El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este lunes que su país intentará competir con el gasoducto ruso Nord Stream 2, un proyecto que ha criticado durante la reciente cumbre de la OTAN porque cree que hará a Alemania, y por ende a Europa,» totalmente dependiente de Rusia» y de su suministro energético.
«Creo que vamos a competir en lo del gasoducto», ha dicho Trump en la rueda de prensa que ofreció junto a su homólogo ruso, Vladimir Putin, tras celebrar la primera cumbre bilateral que ha tenido Helsinki como sede, según reseñó Europa Press.
Trump destacó también que Estados Unidos es uno de los países punteros en el mercado gasífero, gracias a la venta de gas licuado, razón por la cual se mostró «seguro» del éxito norteamericano.
Asimismo, aprovechó para insistir en sus críticas a Berlín por supuestamente echarse en brazos de Moscú. «No sé si es lo que más le interesa a Alemania, pero es la decisión que han tomado», espetó Trump.
En la cumbre de la OTAN celebrada la semana pasada, Trump reprochó a los países europeos que Estados Unidos fuera el mayor contribuyente de la Alianza Atlántica, para luego, entre otras cosas, contrarrestar la amenaza rusa, mientras Alemania aumentaba su dependencia de la nación euroasiática con la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que suministrará gas directo de Rusia a Alemania, por un extenso de enlace de tuberías por alta mar, según El Confidencial.
La congruencia, en política, parece acabar donde empiezan los intereses económicos. Pero quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Empezando por el propio Trump, quien esconde tras esta andanada su mal disimulado anhelo de vender gas a Europa para reducir el déficit comercial estadounidense.
Por su parte, la canciller alemana, Angela Merkel, respondió defendiendo su «política independiente» para Alemania y recordando a Trump que, en contra del momento actual, ella sí vivió una época en la que una parte del país estaba controlada por la ya extinta Unión Soviética.
Centro de la geoestrategia internacional
Rusia y Estados Unidos juegan en el tablero internacional, no solo para consolidar o ampliar sus zonas de influencia en los planos militar y político, sino también para controlar el terreno económico.
El arma en esta puja es el gas natural que necesitan los países de la región y que ambas potencias están dispuestas a suministrar a cambio de ganar peso político. En apariencia, Putin se ha desmarcado de la puja de Trump, asegurando que está dispuesto a colaborar con Estados Unidos en la estabilidad del mercado de hidrocarburos mundial.