A un año de «El nueve nadie se mueve»

Rememorar lo que pasó hace poco más de un año, de pronto, parece complicado por la pandemia aun vivida y todos los sinsabores y tragedias propias y ajenas que ha dejado a su paso; además de que ha alterado la percepción del tiempo.

A un año de «El nueve nadie se mueve»

Autor: Francisco Herrera Coca

Lorenna

El autocatalogarme como feminista me resulta complejo porque no es lo mismo hablar de mujeres que a lo largo de su vida se han preocupado y ocupado por el bien de la mujer en diferentes ámbitos y épocas con acciones y palabras; que hablar de otras mujeres que detrás de una computadora y desde diferentes redes sociales se proclaman feministas sin hacer nada en concreto por ninguna otra mujer. Tampoco me queda claro el “feminismo” brutal y radical que lleva al destrozo de edificios y monumentos, pero sí me queda claro el sentir que orilla a estos hechos.

Sin embargo, debo reconocer que el llamado a solidarizarse con un día de paro nacional en el año 2020 como marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer llamó completamente mi atención: “El nueve nadie se mueve”. A pesar de que surgieron muchas versiones sobre su origen, como que dicho movimiento era auspiciado por la cúpula empresarial del país o por diferentes partidos políticos para desestabilizar a la presidencia, yo quería creer en la invitación y en el ejercicio de solidaridad. Un paro que si se realizaba como decía la invitación:

Ni una mujer en las calles

Ni una mujer en los trabajos

Ni una niña en las escuelas

Ni una joven en las universidades

Ni una mujer comprando

Sería de gran impacto o más que una gran marcha o manifestación que siempre ilusionan y sensibilizan. No recuerdo dónde vi la invitación, quizá en internet, lo que sí recuerdo es que se propagó fuerte y ampliamente en diferentes formatos, no sólo en redes sociales. Al, principio se le menospreciaba o minimizaba; sin embargo, conforme pasaron los días cobró mucha fuerza. El imaginar tal paro me hacía mucha ilusión, como país, pero sobre todo verlo en Puebla, mi ciudad.

También llamaba mi atención que la idea nacía de un grupo de mujeres de Veracruz, “Las Brujas del Mar”, y que se filtró como el agua en una casa vieja y permeó en todos los ámbitos y en todos los medios de comunicación. Algunas televisoras se colgaron del movimiento y del colectivo para hacerse publicidad. De igual forma, instituciones públicas y privadas al ver el impacto y al acercarse la fecha empezaron a “apoyar” dicho paro nacional. En uno de mis trabajos también llegué a escuchar comentarios de apoyo acomodaticio, que me molestaban e incomodaban. Mientras tanto, en una fonda, donde solía ir a comer, quedé indignada por los absurdos lugares comunes que profería la dueña del lugar, quien era claro que difícilmente había terminado la primaria, pero que a base de trabajan duro era una mujer empresaria e independiente que no entendía que ella también hacía falta en dicho Paro, igual que ella necesitaba a cada uno de sus comensales para sostener su negocio.

De igual forma, en la calle llegué a escuchar muchas opiniones encontradas, y me indignaban aún más los comentarios negativos provenientes de mujeres que no entendían que no había ganancia palpable con este paro, que era sentar bases para generar un bien común, de empezar a visibilizar claramente y erradicar la injusticia vivida por la mujer a lo largo de la historia de la humanidad y en particular con lo más cruento que son los feminicidios.

A pesar de toda mi emoción e ilusión previos al 9 de marzo, llegado ese día me embargaba la duda de si debía asistir a dos de mis trabajos, ese lunes debía dar clases en dos escuelas. El deseo interior que imperaba en mi ser era no ir, ser parte total del movimiento, pero mi experiencia laboral con uno de los directores era tan mala que se apoderó de mí un temor grande, dicho temor no era por el descuento económico sino por las represalias que dicho señor tomara contra mí. Así que llegué a la hora que me correspondía y estaba el tal director con un par de compañeros más y dijeron que no había alumnos, que no habría clase, esperé un rato por si llegaban alumnos hombres, que eran mayoría, hecho que no pasó. (Al día siguiente, el director presentó un acta de hechos, argumentando que se suspendieron las clases porque no se presentaron alumnos/alumnas ni maestras, sólo él y dos profesores más, me anuló por completo, y no aparecía mi nombre en su acta, me quedé infinitamente molesta y no quiso anexarme a dicha acta).

Al salir de esta primera escuela, so pretexto de ir a la segunda, crucé todo el Centro Histórico de Puebla para terminar de ver cómo iba el Paro, había menos flujo de personas y las que había, eran, en su mayoría, mujeres paseando porque no fueron a trabajar o a la escuela, también había algunas familias. Fue muy grato ver que la mayoría de los negocios estaban cerrados, así que con la cámara del teléfono tomé algunas fotos, de las cuales las que más me gustaban eran las que habían escrito en cartulinas o lonas que cerraban porque se unían cerrando en apoyo de las mujeres.

Me quedaba claro que la mayoría de negocios cerrados vendía ropa, artículos o accesorios de mujer, por lo cual era lógico y consecuente su apoyo. Sin embargo, el negocio que más me conmovió fue La California, un lugar donde venden gelatinas, flanes, aguas, dulces, etcétera, aunque lo que más fama le ha dado a ese lugar son sus cremitas. Irremediablemente acudió una parte de mi niñez en ese momento, ya que muchas veces fui a ese sitio que seguía teniendo, exactamente, la misma decoración. Y mi recuerdo me decía que siempre vi mujeres trabajando.

Así que era un hecho que el llamado de Las Brujas del Mar “movió” a mi ciudad tan renuente y poco solidaria la mayor parte del tiempo, me sentí realmente orgullosa y contenta.

A la segunda escuela llegué como parte de mi exploración, sólo estaba el director y el compañero de intendencia, pude ver que las tres secretarias no habían ido, aunque sabía que no estaban cerca de apoyar al Paro, se habían sumado al movimiento. De igual forma, pude ser testigo que cuatro escuelas que quedan cerca estaban cerradas, hubiera preferido verlas abiertas y con profesores y alumnos quienes no estaban invitados al paro.

Decidí regresar caminado a mi casa para terminar de explorar otras calles del centro, iba con un excelente sabor de boca y convencida que ese tipo de feminismo me encantaba y que yo lo llamaría solidaridad, entre otras muchas cosas. Con algo sutil e inofensivo se podían hacer cosas grandes con la unión tan difícil de lograr en esta ciudad tan impregnada todavía de algunos usos y costumbres del colonialismo.

Creo que este evento tuvo un final feliz brevísimo porque a los pocos días se implantó la cuarentena nacional porque la pandemia del Covid-19 nos había alcanzado. Y como muchas cosas que ha afectado este virus opacó y dejó en el olvidó ese día Nueve tan único y especial. A las y los que fuimos testigos de ése día se nos llegó a olvidar muy pronto porque el cierre de negocios, la reducción de gente en las calle se volvió involuntariamente “cotidiano” los siguientes meses.


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