Por Flor Coca
Su padre, inglés de nacimiento e irlandés por convencimiento, fue un médico muy respetado, que se convirtió en oftalmólogo de la reina, siendo premiado con el título de caballero. Su madre fue escritora, traductora y hacía de la vida diaria una representación teatral. La pareja amaba el placer, las reuniones y buscaban siempre el reconocimiento social. En ese ambiente nace en 1854, en Dublin, Irlanda, quien se convertiría en uno de los escritores más importantes de la historia: Oscar Fingal O´Flahertie Wills Wilde, Oscar Wilde.
Estudió en lo mejores colegios y leía sin parar, sobre todo autores ingleses. Desde muy joven tenía esa exquisita forma de narrar los acontecimientos y las historias cotidianas, por comunes que fueran, lo que atraía la curiosidad de quienes lo rodeaban.
Al cumplir 20 años, gana la medalla de oro del premio Berkeley en griego, e ingresa al Magdalen College de Oxford becado, dejando la Universidad de Dublín. Allí, rodeado de un hermoso paisaje y de grandes habitaciones, las que eran frecuentadas por sus amigos los domingos por la noche, Wilde comienza su carrera de triunfos. Se distinguía de los demás estudiantes por su manera de vestir, su cabello largo, que llevaban los artistas, además de acompañarse siempre de una flor en el ojal. En ese año hace su primer viaje a Grecia e Italia.
Permanece cuatro años en Oxford y recordaría algún día: “las dos fechas más importantes de mi vida son aquellas en que mi padre me envió a Oxford y en que la sociedad me envió a la cárcel”.
Amor por los lujos
Frank Harris, biógrafo y uno de los mejores amigos de Wilde a lo largo de su vida, afirmaba que el artista no podía prescindir del lujo. Trabajaba ya en el periódico The World, en el que William, su hermano mayor, ya estaba haciendo carrera como periodista.
Oscar no solo era un gran conversador, tenía un agudo sentido del humor y sabía como nadie disfrutar la vida alegremente. Sabía que, si quería pertenecer a la alta sociedad inglesa, podría lograrlo con la palabra. El primer libro que publica es Los poemas. Dos de ellos dedicados a la actriz Ellen Therry, la más famosa en ese tiempo, cuando el autor tenia 27 años. Y un delicado poema Requiescat que hizo pensando en su hermana Isola, muerta a los ocho años de edad.
Oscar Wilde hace una gira por Estados Unidos para dictar conferencias sobre arte. Después de ésta, ya con suficiente dinero llega a París y conoce a algunos de los artistas más importantes de la época como: Víctor Hugo, Verlaine, Daudet. Conocía ya a Sarah Bernhardt.
Aun cuando Wilde vive el esplendor de los salones, las conversaciones, las invitaciones de la burguesía londinense, recordemos que la sociedad victoriana era profundamente conservadora y tenía sus códigos inviolables en público. Era también y al mismo tiempo una sociedad hipócrita, en la que se ocultaban los pecados convenientemente. Esa era la sociedad a la que Wilde quería pertenecer, ser el centro de atención, poner el arte y la belleza como dos de los máximos tesoros humanos.
Maestro de las letras
Para 1887, ya casado con Constanza Lloyd, produce obras como El Crimen de Lord Arturo Savile, el Fantasma de Canterville, y El Príncipe feliz y otros cuentos. Y seguirá después su única novela: El Retrato de Dorian Gray. Sus obras de teatro son aclamadas en Londres.
Era ya una figura, cuando en 1891, en el otoño, cuando le es presentado quien se convertiría en su gran amor y verdugo. Lord Alfred Douglas, hijo del marqués de Queensberry, un altanero aristócrata que declaró la guerra a Wilde. Muy pronto, Douglas y Wilde se convierten en amigos íntimos y recorren los mejores restaurantes, viajan y disfrutan la vida. Pero el padre de Douglas exige a Oscar que deje a su hijo en paz, como eso no sucede, Queensberry amenaza con llevar su demanda a los tribunales.
El mejor amigo de Wilde, Robert Ross le aconseja y prepara todo para que el escritor se vaya a París y se termine el escándalo. Pero no oye el consejo de su gran amigo y alentado por Douglas que odiaba a su padre termina en los tribunales demandando a Queensberry por injurias y calumnia. El joven Douglas, mediocre escritor, a quien solo le importaba el placer y la admiración del gran escritor, poco a poco va hundiendo a Wilde.
De profundis
Absuelto Queensberry, acusa a Wilde de seducir a su hijo y los tribunales después de un tortuoso proceso, declaran culpable al gran escritor, condenándolo a dos años de trabajos forzados. La prisión destroza la sensibilidad de Wilde, quien es tratado como el peor de los seres humanos por el delito de ser homosexual. Es eso lo que condena a sociedad.
Llevando a cabo los trabajos más humillantes, Wilde deja de escribir, sus textos son retirados de las librerías y sus obras de los teatros. Solo sus fieles amigos: Robert Ross y Frank Harris, le visitan y logran un permiso para que en la prisión pueda tener papel y pluma el escritor, cuyo espíritu se quebranta cada día más por las condiciones en el presidio de Reading.
Un hecho que conmociona a Wilde es la ejecución de un reo que fue condenado por matar a su esposa en un arranque de celos. Ese hecho le inspira un dramático poema, “La balada de la cárcel de Reading”, en el que narra el horror de la ejecución del reo que mata a quien amaba, y su dolor por la forma en que son tratados por la sociedad inglesa, quienes se encuentran en la cárcel.
Es también en la prisión en donde escribe “La epístola in carcere et vinculis”, llamada después De profundis, por su albacea literario Robert Ross. Una extensísima carta dirigida a Douglas, en la que narra con profundo dolor todo el daño que hizo al artista su relación con él.
Wilde sale de prisión dos años después con el corazón roto y en la miseria. La sociedad que antes lo aclamó y lo admiró, ahora lo rechaza abiertamente porque se atrevió a desafiarla mostrando su relación con otro hombre.
Sus últimos cuatro años de vida, los vive modestamente gracias a la ayuda de sus amigos y su esposa. Nunca más volvió a disfrutar la vida. Un profundo rencor y desaliento lo acompañaron en estos años. Wilde fue derrotado por la sociedad victoriana.
Sus restos descansan en el cementerio francés de Pére Lachaise; pero su alma está seguramente acompañada del príncipe feliz, el gigante egoísta y Hans, el amigo fiel, oyendo al ruiseñor cantar en el jardín del Edén.