El rey de Tailandia Bhumibol Adulyadej falleció este miércoles a los 88 años en un hospital de Bangkok donde se encontraba ingresado desde hacía más de un año, según comunicó la Casa Real. Su reinado duró 70 años, siendo el monarca que más tiempo ocupó en el trono en el país.
El monarca era muy venerado por los tailandeses, para quienes tenía la categoría de ser casi divino, símbolo de unidad y guía de la nación. Una actitud ante la monarquía que se alimentó por la draconiana ley de lesa majestad que pena severamente las críticas que blinda a la Casa Real.
La muerte dejó el país conmocionado, donde el duelo es genuinamente sentido por la mayoría de los tailandeses y está presente en todo el espacio público del país: altares con imágenes del rey, crespones negros en las calles y edificios, banderas a medio palo, publicaciones de los medios en blanco y negro en sus ediciones digitales y de papel, son algunas de las muestras públicas y rituales por la muerte del monarca.
El gobierno declaró un período de un año de duelo para los funcionarios y organismos oficiales, y suspendió durante 30 días todas las actividades festivas, de ocio y entretenimiento.
Sucesión al trono
El primer ministro, el general Prayut Chan-ocha, confirmó en un mensaje televisado que el príncipe heredero, Vajiralongkorn, será oficialmente coronado como Rama X.
Sin embargo, los rituales funerarios dejaron en un segundo plano la proclamación del muevo heredero de la corona, el 10º de la dinastía Xacri. La decisión de la designación de Rama X como nuevo rey de Tailandia, que fue tomada por el difunto Bhumibol, tenía que ser ratificada por el Parlamento, controlado por una junta militar que gobierna el país desde 2014. Sin embargo, la sesión extraordinaria terminó sin ninguna recomendación sobre la proclamación.
Según el jefe de la junta, Vajiralongkorn habría aceptado el encargo de su padre, pero solicitó más tiempo para centrarse estos días en los actos funerarios y esperar «el momento oportuno». El ascenso al trono de quien se convertirá en Rama X no es demasiado buen visto por muchos de los tailandeses y tailandesas. Su carácter irascible y una vida privada salpicada por varios escándalos privaron a Vajiralongkorn de la popularidad de su padre y le enemistaron con gran parte de la élite monárquica, que teme una purga del nuevo rey en los lugares de más poder e influencia.