El presidente Donald Trump ha dado pasos concretos hacia el desmantelamiento del Departamento de Educación, una decisión que, lejos de ser una solución a los problemas del sistema educativo, representa un ataque directo a la calidad de la educación pública en Estados Unidos. Según fuentes cercanas a la Casa Blanca, Trump podría firmar esta semana un decreto que inicia el proceso para eliminar esta entidad federal clave, como parte de su agenda para reducir el tamaño del Gobierno. Sin embargo, este movimiento parece más una maniobra ideológica que una respuesta a necesidades reales de mejora en el sistema educativo.
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La administración Trump ha preparado un decreto que ordenaría a la secretaria de Educación, Linda McMahon, comenzar el proceso de desmantelamiento de la agencia. Aunque aún no hay confirmación oficial, el borrador del decreto establece que McMahon debe tomar «todas las medidas necesarias» para cerrar el Departamento de Educación, mientras opera «en la máxima medida apropiada y permitida por la ley». La declaración refleja una visión reduccionista del gobierno, ignorando el papel fundamental que juega el Departamento de Educación en la vida de millones de estudiantes en todo el país.
Desde su campaña, Trump ha repetido insistentemente que el Departamento de Educación es un ejemplo de extralimitación del gobierno federal. En su discurso, vinculó la existencia de la agencia con lo que él denomina “guerra cultural” y acusó a los burócratas de utilizar los fondos federales para adoctrinar a la juventud estadounidense. Este tipo de retórica, lejos de abordar los verdaderos problemas de las escuelas del país, solo fomenta la polarización y la desinformación sobre cómo funciona realmente el sistema educativo.
«Le dije a Linda (McMahon): ‘Linda, espero que hagas un gran trabajo y te quedes sin trabajo’. Quiero que se quede sin trabajo, en el Departamento de Educación»
Donald Trump
Presidente de Estados Unidos
Si bien el argumento de Trump de reducir el tamaño del gobierno podría parecer atractivo para algunos, la eliminación del Departamento de Educación pondría en riesgo programas vitales que han apoyado a millones de estudiantes, especialmente aquellos de familias de bajos recursos y niños con discapacidades. Estos programas, que incluyen financiamiento federal para escuelas primarias y secundarias, existían antes de la creación del Departamento de Educación en 1979 y se encargan de garantizar el acceso a una educación de calidad para los sectores más vulnerables de la sociedad.
El problema de fondo no es la existencia del Departamento de Educación, sino la falta de una estrategia coherente y efectiva para abordar las profundas desigualdades que enfrenta el sistema educativo estadounidense. El enfoque de Trump parece ser un simplista “corte por lo sano”, sin considerar las consecuencias a largo plazo que podría tener para los estudiantes de todo el país.
Horas después de su confirmación como secretaria, Linda McMahon envió un mensaje a los empleados del Departamento de Educación invitándolos a unirse a lo que calificó como “la misión final de nuestro departamento”. En un intento por enmascarar la gravedad de esta decisión, McMahon aseguró que su trabajo ayudará a dejar la educación estadounidense “más libre, más fuerte y con más esperanzas para el futuro”. Sin embargo, estas palabras son difíciles de reconciliar con la realidad de un plan que dejaría a millones de estudiantes sin el apoyo necesario, mientras desmantela las estructuras que garantizan igualdad de oportunidades.
En lugar de invertir en soluciones que fortalezcan el sistema educativo y mejoren las condiciones de los maestros y alumnos, Trump ha optado por recortar y eliminar recursos, lo que solo contribuirá a incrementar las disparidades entre los estudiantes de distintos orígenes. Su propuesta de dar más poder a los estados y a los padres podría resultar en un sistema aún más fragmentado y desigual, donde las decisiones clave sobre la educación de los niños dependan de la ubicación y el nivel de ingreso de las familias.
Este intento de cerrar el Departamento de Educación es, en última instancia, un retroceso para el país, un atentado contra la educación pública y una decisión que podría tener consecuencias devastadoras para las generaciones futuras de estudiantes. En lugar de liderar con políticas que fomenten la igualdad y la mejora de la calidad educativa, Trump parece dispuesto a dejar atrás a los más vulnerables, todo en nombre de una ideología que antepone la desregulación a la justicia social.
Foto: El Ciudadano
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