La muerte asistida o eutanasia es un tema polémico en muchos lugares del mundo, principalmente porque choca con principios y creencias religiosas.
En muy pocos países se considera una opción y se queda a libre elección de pacientes y familiares tomar la decisión, en caso de presentarse la disyuntiva de morir o seguir viviendo con una penosa enfermedad, dolor o discapacidad crónica.
Es el caso de Suiza donde el suicidio asistido es legal desde la década de los cuarenta. En ese país la ley autoriza el suicidio asistido cuando los pacientes mismos realizan el acto y las personas que los ayudan no tienen intereses relacionados con su muerte, informó el portal de noticias swissinfo.
EXIT Deutsche Schweiz, organización suiza de ayuda al suicidio que cubre la región helvética de habla alemana y el cantón del Tesino, precisó que 905 personas recurrieron a sus servicios el año pasado, 172 más que en 2017, lo que representa un incremento del 23%.
En cuanto a los decesos, el 57% fue de mujeres, con una edad promedio de 78 años. La razón más común fue el cáncer terminal (344 casos), seguido por problemas de salud relacionados con la edad y dolores crónicos.
La rama de EXIT que cubre la Suiza francófona asistió a 299 personas en 2018 (13 casos más que en 2017), puntualizó el copresidente Jean-Jacques Bose a la agencia de noticias Keystone ATS.
En Suiza existen dos grupos principales que atienden ese tipo acompañamientos: EXIT y Dignitas. Mientras que esta segunda también ayuda a personas del extranjero, EXIT, la organización más grande del país, solamente apoya a ciudadanos helvéticos o residentes permanentes en Suiza.
Los miembros deben cumplir ciertos criterios para utilizar los servicios de las organizaciones. EXIT y Dignitas solamente prestan sus servicios a personas con una enfermedad terminal, que vivan con un dolor extremo, síntomas “insoportables”, o con una discapacidad insoportable.
La persona que desea morir también debe estar consciente del paso que pretende dar y no actuar por impulso, tener un deseo persistente de morir, no estar bajo la influencia de terceros y suicidarse por su propia mano.
La muerte suele inducirse a través de una dosis letal de barbitúricos prescrita por un médico y que la persona en cuestión debe tomar por sí misma.
El gobierno examinó varias opciones para regular las prácticas de suicidio asistido y en junio de 2011 decidió no buscar cambios en la ley, sino impulsar la prevención del suicidio y los cuidados paliativos.
La legalidad del suicidio asistido en Suiza dio de que hablar en 2018 cuando David Goodall, el científico más longevo de Australia, de 104 años, viajó a ese país para someterse a la eutanasia.
En su país natal, la eutanasia solo es legal en el estado de Victoria, pero esta legislación, entrará en vigor en junio de 2019 y solo afecta a los pacientes en fase terminal con una esperanza de vida de menos de seis meses, informó el portal de noticias Perfil.
El hombre estuvo en una clínica de asistencia al suicidio en Suiza, donde le pusieron fecha de caducidad a su vida: el 10 de mayo de 2018.
Goodall no padecía ninguna enfermedad en fase terminal pero su calidad de vida se deterioró considerablemente por su edad. «Lamento profundamente haber llegado a esta edad», dijo Goodall, especialista en ecología, el día de su cumpleaños a principios de abril.
«No soy feliz. Quiero morirme. No es particularmente triste. Lo que es triste es que me lo impidan. Mi sentimiento es que una persona mayor como yo debe beneficiarse de sus plenos derechos de ciudadano, incluido el derecho al suicidio asistido».
La organización Exit International, apoyó a Goodall en su deseo de morir y organizó una campaña de financiación para comprar su pasaje de ida a Suiza.
El profesor Goodall, investigador asociado honorífico de la Universidad Edith Cowan de Perth, saltó a la fama en 2016 cuando esta entidad le pidió que abandonara su puesto, alegando los riesgos ligados a sus desplazamientos a causa de su edad.
Goodall publicó decenas de estudios a lo largo de su carrera y hasta hace poco tiempo seguía colaborando con varias revistas especializadas en ecología.
En su viaje hacia Basilea, para el suicidio asistido, lo acompañó su amiga Carol O’Neill, representante de Exit International. La mujer explicó que la disputa hace dos años entre Goodall y la universidad lo afectó mucho. «Simplemente fue el inicio del fin”, dijo.
Otras notas de interés:
https://www.elciudadano.cl/latino-america/eutanasia-el-dilema-de-una-muerte-dulce/09/08/
https://www.elciudadano.cl/tendencias/dos-ninos-sometidos-eutanasia-belgica-decision-propia/08/09/