Terrorismo e individualismo: ¿todos somos Charlie?

En los recientes tres días consecutivos de ataques terroristas en Francia y varios días posteriores, los medios a nivel global bombardearon de información (que a veces son especulaciones y opiniones disfrazadas) a las audiencias.

Terrorismo e individualismo: ¿todos somos Charlie?

Autor: Mauricio Becerra

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Hace una semana y un poco más me enteraba por medio del comunicado emitido por Cancillería Argentina de un terrible atentado que produjo 20 muertos hasta el momento. Quizás algunos corregirán diciendo que la totalidad de fallecidos en los ataques en suelo francés fueron 17, sin embargo no es a esa escalada de violencia a la que me refiero sino a una mucho menos “mediática”: la explosión de una bomba en Nigeria.

Debo admitir que en un primer momento esta novedad me conmocionó calando hasta lo más profundo de mí ser, no tan sólo por la muerte de civiles inocentes sino también por el mecanismo operativo: una bomba adherida al cuerpo de una pequeña de 10 años.

El acto terrorista ocurrió el domingo 11 de enero en un mercado muy concurrido de la ciudad de Maiduguri, en el nordeste de Nigeria a las 12:40 hs (11:40 GTM) y si bien “no hubo ninguna reivindicación del atentado, el grupo islamista Boko Haram, que inició sus acciones para imponer un Estado islamista en Nigeria hace seis años, ha utilizado varias veces a mujeres y niñas para realizar sus atentados”, afirma la agencia AFP.

Desde mi opinión creo que efectivamente aquel grupo extremista fue el responsable y por eso utilizar el término “niña bomba” me parece indigno y degradante ya que insulta la memoria de esa menor, dado que la cosifica convirtiéndola en una especie de híbrido humano-explosivo. Demasiada degradación debe haber vivido esa pequeña en vida, seguramente tratada como un objeto desde que nació hasta que finalizó drásticamente su paso en la Tierra como si fuera una granada más en las manos de los perversos miembros de Boko Haram. Por eso aunque sea su memoria, debería ser respetada como la de un ser humano.

Aclaro lo anterior porque a diferencia de los atentados suicidas de fieles extremista musulmanes que suelen ser comunes (lamentablemente tan comunes que Occidente los ha naturalizado) en Oriente Medio, esta niña fue prisionera de esa ultra misógina organización terrorista que en 2014 se hizo conocer por el secuestro de decenas de párvulas y jovencitas estudiantes.

Ashiru Mustafa es miembro de un grupo nigeriano de autodefensa y según él no se trató de un acto deliberado de la menor: «La niña tenía unos 10 años y dudo seriamente de que supiera lo que tenía adherido al cuerpo», dijo a AFP.

LOS MEDIOS NO REFLEJAN LA REALIDAD, LA CONSTRUYEN

La intención de este artículo no es la de contribuir a la morbosidad impulsada por los medios en estos casos ni mucho menos darle más fama al sádico grupo que intenta establecer un califato en África como Estado Islámico lo ha hecho en medio oriente.

Tampoco lo es el incentivar la creciente corriente de islamofobia (otra cara del antisemitismo) que peligrosamente se está contagiando cual epidemia en el Viejo Continente.

Apunto a realizar una denuncia doble: una destinada al accionar de los medios de comunicación a nivel global y otra hacia los hábitos y costumbres de usted, de ellos, de todos los que entramos en la categoría de público.

En primer lugar aclaro que la denuncia no tiene como destinatario los directivos de medios ya que sería demasiado románticamente ingenuo creer que este texto los haría reflexionar y rever sus modus operandi. Sino que se intenta exponer el accionar del “mainstream” es decir la corriente predominante en la que se engloban la mayoría de los aparatos periodísticos (grandes o chicos).

En los recientes tres días consecutivos de ataques terroristas en Francia y varios días posteriores, los medios a nivel global bombardearon de información (que a veces son especulaciones y opiniones disfrazadas) a las audiencias. En el caso de los europeos se dejó traslucir un sesgo un tanto racista y etnocéntrico en las coberturas, según da a entender Maximiliano Sbarbi Osuna en una columna que publicó en la agencia RT bajo el título “Atentado en París: manipulación e islamofobia”.

Este especialista afirma: “…el trato que le dieron los medios formadores de opinión revela un prejuicio social y una manipulación de las ideas de lo que significa el mundo musulmán, el terrorismo en todas sus formas y hasta del rol de Occidente en el mundo.

En primer lugar, la enorme mayoría de las víctimas del terrorismo islámico son musulmanas. Eso no suele ser publicado ni conocido por el común de la gente, que sometida al manejo de la información sostiene que el mundo musulmán está en contra de la Europa libre y cristiana.

Que haya atentados terroristas no significa que el mundo musulmán y Occidente estén enfrentados. Esa es una simplificación falaz y etnocentrista, que sitúa a la Europa Cristiana y a Estados Unidos en el papel de fiscal y juez universal.

Por otro lado, pone a los musulmanes en una posición de incivilizados y que en su mayoría apoyan ataques como el cometido ayer en París. Nada más lejos de la realidad, dado que diariamente en Libia, Irak, Siria y Yemen sufren las consecuencias del integrismo”.

INTENCIONES NO TAN PURAS

Pero lo más perverso de la forma en que es utilizada la mayor parte de la prensa es lo que desde los 60’ viene anunciando la teoría de la Agenda Setting, la cual establece que los medios no tienen tanta efectividad en decirle a la población cómo pensar sino más bien en qué pensar; es decir establecen cuáles son los temas importantes (independientemente de la opinión individual sobre los mismos).

Basta hacer un recorrido virtual por los principales medios del mundo e incluso los locales de la semana pasada para apoyar dicho postulado. Coincidentemente con el “tema” que debe absorber la atención de los consumidores cabe analizar quiénes son los que se benefician con dicho tipo de cobertura: tan sólo con ver cuáles fueron los líderes europeos que asistieron a la multitudinaria marcha realizada en París el pasado domingo, se puede tener un atisbo de respuesta.

Entre los miles que se reunieron en apoyo a los dolientes de las víctimas de los atentados se hallaban David Cameron, Angela Merkel (Canciller alemana), Francoise Hollande (Presidente francés) , Mariano Rajoy (presidente español),Matteo Renzi (mandatario italiano) además de otros casi 50 líderes mundiales. Representantes de países cruzados por una de las peores crisis económicas europeas que en el caso español e italiano ha llevado a una deslegitimación abrumadora sobre el gobierno de turno.

En el caso de Alemania -cuya economía es el pilar de la UE -su mandataria fue recientemente cuestionada en el Congreso acusándosela de obviar los problemas europeos por obedecer a la política estadounidense y cuyas acciones de gobierno llevarán al desplome de la Unión según algunos especialistas. Pese a este panorama caótico que no incluye perspectivas reales de mejora, las noticias locales contra cada uno de esos gobernantes han cesado para dar abrumador lugar a los atentados en suelo francés.

En definitiva más que informadores, los mass media juegan un rol de distractores que resulta favorable para despegar la atención de las políticas de gobierno impopulares. Una estrategia bien denunciada por el filósofo Noam Chomsky en su decálogo de la manipulación masiva.

A esto se suma la diferencia abrumadora en cuanto a las coberturas de los atentados en Francia y los de Nigeria y Líbano, ¿a qué se debe? ¿Acaso las vidas europeas cotizan más que las tercermundistas en el mercado mediático y en la comunidad internacional misma? ¿será que la igualdad de los seres humanos decretada en la Primera Generación de Derechos Humanos sigue siendo, casi un siglo después, poesía para las masas?

En segundo lugar viene la crítica que me resulta más relevante porque es la que considero que puede generar resultados más valiosos. Es la dirigida a Usted, estimado lector y en parte a mí mismo.

La mayoría vivimos en una sociedad de consumo donde toda la vida humana se resume en un constante frenesí de compra/venta en pos de la búsqueda de bienes que nos llenen o al menos nos distraigan de nuestro interior profundo, algo que sin duda sólo agrava el vacío existencial como sugieren los escritos sobre desimbolización del filósofo francés Regis Debray. Consumismos todo, desde alimentos hasta las relaciones en pos de un placer instantáneo, esa totalidad involucra incluso (y primordialmente) la información.

Por eso es que grandes masas de población caen fácilmente en la catarata de estímulos que no permite pensar y meditar los contenidos que propone principalmente la televisión pero también el resto de los medios (Chomsky ratifica lo que digo).

Pero yo no creo que Usted sea tan sólo una pobre oveja indefensa y manipulable como lo proponía la Escuela de Frankfurt hace más de medio siglo. Sería muy fácil victimizarse y contentarse con sólo tratar de evitar el dolor y buscar lo agradable como predican los libros de autoayuda.

Como seres humanos tenemos el desafío de ya no ser sólo público, sólo espectadores, sino también seres activos, productivos, personas capaces de luchar contra la vuelta de página rápida que proponen los medios.

Una incalculable cantidad de datos (escritos, imágenes, auditivos) nos intentan manipular a través de las sensaciones, de sentimientos como el miedo, más que inducirnos al razonamiento. Por eso hoy el mundo se estremece por Francia y en un mes lo hará por otra cosa.

Lo que le propongo a Usted, estimado lector es que tome una decisión: más allá de leer y quizás compartir este texto (sería importante que lo haga) comprométase a abandonar la comodidad, reflexionar y proponerse salir de la enajenación que nos hace vivir este mundo de sensaciones. Dejar de lado la vida hedonista y preocuparnos más por el prójimo, sea del Primer o Tercer Mundo, sea conocido o no.

Si no fundamos nuestro diario vivir en una ética que escape a la moralina (falsa moral individualista y ególatra propuesta por el sistema consumista-mediático), si no adoptamos una ética fundada en un amor absoluto y no relativo (como los valores de mercado), hechos de violencia –no sólo con bombas- se multiplicarán en nuestro entorno, y tal vez sólo los notemos cuando nos estallen en el rostro.

Franco D’Amelio

Despertador Lavalle


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