El alineamiento de los grandes empresarios tecnológicos con el gobierno de Trump no refleja una ideología, sino un intento de expandir sus imperios capitalistas de la vigilancia, lo que deja en evidencia que considerar a los gigantes tecnológicos como defensores de la democracia fue un error. Ante la inminente posibilidad de que Silicon Valley explote las políticas de comercio internacional impulsadas por Trump, se necesitan medidas urgentes y coordinadas para resistir la dependencia digital y reivindicar la soberanía tecnológica.
También puedes leer: Cuatro décadas de extracción de cemento en Cirebon erosionan el derecho al agua de los ciudadanos
Es sorprendente ver la perplejidad de gran parte de la comunidad que lucha por la responsabilidad tecnológica ante el lugar destacado que ocuparon los directores ejecutivos de las empresas tecnológicas en la toma de posesión del presidente Donald Trump, abrazando calurosamente al nuevo gobierno y alineándose con los valores que representa la famosa frase “Make America great again” (MAGA) [Que Estados Unidos vuelva a ser grande]; valores a los que en el pasado afirmaron oponerse. No está claro si se trata únicamente de un acto de ingenuidad o una desconexión de la realidad del orden mundial capitalista de la vigilancia.
La repentina muestra de afecto hacia Trump por parte de las empresas tecnológicas no está necesariamente relacionada con los valores que comparten ni con una alineación ideológica de larga data. Mientras que Elon Musk es la mano derecha del presidente y su principal patrocinador, y el director ejecutivo y fundador de Meta, Mark Zuckerberg, está claramente de su, seguramente la presencia de figuras como Sundar Pichai y Tim Cook, directores ejecutivos de Google y Apple, se debió a razones más calculadas. No obstante, a todos estos titanes del capitalismo de la vigila laoncia los impulsa una agenda particular: preservar y expandir sus imperios en Estados Unidos y el resto del mundo.
Durante años, buena parte del gobierno, la sociedad civil y el mundo académico ha visto a estas empresas como defensoras de la libertad de expresión, los derechos humanos y el acceso universal a internet. Hay quienes incluso las veían como protectoras de los valores progresistas. La mayoría se asoció con ellas, confió en su financiamiento y pasó por alto los excesos del modelo empresarial capitalista de la vigilancia basado en la recopilación y monetización de datos sin restricciones. Ignoraron los estrechos vínculos de estas empresas con el poder político, sus conexiones con las fuerzas del orden y la seguridad nacional, sus cuestionables incursiones en la política y el enorme presupuesto que destinaban para hacer lobi. Y, lo peor de todo es que desoyeron a quienes llevaban tiempo gritando “el rey está desnudo”.
Las últimas semanas han sido duras para quienes defienden a los gigantes tecnológicos. Es probable que estas personas —especialmente las gobernantes que firmaron acuerdos y se tomaron fotos junto a los empresarios que ahora representan una amenaza directa para sus ciudadanos, democracias y soberanía digital— se sientan engañadas y abandonadas, y ahora se pregunten cómo hemos llegado hasta aquí. ¡Bienvenidxs a la dura realidad del dinero y la política!
Esto se podía prevenir
La triste realidad es que gran parte de esta situación podría haberse evitado (al menos en cierta medida) si los gobiernos que cayeron en la trampa de la transformación digital, junto con el ámbito académico, los laboratorios de ideas, las organizaciones activistas y la clase política (en particular lxs demócratas proempresariales estadounidenses y la clase política neoliberal de otros países) hubieran reconocido y admitido los riesgos de conceder el poder a las mismas empresas que ahora critican e insultan.
Se perdieron muchas oportunidades de lograr avances significativos para frenar el poder de las grandes empresas tecnológicas y abordar los principales desafíos que afectan a la sociedad, como la privacidad, la protección de la infancia en internet, los derechos laborales, la regulación de la inteligencia artificial (IA) y la supervivencia de las pequeñas editoriales y los medios de comunicación locales. Los esfuerzos legislativos y regulatorios se enfrentaron a una fuerte resistencia por parte de las empresas tecnológicas y sus lobistas, así como de la comunidad encargada de impulsar políticas tecnológicas, el sector académico, los laboratorios de ideas y los círculos de activistas en general. Gran parte de esta resistencia se debió a prioridades de financiación e intereses propios —es difícil luchar contra los imperios tecnológicos mientras se recibe su dinero—. Estas mismas empresas tecnológicas, en particular Meta, fueron una vez partidarias y patrocinadoras de lo que la derecha trumpista ahora llama una agenda “woke” o progresista. Esas cuestiones ya no responden a los intereses de Meta porque Zuckerberg descubrió las ventajas de la cultura bro y dejó de lado las políticas de diversidad, igualdad e inclusión. Pero no se preocupen porque Meta seguro continuará financiando organizaciones para trabajar en el “lavado de imagen de código abierto” de la IA, teniendo en cuenta sus últimas prioridades corporativas.
Estas empresas desviaron estratégicamente los debates políticos mientras financiaban organizaciones para que investiguen y actúen en defensa de causas que iban desde la confianza y la seguridad hasta la ética de la IA. Mientras el dinero fluía para el financiamiento de las llamadas iniciativas “woke”, la confianza y la seguridad digital, y la ética de la IA, se cerraba la puerta a debates fundamentales sobre marcos regulatorios o normativas tecnológicas vinculantes y aplicables. Así es como estas empresas y sus brillantes y bien vestidos ejecutivos y ejecutivas —la mayoría provenientes directamente de organizaciones civiles, gobiernos o instituciones académicas de élite— configuraron el panorama normativo durante años.
Muchas personas ya habían anticipado que esto podía ocurrir. Lxs activistas que se negaron a “hacer negocios” con los gigantes tecnológicos —muchos de ellxs procedentes de comunidades marginadas o de zonas geográficas fuera de Europa y Estados Unidos— siempre han sido descartadxs o excluidxs de los debates sobre políticas tecnológicas. Esperamos que haya llegado el momento de la reflexión y el arrepentimiento para que, dentro de unos años, en lugar de decir: “Se lo advertimos”, podamos decir: “Lo vimos venir y, juntos, nos preparamos”.
El capitalismo de la vigilancia se va a expandir en la era de Trump
Sin duda, el gobierno de Trump será probablemente el más amistoso con los magnates de la tecnología desde el mandato de Obama. Esta estrecha alianza, probablemente, ejercerá nuevas e impredecibles presiones sobre los planes de transformación digital, especialmente de los países del Sur Global.
Dado el estilo transaccional de Trump y su postura de “Estados Unidos primero”, es probable que la política exterior y la agenda digital de su gobierno estén caracterizadas por la coerción económica y los aranceles. No cabe duda de que los gigantes de Silicon Valley explotarán al máximo esta postura. Trump ya ha criticado el “injusto” trato que reciben las empresas estadounidenses en el mercado europeo, citando las dificultades que enfrentan para introducir sus productos a la Unión Europea. Probablemente, las empresas tecnológicas aprovecharán las políticas comerciales para afianzar su dominio en los mercados emergentes, presionando a favor de la desregulación e incentivando la adopción generalizada de sus productos y servicios en el sector público. El dominio de las empresas estadounidenses en el campo de la IA y su estructura de mercado mundial dependen en gran medida del control oligopolístico que ejercen sobre la extracción de datos a gran escala, lo que se traduce en un control mundial sobre la producción y el consumo de conocimientos.
Con estos cambios radicales en la agenda de desarrollo y comercio, los gigantes tecnológicos estadounidenses están bien posicionados para consolidar su rol como proveedores exclusivos de infraestructura digital, controlando digitalmente economías enteras y convirtiéndose en el proveedor por defecto para los países que aún están en proceso de digitalización. Pero, sus ambiciones no acaban ahí; continuarán impulsando la integración vertical de sus servicios, lo que les permitirá el dominio regional y el control de economías digitales en su totalidad con requisitos fiscales y normativos mínimos, mientras dejan que los gobiernos de los países receptores asuman los costos. Esta tendencia amenaza con socavar la soberanía y la seguridad tecnológicas a nivel local y nacional, y deja a los países más vulnerables que nunca ante las presiones políticas o militares vinculadas a infraestructuras digitales críticas.
Pensar estratégicamente, actuar en conjunto
No es momento para la pasividad, es hora de acciones políticas contundentes. Quienes se preparen estarán mejor equipados para afrontar los retos que se avecinan.
Sin embargo, los países que carecen de una política industrial digital clara son los más vulnerables a la broligarquía emergente (un nuevo orden político dominado por los bros tecnológicos, es decir, hombres millonarios y ultraconservadores, dueños de las empresas tecnológicas más importantes). Sin una agenda proactiva y sin objetivos bien definidos, estos países corren el riesgo de aceptar en silencio las políticas digitales y las imposiciones comerciales, así como las exigencias de desregulación, y de esta forma, quedarán atrapados en compromisos comerciales a largo plazo y dependencias tecnológicas que obstaculizarán los esfuerzos de desarrollo sostenible y dejarán a sus trabajadores y consumidores vulnerables, debilitarán su gobernabilidad y los despojarán de su soberanía. La ventana abierta a la oportunidad de desarrollar políticas industriales independientes y estratégicas para la transformación digital se está cerrando rápidamente.
Por desgracia, en la mayoría de los países prevalecen la pasividad y la confusión. A medida que el margen político se reduce, la mayoría mundial continúa por el camino equivocado en su intento por recuperar terreno. Los gobiernos siguen confundiendo la política industrial digital con la digitalización, lo que lleva a una privatización innecesaria de los espacios y servicios públicos, a la divulgación de datos públicos y a una dependencia tecnológica e infraestructural de las empresas tecnológicas capitalistas de la vigilancia cada vez mayor.
La sociedad civil sigue distraída con procesos multilaterales y multisectoriales sin carácter vinculante que acaban en declaraciones que jamás llegan a leerse en Washington. Las organizaciones que operan en la órbita de la ONU y otros organismos multilaterales parecen completamente ajenas a las cambiantes reglas del juego. A diferencia de lo que ocurrió durante el primer mandato de Trump, ahora las empresas tecnológicas tienen un manual de instrucciones para sacar ventaja del poder de lobi. Se están posicionando estratégicamente más cerca del centro del poder. Para estas empresas, participar en los debates políticos mundiales o las iniciativas de la ONU sobre IA, gobernabilidad digital, y demás no tiene ningún valor, ya que pueden simplemente esquivar estos foros y centrarse en imponer sus condiciones directamente en la mesa de negociaciones comerciales.
Los próximos años serán cruciales para los países de ingresos bajos y medios. Tendrán que elegir entre mantener el statu quo y confiar en las infraestructuras de los gigantes tecnológicos y acrecentar la dependencia mientras dan pasos en falso en el terreno de la gobernanza digital o de la IA que no llevan a ninguna parte, o actuar con valentía para transformar sus políticas industriales nacionales con el fin de construir infraestructuras digitales y ecosistemas de IA autosuficientes para el pueblo y el planeta.
No se trata de una transformación simple. Se requiere una acción política coordinada, una estrategia que abarque a todo el gobierno, intervenciones políticas de amplio alcance, recursos financieros significativos, estrategias bien elaboradas y una fuerte voluntad política. En lugar de caer en estrategias globales desconectadas y genéricas, grupos formados por personas expertas y académicas de cada región deben trabajar junto a los gobiernos para desarrollar estrategias creativas y concretas que aborden los retos que se avecinan, desde reducir la dependencia de infraestructuras en la nube extranjeras hasta el fomento de la integración vertical de un conjunto de tecnologías distinto del que impone Silicon Valley.
El tiempo se está acabando
Estas medidas deben ponerse en marcha cuanto antes, ya que el margen político se está reduciendo rápidamente. Sin embargo, con políticas proactivas bien elaboradas, firmemente asentadas y respaldadas por una firme voluntad política, los países pueden protegerse de las presiones externas y de futuras imposiciones comerciales. Cuanto más participativos y bien fundamentados sean estos procesos, más probabilidades habrá de que sus resultados sean duraderos y sostenibles.
No hay tiempo que perder. Los gobiernos deben resistirse a la parálisis que provoca la incertidumbre de este nuevo panorama político y deben actuar con determinación en respuesta a las cambiantes dinámicas mundiales. Tienen una oportunidad crucial para tomar el control de sus agendas industriales, y liberarse de los actuales modelos económicos extractivos impulsados por los agentes políticos neoliberales y las empresas tecnológicas del capitalismo de la vigilancia. Es preciso que busquen alternativas viables para una verdadera transformación digital que sitúe a las personas y al planeta en el centro del progreso económico sostenible.
A medida que el mundo se enfrenta a una incertidumbre sin precedentes, a la volatilidad y a una creciente preocupación por el futuro, la elección es nuestra: quedarnos mirando y lamentarnos después, o empezar a prepararnos y a elaborar estrategias de forma proactiva de cara a lo que nos espera.
En la Internacional Progresista vamos a movilizar a nuestros miembros en todo el mundo para ganar la lucha por la soberanía tecnológica en la era de los nuevos tecno-oligarcas.
Authors: Renata Ávila and Burcu Kilic
Fuente: Internacional Progresista/El Ciudadano
Foto: Especial
Recuerda suscribirte a nuestro boletín
📲 https://bit.ly/3tgVlS0
💬 https://t.me/ciudadanomx
📰 elciudadano.com
