La ciudad siria de Alepo, antigua capital económica del país y desde 2012 convertida en uno de los principales bastiones de los rebeldes opositores a Bashar Al-Assad, fue el escenario de la ofensiva que el ejército sirio llevó a cabo junto con el apoyo aéreo de los bombardeos rusos y el respaldo de las milicias chiítas de Líbano, Irán e Irak.
Alepo es desde hace tres años una ciudad dividida. Mientras las facciones rebeldes resisten en los barrios del este de la ciudad, el régimen de Bashar Al-Assad controla la zona oeste.
Ésta es la campaña más intensa desde que empezaron los bombardeos rusos sobre Siria, el pasado 30 de septiembre y podría marcar un punto de inflexión en la guerra.
Mientras las tropas kurdas de las YPG y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) tomaron varios kilómetros de carretera a lo largo de la estratégica autopista Gazianstep-Alepo. Según los informes, los combatientes kurdos y las tropas sirias han establecido un puesto de control conjunto para evitar enfrentamientos entre las dos facciones.
Durante las últimas semanas, las fuerzas rebeldes en el norte de Alepo han perdido decenas de aldeas y, más preocupante para la oposición siria, a los insurgentes también se les ha cortado su línea de suministros principal a la ciudad de Alepo debido al avance de las tropas del gobierno.
Aunque no se han firmado tratados oficiales entre las fuerzas kurdas y las tropas gubernamentales en el campo de Alepo, éste podría ser un momento para establecer un pacto de no agresión entre ambas partes ya que se enfrentan a enemigos comunes, como el Estado Islámico y los grupos rebeldes en el norte de Alepo.