra comercial con Rusia.
Fuente: Miradas al Sur