Los países de la Unión Europea (UE) han decidido no imponer una prohibición total a las importaciones de gas natural licuado (GNL) procedente de Rusia, ante la falta de acuerdos alternativos con otros proveedores. Esta decisión surge en el marco de las negociaciones del nuevo paquete de sanciones contra Moscú. El temor de quedarse sin suministro energético ha frenado la implementación de medidas más restrictivas, de acuerdo con fuentes diplomáticas europeas.
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El borrador de sanciones, que será presentado este 29 de enero por la Comisión Europea, no incluye un veto completo al GNL ruso. Aunque se plantean restricciones para impedir que este gas llegue a terminales fuera del sistema de gas europeo, esta limitación no afectaría la mayoría de las importaciones actuales.
Según diplomáticos de la UE, el rechazo a la prohibición total está motivado por la inestabilidad energética actual, agravada por las bajas temperaturas del invierno boreal, la reducción de las reservas de gas en Europa y las próximas elecciones al Parlamento alemán, que se celebrarán el 23 de febrero.
«Antes de bloquear el GNL ruso, necesitamos asegurarnos de tener acuerdos con otros proveedores, como Estados Unidos», señaló un diplomático. La falta de estos acuerdos podría dejar a Europa sin una fuente clave de gas, en un momento crítico de demanda energética.
Aunque Europa ha adoptado una política de sanciones tras el inicio de la guerra en Ucrania, el impacto de las restricciones económicas sobre Rusia no ha tenido el efecto esperado. Mientras la economía rusa se mantiene estable, la crisis energética y económica en Occidente se ha intensificado. Frente a esta situación, cada vez son más las voces dentro de la UE que cuestionan la eficacia de las sanciones y piden revisar la política hacia Moscú.
Además, como parte de este nuevo paquete de sanciones, la UE podría desconectar a 15 bancos rusos del sistema de pagos SWIFT, y también se plantea una prohibición gradual de las importaciones de aluminio ruso, que representa el 8% de la producción mundial.
En medio de una creciente incertidumbre energética, Europa camina por una cuerda floja, intentando equilibrar la presión sobre Moscú con la necesidad de garantizar su propio suministro de energía.
Foto: Redes
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