Esposados, sin poner resistencia, dos jóvenes afroamericanos fueron arrestados en una cafetería, perteneciente a la cadena Starbucks, en Filadelfia la semana pasada luego de que un empleado del local pidiera a la policía sacarlos del recinto por no consumir. La medida se tomó a pesar de que estos advirtieron que esperaban a un amigo para hacer el pedido.
El caso dio la vuelta al mundo, disparando las alarmas de la xenofobia, evidenciando un atropeyo a los derechos humanos. Producto de la indignación se fueron sumando peticiones para boicotear a la empresa amparadas en el video grabado por un cliente que mostraba los hechos y que se volvió viral en las redes sociales (con millones de vistas). Y quien más tarde diría que le alegró que su publicación le haya permitido a otros ver la realidad y creerla.
Para atajar el caos, el presidente de la cadena de cafeterías, Kevin Johnson, buscando lavar su imagen, pidió disculpas públicas a los jóvenes que estuvieron detenidos durante 8 horas, y aseguró que la multinacional estadounidense cerraría sus 8 mil tiendas en Estados Unidos, la tarde del 29 de mayo, para ofrecer a sus casi 175 mil trabajadores una sesión educativa sobre prejuicios raciales.
«Aunque esto no se limita a Starbucks, estamos comprometidos con ser parte de la solución. Cerrar nuestras tiendas para una formación contra las prácticas racistas es sólo un paso en un camino que requiere dedicación por parte de todos los niveles de nuestra empresa y de los socios en nuestras comunidades», señaló Johnson.
El jefe de la compañía describió el video como “muy difícil de ver” y dijo que no se debería haber contactado a la policía. “Lamentablemente, nuestras prácticas y entrenamiento llevaron a un mal resultado”. También indicó que el empleado que hizo la llamada ya no forma parte de su nómina.
El hecho es solo un ejemplo de las humillaciones, amenazas de violencia y discriminación que afroamericanos, entre otras razas, reciben a diario en Estados Unidos.