En el número 211 de la calle 5 Oriente del Centro Histórico vive Guillermina Pérez Portillo, quien desde hace 50 años alimenta a visitantes y trabajadores de la capital de Puebla.
A su ritmo, la mujer prepara memelas, café de olla y atole. Al interior de la antigua vecindad, doña Guille ignora el frenético ritmo de la ciudad, pues toma el tiempo para platicar con aquellos que aceptan escuchar sus relatos y desventuras en la rutina diaria.
Daños de la pandemia
Los meses recientes fueron difíciles, comenta respecto a la pandemia de covid-19, que azotó el mundo y embistió a todos los negocios, doña Guille suspira al recordar que varios de sus clientes habituales fallecieron y otros más dejaron de acudir.
Sus vecinos frecuentaban el puesto ubicado en la entrada de la vecindad; mariachis que vivían en los cuartos contiguos y habitualmente ensayaban, así como músicos de grupos versátiles, algunos de la capital del país, pero que migraron ante la falta de trabajo.
“Pero ahí la llevo”, alcanza a comentar la mujer, pues considera que en los años que ha atendido su negocio no recuerda una crisis tan grave como lo fue la contingencia sanitaria, que comenzó en marzo de 2020 y apenas supera la humanidad.
“Es mi terapia”
Sin embargo, la octogenaria se aferra a seguir con su puesto, pese a la insistencia de sus familiares de “descansar”. Doña Guille labora desde que recuerda, pues en su momento fue el sustento de sus hijos, quienes ahora están casados y la visitan habitualmente.
Por su propia cuenta, en transporte público, la mujer sale de su casa a las 6:00 de la mañana rumbo a la Central de Abasto, aunque confiesa que compra “poquito mandado”. Cerca de las 9:00 enciende su comal y comienza a hacer memelas y tortillas, hasta las 3:00 de la tarde.
“A mí me gusta salir a caminar, ya estoy acostumbrada, toda mi vida he ido a la Central y a la 18, ya le agarré el modo”, comenta doña Guille, quien ha tenido algunas caídas, que no han logrado disuadirla de asistir a los mercados.
«Todavía voy, compro mis cemitas, mis aguacates, desayuno mi cemita, hago café; atole, si tengo, ahí ando todavía consintiéndome”
Doña Guille dice de manera firme que su rutina es “terapéutica”, el hablar con sus clientes, repartidores y vecinos, además de quienes ya la conocen. La mujer paga su renta aunque ya no es el sustento de alguno de sus hijos.
“No quiere ni mi familia ni mi hijo que yo trabaje, pero para mí es una terapia. ¿Qué voy a andar haciendo yo?, Viendo la tele, comiendo y sentada, hágame usted el favor, mientras yo le pueda defender me defiendo, pero ya no quieren”
Foto principal y video: David Celestino