El enigma se agranda. La expedición enviada al atolón Nikumaroro, en el Pacífico, en busca de los restos de la legendaria aviadora Amelia Earhart ha dado con un nuevo misterio. Tras dos semanas de búsqueda cree haber descubierto el sitio donde pudo morir Earhart hace 80 años. El lugar, según la National Geographic Society, fue hallado siguiendo las indicaciones de un oficial británico que en 1940 hizo un recorrido por la isla y aseguró haber encontrado huesos humanos junto a un heliotropo.
Organizada por National Geographic y el Grupo Internacional para la Recuperación de Aviones Históricos, la misión acudió a la isla con cuatro perros –Marcy, Piper, Kayle y Berkeley– especializados en rastrear restos humanos. Cada collie, en días distintos y por su cuenta, señaló el árbol como el sitio a explorar. Las excavaciones no dieron con los huesos, pero los investigadores se llevaron cinco sacos de tierra. Un laboratorio alemán se encargará de analizarla y determinar si hay trazas de ADN. En las proximidades del árbol se han rescatado en otras visitas artilugios de los años treinta, desde una navaja a un tarro de crema para la pecas, indicios que han alentado la hipótesis de que Earhart y su navegante Fred Noonan alcanzaron el atolón coralino.
Desde su desaparición en 1937, el final de Earhart ha obsesionado a generaciones de investigadores. Considerada una de las grandes aviadoras de todos los tiempos, fue la primera mujer en cruzar sola el Atlántico y en volar el Pacífico (de Honolulú a California). En pleno apogeo de su fama, decidió dar la vuela al mundo.
El 2 de julio de 1937, partió del aeródromo de Lae, en Papúa Nueva Guinea, para completar una etapa más de su circunvalación al globo terráqueo. Era un salto de 4.000 kilómetros hasta la Isla Howland, entre Australia y Hawái. Pero antes de llegar a su destino, su Lockheed Electra bimotor desapareció. Los restos nunca fueron hallados.
El Gobierno de EE UU concluyó que la nave se había estrellado en el Pacífico por fallo mecánico o falta de combustible. Pero la versión oficial no apagó el misterio. Muchos siguieron pensando que Earhart, sin gasolina, intentó buscar refugio en el atolón. La isla, que ha registrado capítulos esporádicos de ocupación humana, estaba en aquellas fechas deshabitada. “Es posible que muriesen de sed o de hambre. También cabe que se intoxicaran comiendo pescado o de una infección tras cortarse con el coral”, ha comentado a EL PAÍS el director de la expedición Richard Gillespie.
Otros han apuntado que Earhart pudo suicidarse o bien que, en misión de espionaje, fue capturada por los japoneses. Esta última hipótesis alcanzó la semana pasada nueva vida con el hallazgo de una foto rescatada de los Archivos Nacionales de Estados Unidos y que muestra a una persona sentada de espaldas en un malecón de las Islas Marshall. Los autores de la investigación, emitida por History Channel, apuntan, a partir de datos circunstanciales (parece mujer, tiene el pelo corto y lleva pantalones) que podría tratarse de Earhart. A su lado, identifican también a su navegante Fred Noonan. “Creemos que un barco japonés la llevó desde las islas Marshall a Saipán, en las islas Marianas, y que murió allí cuando se encontraba bajo custodia de los japoneses”, ha señalado uno de los investigadores.
Ninguna de las hipótesis ha dado hasta la fecha con una prueba que la sustente. Los expertos más rigurosos insisten en que Earhart se estrelló en el mar. Pero la aparición de nuevos indicios e interrogantes mantiene vivo el caso. El misterio vuela con Amelia Earhart.