Don Antonio vive en Morelia, Michoacán, tiene 77 años. No quiere ser arrimado de sus hijos, por eso vive solo en la casa que compartió con su esposa por cincuenta años. Subsiste de la venta de dulces, cigarros y refrescos; así como, de su pensión de adulto mayor que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le otorga. Cuando escuchó al Presidente convocar a la marcha no lo dudó, como pudiera vendría a la Ciudad de México para acompañar al Presidente. Amor con amor se paga. Votó por él en 2006, cuando el maldito de Felipe Calderón le robó la elección. Estuvo en el plantón del Zócalo. Volvió a votar por él en 2012, en 2018 y si AMLO pudiera reelegirse, lo volvería a apoyar.
Le avisaron de dónde salieron los camiones que vinieron a la capital, pero no le gusta ser acarreado. Con sus escasos recursos compró su boleto de autobús. Llegó a las cuatro de la mañana a la Central del Norte. No hay metro. Pagó un taxi cien pesos para traerlo al Ángel.
Hacía frío. Alzó la mirada y se maravilló con el color dorado de la victoria alada. Se sentó en las escalinatas de la columna a la espera del Presidente, eran las cinco de la mañana, faltaban cuatro horas para que la marcha iniciara. Tenía hambre. Vio a un tamalero. Pidió un tamal y un atole. Fue su única comida del día. Sólo traía lo justo. Volvió a la escalinata, no quería que le ganaran su lugar. Poco a poco la gente llegó hasta convertirse en un tumulto. Empezaron las porras y los vivas al Presidente.
Don Antonio es miope, pero no usa lentes, los que tenía los perdió. Eran las ocho de la mañana, escuchó un murmullo. Preguntó: ¿Qué pasa?. Algunos gobernadores, diputados y senadores comenzaron a llegar al Ángel. Pensó ya falta poco para que Andrés Manuel llegue. A las nueve de la mañana, desde el Ángel hasta el Zócalo, había un río de gente.
¡Ahí viene! ¡Ahí viene! Gritó la gente y se abalanzó hacia el mandatario. Don Antonio trató de llegar a él. Pidió permiso, empujó, gritó; quiso llegar junto a él, saludarlo, darle las gracias, ratificarle su apoyo, que no se deje de esos pinches conservadores. No pudo. Extendió los brazos, pero AMLO estaba muy lejos. Solo alcanzó a ver la silueta de una cabeza blanca, como la suya, entre cientos de cabezas y cuerpos.
Don Antonio perdió el aire, le falló la resistencia como dice el corrido. Quiso salir de la marcha, a duras penas llegó a la baqueta de los carriles centrales de Reforma, tropezó con una carriola y se fue de boca. ¡Cuidado con el señor! Comenzaron a gritar. Dos jóvenes lo auxiliaron y lo sacaron. Ahí perteneció sentado mientras vio los ríos de gente avanzar lentamente.
De regreso del mitin veo a un señor llorando, sentado en la baqueta y con sangre en la boca. Le pregunto si está bien. Me dice que perdió su dinero y su sombrero. Que lo que más le dolía era que no pudo saludar al Presidente y no llegar al Zócalo. No me pide dinero, pero le ofrezco quinientos pesos. Los toma y comienza a caminar hacia Insurgentes. Amor con amor se paga.
@onelortiz
Foto: Archivo El Ciudadano
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