La mañana del viernes 11 de abril se tornó trágica en Boca Ratón, Florida, cuando una avioneta bimotor tipo Cessna 310 se estrelló cerca de la autopista I-95, muy próxima al aeropuerto local. El accidente, que ocurrió alrededor de las 10:20 a.m., dejó un saldo de al menos tres personas muertas, una más herida y un vehículo incendiado. El siniestro ocurre en medio de una ola de accidentes aéreos que sacuden al país y elevan la preocupación pública sobre la seguridad en los cielos estadounidenses.
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Según las autoridades de aviación, la aeronave había despegado del aeropuerto de Boca Ratón con destino a Tallahassee apenas 20 minutos antes del accidente. Poco después del despegue, el piloto reportó fallas mecánicas y comenzó a dar vueltas alrededor del aeropuerto. La maniobra no fue suficiente para evitar la tragedia: la avioneta cayó en una transitada avenida, provocando una fuerte explosión y colisionando con un vehículo en movimiento.
La policía local ha confirmado el cierre de carreteras mientras los equipos de emergencia trabajan en la zona. La Administración Federal de Aviación (FAA) ha iniciado una investigación para determinar las causas exactas del accidente, aunque hasta ahora no se han revelado detalles concluyentes.
Este incidente se suma a una cadena de eventos que han puesto a la aviación estadounidense bajo la lupa. Solo en las últimas 24 horas, un helicóptero turístico cayó en el río Hudson en Nueva York, causando la muerte de seis personas. Semanas antes, un choque en vuelo entre un avión regional de American Airlines y un helicóptero militar dejó 67 muertos, en lo que se considera el accidente más letal en décadas.
Los efectos ya se sienten en la industria: aerolíneas como Delta y American Airlines han reportado una disminución en las reservas durante el primer trimestre, alimentada por el temor de los pasajeros.
En medio del ambiente de incertidumbre, el tema ha escalado al terreno político. Mientras algunos críticos apuntan a una supuesta falta de supervisión durante las administraciones de Donald Trump y Joe Biden, expertos advierten que el enfoque partidista podría estar nublando el análisis de fondo: aunque volar sigue siendo estadísticamente más seguro que conducir, los recientes incidentes exigen una revisión seria de los protocolos de mantenimiento, supervisión y regulación aérea en Estados Unidos.
Lo ocurrido en Boca Ratón es, en efecto, más que un accidente aislado. Es una señal de alerta para un país que, durante años, confió ciegamente en la seguridad de sus cielos. Y ahora, esa confianza parece tambalearse.
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