Cuando la educación no florece

Con un potencial excepcional para las matemáticas, Félix se convirtió en un niño más que dejó la educación a causa de contextos desfavorables

Cuando la educación no florece

Autor: Arlette Orozco (Cultura)

En un municipio aparentemente anónimo del estado de Puebla, hay una comunidad inundada de olor a flores, girasoles, cempasúchil y productos primarios importantes para cualquier sociedad, se respira aire fresco y el sonido de los gallos es aún quien interrumpe sueños en esas mañanas de cielos despejados.

Félix es un niño de 12 años que vive en esa comunidad, sus padres campesinos lo han mandado a la escuela hace ya 5 años, no al preescolar porque eso (piensan), no le sirve de nada a los niños; siempre se duerme temprano, como a las 8:00pm porque a las tres de la mañana sus padres lo despiertan para ir a regar o vender, dependiendo la temporada.

Félix trabaja en el campo, toda su familia ha sido campesina, trabajan bajo el sol del verano y las heladas del invierno conviviendo a diario con flores; de vez en cuando le dan unos tragos de mezcal para aguantar tanto el esfuerzo físico como el frío de la madrugada, por eso a veces huele a alcohol cuando llega a la escuela con las manos sucias, uñas largas, desalineado, con la ropa llena de tierra y unos crocs rotos llenos de lodo de hace dos o tres años.

Su maestra ha intentado enseñarle a leer y escribir porque a su edad, no tan temprana, aún le cuesta silabear, solo deletrea y a veces lee completas una que otra palabra corta. Un día, llegó la supervisora de la zona y le llamó la atención a su maestra por intentar enseñarle lo básico del sistema de escritura.

Debía acatar las órdenes y un método anticuado poco funcional que para nada buscaba la alfabetización de los alumnos. Así como ella, los cinco, siete o 10 maestros anteriores de Félix iban y venían sin dejar frutos académicos significativos en los niños y niñas de la comunidad.

Félix pasaría en unos meses a la secundaria sin saber leer y escribir, sin embargo, era muy bueno para hacer cálculos mentales, multiplicaba 80×13, 45×18 sin dificultad, un niño promedio, tendría que escribir esas multiplicaciones, pero él no, no era amigo del lápiz y el papel; cuando llegaban los clientes se llevaban 17, 24, 39 racimos en $25 o $40 y él les cobraba sin dificultad, ¡Qué potencial tiene!

Todos creíamos en Félix, menos su mamá, que de vez en cuando se aparecía por la escuela, nunca iba por él en realidad, pero cuando llegaba solo decía que su hijo era un “burro” porque en todos esos años de ir a la escuela no había aprendido nada. Como cualquier pequeño en formación, creyó las palabras de su progenitora y día con día se desanimaba más, los temas que veía en la escuela siempre fueron los mismos y su única motivación para ir era que en esas 6 horas no tendría que ir al campo a trabajar.

Pasó el tiempo, algunas semanas, no muchas, Félix dejó de ir a la escuela y al principio a nadie le pareció extraño, pues ya eran muy comunes sus faltas de tres o cuatro días; hasta que esos tres o cuatro días se convirtieron en cinco, 10, 15… No volvió, se fue a trabajar por $50 el día, con eso y ahorrando, en unos meses se podría comprar un teléfono celular para poder jugar, la escuela no le ofrecía eso, solo un tonto papel que diría que acreditó satisfactoriamente el nivel primaria, pero de satisfactorio no tendría nada.

Alguna vez su maestra lo vio cargando unas pacas de girasoles en unas camionetas que se trasladarían a la Ciudad de México, se acercó y él no quiso hablar. Félix es uno más de esos niños y niñas que han dejado la educación a causa de contextos desfavorables; la educación llega a todos lados “dicen” estamos cubriendo cada vez más municipios y fundando escuelas en las comunidades más marginadas; tal vez sí, tal vez no.

Lo que sí es una realidad es que muchas veces esa educación no es de calidad, las metodologías deberían ser observadas, maestros mejor preparados deberían llegar a estos lugares, para que no haya más Félix, para que no haya más personas analfabetas. Ojalá Félix hubiera tenido una buena educación, ojalá hubiera podido tener acceso a una mejor escuela, una que no limitara su aprendizaje, quizá hubiera sido arquitecto, físico, matemático, ingeniero en sistemas. Quizá, pero no.

Arlette Guadalupe Orozco Avendaño
Licenciada en Pedagogía y en Arte Dramático, egresada de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y el Instituto de Estudios Superiores Grupo ISIMA. Ha formado parte del ámbito educativo y cultural, fungiendo como docente en contextos rurales y urbanos, estuvo a cargo de la Dirección de Cultura en el Ayuntamiento de Santa Isabel Cholula, Puebla además de participar como Miembro jurado del programa Nacional PACMyC de la Secretaría de Cultura Federal.

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