En una editorial de la revista científica Nature, titulada “Ciencia abierta en el espacio”, publicada en septiembre de 2021, se mencionaba que los viajes al espacio no sólo debían servir como inspiración para el desarrollo tecnológico y el futuro de la exploración espacial, sino también debían traer un beneficio concreto a la humanidad. Con el auge de los vuelos espaciales privados, afirma, se tiene una gran oportunidad de estudiar la información personal obtenida de los cambios biológicos que experimentan los turistas espaciales. Dichos datos, manejados bajo los principios de libre acceso, aunque de manera confidencial, pueden ser de gran ayuda para la investigación biomédica del presente. A medida que se incrementan los viajes y la cantidad de personas en el espacio, mencionan, este conjunto de datos será una herramienta para comprender mejor y mitigar los efectos de los vuelos espaciales en el cuerpo humano, permitir que las personas viajen con seguridad a la Luna o Marte, pero más importante aún, ayudar a mejorar la salud en la Tierra.
“Cuando leímos la editorial de Nature”, menciona el doctor mexicano Emmanuel Urquieta, en entrevista para El Ciudadano, “nos dimos cuenta que, en realidad, nosotros ya teníamos una respuesta para todo lo que proponen”. Urquieta es actualmente director médico del Instituto de Investigación Traslacional para la Salud Espacial (TRISH, por sus siglas en inglés), del Programa de Investigación Humana de la NASA. “Llevamos trabajando en este programa desde marzo del año pasado, el cual lo desarrollamos con la oportunidad de hacer investigación en la misión Inspiration 4”.
¿Qué hizo TRISH?
Durante la misión Inspiration 4 (I4) de la compañía privada SpaceX, el primer vuelo espacial orbital totalmente civil lanzado el 15 de septiembre de 2021, el equipo TRISH pudo poner a prueba los conceptos que había desarrollado. Durante los tres días de órbita alrededor de la Tierra que duró la I4, los cuatro miembros de la tripulación recopilaron más de un millón de datos, incluyendo la frecuencia cardíaca, el ritmo, el movimiento, datos de sueño y saturación de oxígeno. Además, realizaron una serie de pruebas para evaluar cambios en su comportamiento y cognición; además escanearon varios órganos por medio del dispositivo de ultrasonido Butterfly IQ+, diseñado con inteligencia artificial. Se recolectó sangre, así como otras muestras biológicas, antes y después del vuelo, que permitieran a los investigadores buscar diferencias específicas y significativas, mismas que podrían servir como marcadores predictivos de la adaptación del cuerpo humano a los cambios gravitacionales del viaje espacial.
“Al momento de la publicación en Nature, nosotros ya habíamos iniciado la recolección de información y de investigación del Inspiration 4”, menciona Urquieta. “Fue muy oportuno que la publicaran porque en ese momento teníamos no solamente la respuesta como una idea o propuesta, sino una iniciativa prácticamente implementada y funcionando muy bien”.
Debido a que se busca hacer públicos los datos obtenidos, es imprescindible que cada una de las universidades e instituciones involucradas con TRISH firmen un protocolo conocido como Institutional Review Board (IRB). Urquieta aclara: “Cada comité de ética tiene que revisar la propuesta y asegurarse que no que no vayas a hacer daño a los a los humanos que participan en tu investigación, y que lo estás haciendo con estándares éticos, pero sobre todo, una cosa extremadamente importante en este caso, es que que vas a preservar la información personal de los individuos… Lo último que quieres es que haya información con la que se pueda identificar a estas personas, pues potencialmente podría salir a la luz alguna enfermedad que ellos tengan. Es por eso que esta es una parte extremadamente crítica y necesaria para cualquier protocolo de investigación.”
¿Por qué es importante?
El espacio induce cambios fisiológicos que permite obtener nuevos conocimientos sobre temas como la regulación del líquido cefalorraquídeo del cerebro, el volumen plasmático, la presión arterial, la distensión y contracción vascular, así como las propiedades de los huesos y músculos. Esta nueva etapa de la carrera espacial, afirma Urquieta, la cual empezó desde septiembre del año pasado con SpaceX, abre un gran abanico de oportunidades para la investigación biomédica. “Esta base de datos tendrá información de personas que se parecen más a ti y a mí, son personas representativas de la población terrestre en general, no son astronautas extremadamente sanos como lo han sido en general; de 15,000 personas seleccionan a 11 y estos son personas comunes y corrientes. Esta información es extremadamente útil porque es realmente diversa. Cuando te pones a pensar en la tecnología que se necesita para ir a Marte, en medicina personalizada y predictiva, se necesitan una base de datos con miles o cientos de miles de personas para mejorarla. En los últimos 60 años solamente 600 personas han logrado ir al espacio, entonces esta base de datos tiene un enorme potencial.
¿Dónde guardan la información?
En TRISH lanzaron una convocatoria abierta para encontrar el servicio de almacenamiento de los datos obtenidos, que atrajo la atención de varias empresas consolidadas y startups, grandes y pequeñas. “Trial X fue la que nos presentó la mejor propuesta”, dice Urquieta, en referencia a la empresa de investigación clínica y tecnología de la salud espacial con sede en la ciudad de Nueva York. “En este caso hay muchas cosas que considerar, la primordial es la capacidad de asegurar la información, que nadie pueda, por ejemplo, hackearla o borrarla. Además tiene mucha experiencia en estudios clínicos y, si lo ves desde ese punto de vista, esta base de datos es un estudio clínico; estamos viendo cuál es la respuesta fisiológica humana después de ir al espacio y estamos midiendo varios parámetros, donde lo más difícil aquí es que estos no se obtienen tradicionalmente en investigación realizada en la superficie terrestre.”
En 2016, Urquieta fue miembro de la misión espacial análoga HERA Misión 11, una simulación de vuelo espacial de 30 días llevado a cabo en aislamiento, para imitar, en lo posible, los efectos físicos y mentales que experimenta el cuerpo humano durante un viaje al espacio. Su propuesta, “Establecimiento de una base de datos biomédica abierta para viaje espacial comercial”, fue publicada en Nature Medicine el 22 de marzo de 2022.
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Ilustración: Iván Castillo