La aviación de Rusia ha destruido más de 800 posiciones del autodenominado Estado Islámico (EI) en Siria desde el pasado 30 de septiembre, cuando inició la operación antiterrorismo en esa nación, así lo informó el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, general Ígor Konashenkov.
«Sólo durante la semana pasada fueron destruidos 369 objetivos, entre ellos 71 puestos de mando y nudos de comunicación, diez fábricas de explosivos, 30 bodegas y 252 fortificaciones y campos de entrenamientos de terroristas», detalló el funcionario.
Asimismo, Konashenkov indicó que desde el comienzo del operativo, los aviones rusos emplazados en la base aérea de Jmeimim han realizado un total de 934 misiones de combate.
Señaló que los ataques aéreos van dirigidos sólo contra las instalaciones del EI y se llevan a cabo a partir de informaciones que se verifican por distintos canales, con ayuda de satélites.
En este sentido, destacó que los objetivos prioritarios de los bombarderos rusos son los puestos de mando de los extremistas, así como sus búnkers y arsenales.
«La tarea principal consiste en contener las acciones de los terroristas. Por eso, los ataques se lanzan de manera simultánea en distintas regiones de Siria», expuso el general ruso.
En reiteradas oportunidades, Rusia ha rechazado las acusaciones de Estados Unidos y los mercenarios sirios de que la Fuerza Aérea ha atacado posiciones de la denominada oposición moderada al Gobierno de Bashar.
En contexto
Bajo consentimiento del presidente de Siria, Bashar Al Asad, el pasado 30 de septiembre, Rusia inció su campaña contra el autodenominado Estado Islámico y otros grupos terroristas que hacen vida en esa nación árabe.
Recientemente Moscú y Washington llegaron a un “acuerdo” para evitar un choque entre aviones rusos y estadounidenses en el espacio aéreo sirio, que incluye intercambio de información.
Rusia denuncia que EE.UU. se niega a prestar colaboración e información sobre las posiciones de los grupos armados en Siria.
Siria vive un conflicto armado en el que grupos terroristas, apoyados por Occidente buscan derrocar al Gobierno de Bashar Al-Asad, en aras de apoderase de sus recursos energéticos.