«Ahora mi casa es este cementerio», cuenta Abdo, un hombre sirio de Ein Tarma, un barrio de Damasco, en una entrevista a RT en inglés.
Abdo perdió su casa cuando la tomaron los insurgentes y ahora trabaja entre las tumbas, bajo los incesantes ataques de morteros. «Soy un desplazado; aunque no sea por un ataque de mortero, voy a morir de todas formas», asegura.
Abdo sobrevive gracias a la propina que le dan los parientes de las personas enterradas en el cementerio por regar las plantas. Esta persona conoce casi todas las historias de los ‘mártires’, según los llama. «Este hombre también murió en combate, estaba casado. Lo trajeron aquí y lo enterraron», indica Abdo mientras señala a una tumba. «Aquí hay otro mártir. Luchó en combate y fue herido», cuenta Abdo sobre otra víctima del conflicto.
No obstante, la vida en el cementerio tampoco es tranquila, ya que el lugar sufre con frecuencia ataques de morteros. «Cada vez que hay un misil, hay muchos ‘mártires’: la gente, los soldados… Tengo miedo de que un día no encuentre una tumba para mí», añade Abdo.
Sin embargo, Abdo confiesa que no tiene miedo al dormir en el cementerio porque «duermo entre mis hermanos, todos son mi familia».